Revista Cultura y Ocio

Oso - Marian Engel

Publicado el 07 septiembre 2015 por Elpajaroverde
"Oso, llévame al fondo del océano. Oso, nada a mi lado. Oso, abrázame, envuélveme, nada conmigo abajo, abajo.

Oso, haz que por fin me sienta cómoda en el mundo. Dame tu piel.

Oso, solo quiero esto y nada más de ti.
Oh, gracias, oso. Siempre te protegeré de los desconocidos y de las miradas curiosas.
Oso, abandona tu humildad. Tú no eres un animal humilde. Tienes pensamientos propios. Cuéntamelos.

Oso, no puedo ordenarte que me quieras, pero creo que me quieres. Lo que yo quiero es que sigas siendo lo que eres y que lo seas para mí. Nada más. Oso."

Un canto de amor a un oso. Eso es lo que os traigo hoy. Bueno, en realidad lo que os traigo es la historia de la mujer que amó a ese oso, que lo amó con todo lo que implica esta palabra. Podríamos intentar una definición para el concepto amor, ingente tarea sería. Sería útil, no lo dudo, las definiciones siempre lo son, nos impiden adentrarnos en tierra no firme (como si eso no fuese algo inherente al proceso de amar). Pero las definiciones también delimitan, levantan muros, alzan fronteras. Y a este libro no se puede llegar con barreras mentales y si se llega se sale sin ellas. Os lo aviso, os lo advierto. Lo que no os digo esta vez es que será una historia dura pues no lo es. Por mucho que lo que se nos vaya a contar pueda resultar a priori chocante o incluso aberrante no lo es. Todo fluye en este libro, sincero, sencillo, natural. Hermoso también. Ineludible. Lo que tiene que ser, es.

Lou se traslada a una isla canadiense inhabitada. El instituto en el que trabaja la ha enviado a catalogar la biblioteca de una mansión victoriana. Su fallecido propietario ha legado los libros y diverso material a la fundación. Pero Lou no estará del todo sola. La familia que ha habitado la mansión durante generaciones siempre ha tenido un oso en la propiedad. La protagonista de tendrá por tanto que encargarse de que al animal no le falte comida. Poco a poco la relación entre Lou y el oso se va tornando más estrecha e íntima. El plantígrado le ofrece lo que ni siquiera era consciente que necesitaba. Su relación con el oso la colma en todos los sentidos.

"Había cambiado algo, la naturaleza de su amor era ahora distinta. Había ido demasiado lejos. Había en ella algo que siempre hacía que se excediese."

Naturalidad sería la palabra que me evoca esta novela. Por la forma de narrar de Marian Engel, de contarnos esta historia que se presume extraña y que resulta de una genuinidad insólita. Por el entorno en el que se desarrolla. Una isla remota de Canadá, una caramelito para el turismo pero aún sin masificar, completamente deshabitada durante gran parte del año. Una tierra virgen, podríamos decir. Una gran metáfora de la historia que nos cuenta. Virgen, pero no en el sentido de la inocencia. Sí hay inocencia en el sentido del candor, de la pureza, pero Lou sabe muy bien lo que hace y lo que quiere, en ese sentido no hay inocencia. Cuando me refiero a virgen invoco a esa tierra sin explorar. Y así es Lou, un lugar indómito, un paraje por descubrir. Y su relación con el oso será para ella una exploración física, mental y emocional. Lou se conquistará a sí misma.

"Esa noche, tiernamente echada a su lado ante el fuego con la ropa puesta, se sintió una criatura de pecho, una niña, una inocente. Fuera, los colimbos le dedicaban sus agudos gritos. Los juncos se rozaban y le cantaban una canción. Envuelta en el pelaje del oso se sentía arropada en una cesta, acariciada por diminutas olas, protegida por el aliento de bestias amables. Sentía dolor, pero era un dolor dulce y agradable que no pertenecía al sufrimiento mental, sino a la tierra. Olía el musgo y las limpias flores del Norte. Su piel era seda, y terciopelo el aire que la rodeaba. Los guijarros resplandecían bajo las aguas nocturnas con una belleza que tenía valor propio, no el de un joyero. Siguió acostada junto al oso hasta que los pájaros de la mañana empezaron a cantar."

Lou es una joven introvertida. Su trabajo no la ayuda a abrirse al mundo. Es un trabajo que le gusta y que ha elegido pero últimamente siente que necesita un cambio en su vida, por eso acepta encantada la oferta de trasladarse a la isla. La isla, otra gran metáfora. Aislados nos conocemos a nosotros mismos como no podríamos hacer de otra manera. Lou tiene mucho que aprender sobre ella. Es introvertida, pero también compleja. Las relaciones de pareja que ha tenido no le han procurado felicidad. Su relación con el oso en cambio parece satisfacerla en todo los sentidos, cubre todas sus necesidades. Tal vez por eso no puede evitar amarle. O tal vez porque es más fácil. El oso no le exige lo que le exigen los hombres, lo que ella no puede o no está dispuesta a dar. Con el oso puede ser quien ella es.

"¡Oh, se sentía sola, inconsolablemente sola...! Llevaba años sin sentir contacto humano. Siempre se le había dado mal. Era como si los hombres supieran que su alma estaba gangrenada. [...]

Había permitido que aquel trámite continuara porque era su único contacto humano, pero le horrorizaba recordarlo. No había cariño alguno en el acto, solo costumbre y conveniencia. Se había convertido en una especie de castigo que ella se infligía."

El oso. No nos olvidemos de él. Es un animal salvaje. Acostumbrado a tener humanos cerca, sí, sin tener que procurarse alimento o defenderse de amenazas con lo agresivo que esto podría volverle, también. Pero es un animal salvaje, no es un peluche, no es un dibujo animado. Lou es plenamente consciente de ello. No se engaña (bien, amor del bueno). Siente miedo, a veces, se lo replantea, en ocasiones. Pero acepta, admite lo que siente, accede a lo que quiere. Es valiente.

"Despertó por la mañana. Aquel clima era como seda sobre la piel. Cierta sensación de culpabilidad perduraba en los límites de su conciencia. [...]
Vaya, ¡qué extraño!, hacer eso. Haberlo hecho. Que me lo hicieran.
Hurgó en todos los rincones de su conciencia para ver si se sentía mal. Se sentía querida."

Lou no tiene barreras mentales ni pone límites a su amor. Pero yo no puedo evitar seguir intentado describiros su amor por el oso. Y caigo en las definiciones, porque sí, son necesarias, ¿cómo sino vamos a estar seguros de estar hablando de lo mismo? Y descubro maravillada la primera acepción de la palabra amor de la Real Academia Española, dice así: "Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser." Perfecto. Ya os lo dije: lo que tiene que ser, es.

"Lo que él le había transmitido, Lou lo desconocía. No era la simiente de los héroes, ni magia, ni ninguna virtud asombrosa, porque ella seguía siendo la misma; pero por un momento intenso y singular había notado en los poros de su piel y en el sabor de su boca que sabía para qué servía el mundo. No se sentía por fin humana, sino por fin limpia. Limpia, sencilla y orgullosa."


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