La riqueza faunística de Estados Unidos da cabida a especies emblemáticas y de gran valor ecológico. Una de ellas es el oso negro, del que tenemos señales de que podría estar recuperándose en este país.
Cazado y casi extinguido a finales del siglo XIX, el oso negro es un ejemplo más de lo que podemos conseguir cuando aplicamos políticas de expansión de los bosques y normas restrictivas de cacería. Las estadísticas de población del oso negro reflejan un aumento de la especie que nos da esperanzas sobre su total recuperación no sólo en los estados en los que mantenía una tradicional presencia, sino también en otros estados a los que se han enviado ejemplares.
Uno de los últimos indicios de esta recuperación es el avistamiento el año pasado de un joven macho de oso negro en el sur de Indiana, procedente de Michigan, que es el segundo del que se tiene noticia en el estado desde 1870. El segundo oso que se ha visto en la zona, en julio pasado, es otro joven macho, que cruzó nadando el río Ohio desde Kentucky, donde hay una población de casi 700 osos en cuatro condados.
Los osos negros tienen nuevas poblaciones, por ejemplo en Ohio, donde se calcula que hay entre 50 y 100 ejemplares. Lo que no está nada mal para una especie que ha sido acosada durante décadas. Kentucky y Michigan albergan también crecientes colonias de osos negros, e Indiana podría ser el siguiente hábitat de crianza debido a sus características óptimas.
Otra de las razones por las que los osos negros han logrado sobrevivir y expandirse es porque son extremadamente adaptables, lo que los ha llevado a instalarse de nuevo en estados como Connecticut, Ohio, Oklahoma, Missouri, Nevada, Rhode Island y Texas.
Son buenas noticias para la especie y una oportunidad para asegurar la población de osos negros y su contribución en la pirámide ecológica.