En su día fue uno de los más importantes puertos del Mediterráneo, la puerta de entrada a la ciudad más poderosa del mundo: Ostia, la ciudad portuaria situada en la desembocadura del Tíber, creció gracias a las riquezas que venían de todas partes del imperio, y su declive fue ligado al de su ciudad madre.
Según la tradición, Ostia fue fundada en el siglo VII aC por Anco Macio, cuarto de los siete reyes míticos de Roma; aunque las excavaciones sólo han encontrado vestigios que se remontan hasta el IV aC. En un primer momento tuvo seguramente una función militar, ya que los ejércitos enemigos podían remontar el Tíber hasta Roma; pero con la expansión del poder de la ciudad, especialmente a partir del Imperio, se convirtió en un puerto de primer orden.
Las riquezas que pasaban por su puerto la hicieron próspera y permitieron construir templos, un gran teatro y otros edificios que hoy se conservan en mayor o menor medida, algunos restaurados. Ostia es un lugar muy interesante para estudiar las costumbres de la antigua Roma, ya que no ha sido reedificada como lo fue la propia ciudad. Las excavaciones prosiguen hoy en día y se calcula que aún queda aproximadamente un tercio de la ciudad por explorar.
Ostia es uno de los lugares más interesantes que se pueden visitar cerca de Roma. Se encuentra muy cerca del aeropuerto de Fiumicino, por lo que si llegas allí puedes alquilar un coche para visitarla. Tal vez no sea tan espectacular o famosa como Pompeya, pero merece mucho la pena. Se conservan algunas cosas realmente curiosas, como las letrinas públicas, así como un gran número de edificios y mosaicos en muy buen estado. Una visita obligada para cualquier amante de la historia romana.