Desde antes incluso de que empezara esta nueva edición de Operación Triunfo ya se barajaba la opción de que el próximo representante de España en Eurovisión podría salir de este talent-show, algo que le venía muy bien a RTVE puesto que muchas veces no han acertado con sus propuestas elegidas a dedo y las preselecciones que organizan en el otro puñado de casos brillan por la falta de calidad y por polémicas tan sonadas como las de este último año con Manel Navarro.
Sin embargo, no ha sido nada confirmado hasta la Gala 6, momento clave para el programa, que realmente comenzó con una catastrófica Gala 0 en la que los concursantes no dieron ni una y hubo unos cuantos fallos de sonido. Pero a pesar de que las primeras semanas estuvieron más flojas, esta edición ha ido ganándose los corazones de todas las familias cada lunes, y especialmente de los millennials, quienes les hemos hecho un hueco en nuestra apretada agenda a través de las redes sociales y, sobre todo, ese canal 24 horas que está disponible gratuitamente en YouTube.
Los concursantes que estamos viendo, además de mostrar un evidente talento musical mediante el dominio de instrumentos musicales o de la composición, han calado entre el público gracias a su simpatía y naturalidad y nos han demostrado que con trabajo e ilusión todo es posible para cualquier ser humano viviente. Se está viviendo un fenómeno similar al que ocurrió con OT1, ya que las voces no están en un primer plano, sino que prima más la capacidad para transmitir y la evolución personal de cada uno. Esto es lo que nos podría hacer creer de nuevo en Eurovisión, igual que pasó hace quince años con Rosa López.
A pesar de lo positivo que pueda haber en los aspectos que he ido enumerando, hay algo que es bastante diferente a como eran las cosas hace todo este tiempo. En primer lugar, los espectadores estamos más avispados y conocemos muchos de los fallos de RTVE. Por otra parte, estamos muy expuestos a redes sociales, a la evolución del mercado musical de otros países y, por lo tanto, tendemos a la crítica más fácilmente. Y, por último, hay muchos más canales de televisión y también otros tipos de medios por lo que, por mucha repercusión que este programa esté alcanzando, las audiencias no son comparables a las de principios de los años 2000 y es difícil que OT 2017 impacte de una manera tan bestial como la primera legendaria edición, repercutiendo en el tema Eurovisión.
Estando en este punto, con la decisión ya tomada y el programa yendo viento en popa, solo queda esperar que RTVE respete el estilo de los concursantes y permita que se presenten solo aquellos que realmente deseen embarcarse en un proyecto de tal envergadura. Como Mónica Naranjo respondió en una entrevista, quien vaya a Eurovisión debe ser alguien con ilusión por asistir al certamen. Por otro lado, nada de preselecciones cutres como las que hemos vivido este 2017. Estaría bien que una selección de esta índole tuviera una buena realización.
Aún quedan sin resolver muchas incógnitas. ¿Cómo será el proceso de selección? ¿Quién elegirá las canciones? ¿Participarán todos los concursantes de la edición o solo los finalistas como en casos anteriores?
Todas estas preguntas podrían resolverse de una manera clásica dando 3 canciones a cada finalista y eligiendo la opción más viable. No obstante, creo que un punto a favor de esta edición es que quieren dar un paso más allá, hacer las cosas bien y conectar con el público de una manera diferente. Por este motivo, dicho modelo me parece un poco obsoleto y se podrían incluir novedades, por ejemplo, que los mismos concursantes presenten sus composiciones. ¿Qué podría haber mejor que un triunfito representando a España con una canción propia?
Creo que sería bastante interesante presentar diferentes proyectos, varios concursantes (se repitan o no) haciendo propuestas con canciones propias, con canciones de otros, haciendo dúos o incluso grupos. Esta edición está demostrando que el talento no es solo individual gracias a actuaciones que ya se han hecho históricas como la de Alfred y Amaia cantando “City of stars”. Así pues, ¿por qué no mandar a este dúo cantando algo en plan íntimo? Está claro que Amaia podría ir en solitario también con algo minimalista (tipo de propuesta bien acogida como demuestra el primer puesto de Salvador Sobral y Jamala o el segundo lugar que obtuvieron The Common Linnets poco antes). Es más, Zahara se ha propuesto para componerle una canción para la ocasión si ella es la elegida.
Alfred en solitario también podría ser un buen golpe de efecto, aunque quizás sea un perfil demasiado similar (involuntariamente) al del ganador portugués. También hay que tener en cuenta que su toque de improvisación jazz podría ser muy interesante, pero si no se controla como es debido también podría jugar en su contra debido a que en Eurovisión todo está medido al milímetro.
Hay muchas opciones y, si las propuestas van acompañadas de buenas canciones y puestas en escena decentes, este año podríamos hacer algo grande. Raoul podría llevar algo más moderno y cercano al trap, lo que sorprendería bastante en el certamen, no muy acostumbrado a este tipo de géneros. Nerea también podría conquistar por su simpatía o incluso un dueto de Mimi y Ricky podría darnos una buena alegría si van con un tema que les favorezca vocalmente y sea dinámico y actual. Sin embargo, si hablamos de presencia, la citada Amaia o Agoney están sobrados. Especialmente este último ha demostrado un gran dominio de las cámaras y una actitud maravillosa, un punto muy a favor, pues no olvidemos que Eurovisión es ante todo un formato televisivo.
Hay muchos más nombres que podrían resultar una buena jugada: Aitana, Roi, Marina o incluso Ana Guerra, ahora que empieza a coger carrerilla después de un comienzo un tanto dubitativo. Pero, ¿por qué no ir un poco más lejos? ¿Por qué no enviar a 6 (máximo de personas permitidas en el escenario de Eurovisión) de los concursantes cantando “Camina”, el himno de la edición? Sería una especie de Modecades millennial y, a pesar de que solo se ha oído la maqueta, parece un tema resultón. Sería una evolución del coro de triunfitos que acompañó a Rosa en su momento y algo que no está demasiado visto en el certamen.
Ahora solo queda esperar a ver cómo sigue desarrollándose la segunda mitad del concurso y confiar en el buen hacer de RTVE y, sobre todo, de Gestmusic, que ha sabido acercar el formato a un nuevo público y cuidarlo como es debido, que es lo mismo que le hace falta al concepto eurovisivo entre los españoles, un empujón con un representante que vaya con ganas, con un tema potente que le identifique artísticamente y una puesta en escena que juegue a su favor.
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