Por estos días, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se encuentra bastante nerviosa. Y no es para menos. Resulta que cumplidos los tres meses del inicio de la cruzada de Washington, París y Londres contra Muammar al-Gaddafi, cuyo mando heredó la Alianza unos días después, aún no cumplen con sus propósitos. Lo que se concibió como una acción rápida no tiene para cuándo acabar. Gaddafi y quienes le siguen resisten, y los opositores en armas no logran grandes avances a pesar de que los aviones de la OTAN les limpian el camino con sus bombas.
Lo peor es que ya comienzan aflorar las fisuras. Muchos aliados han hecho desembolsos millonarios para esta guerra, pero no ven el beneficio de la inversión; por ello ya algunos comienzan a hablar de fondos limitados, más cuando se está en crisis. Otros incluso han anunciado su retirada de la contienda. Noruega, por ejemplo, que para el secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, era un patrón de buen colaborador, se retirará el primero de agosto. Holanda también dijo que abandonaría.
Los civiles muertos que dejan los bombardeos de la OTAN —cuando supuestamente el bloque solo debía atacar a objetivos militares— ha acarreado el cuestionamiento de la opinión pública internacional, y obligado a varios aliados a pronunciarse. Para colmo, hasta en Estados Unidos, legisladores tanto demócratas como republicanos cuestionan la legalidad de la guerra, y acusan al presidente Barack Obama de haber violado la Constitución por agredir la nación árabe.
Además, si al inicio la opinión pública internacional se creyó el cuento de que esta era una operación para «proteger civiles» —como defendieron algunos de los grandes en el Consejo de Seguridad—, hoy los sondeos indican que los ciudadanos de muchos de los países implicados, al menos los cabecillas de la cruzada, saben que el embargo de armas y la zona de exclusión aérea, entre otras medidas aprobadas por esa instancia de la ONU, solo buscaban un ajuste de cuentas a Gaddafi y un cambio de régimen en Trípoli.
No obstante, según la consultora Harris, ese verdadero objetivo de la guerra cuenta con apoyo en Estados Unidos y cinco países europeos (Reino Unido, Francia, Italia, Alemania y España). En Alemania, por ejemplo, el 57 por ciento acepta que el propósito sea el fin de Gaddafi; en Italia, el 56; mientras en España, la mitad desea el cambio de régimen en Libia (así han funcionado de bien las campañas satanizadoras). Pero, lo que sí rechazan los encuestados es que la campaña mate a inocentes, ni signifique el despliegue de soldados de su país en la nación árabe. En Estados Unidos, la cifra de opositores a esta idea ronda el 56 por ciento.
Los cuestionamientos sobre la credibilidad de la OTAN se han hecho más intensos luego del incremento de la muerte de civiles en los últimos bombardeos de la Alianza. España, que se ha mostrado incondicional a la cruzada y ha manifestado que se mantendrá en la operación hasta el final, no está muy contenta con estos aciagos acontecimientos. E Italia le dio su regañito al bloque.
Por su parte, la Liga Árabe condenó duramente la muerte de civiles, y esto quizás sea una preocupación adicional para la Alianza, porque fue este ese grupo de países el que abrió la puerta al Consejo de Seguridad para sus acciones, cuando avalaron la zona de exclusión aérea.
Hasta el momento, los aliados se desesperan porque no han logrado sacar de escena a Gaddafi a pesar de que han intentado asesinarlo varias veces. En cambio, han tenido que reconocer su autoría en la muerte de civiles, lo cual catalogan como errores o daños colaterales. Pero estos errores, bastante repetitivos para tratarse de bombardeos quirúrgicos, pueden ser el argumento que les vire la campaña mediática en su contra.
Tampoco saldrán de Libia sin haber logrado sus objetivos, y esta guerra de desgaste les está demostrando que con ataques aéreos no llegarán a donde quieren, al menos no tan rápido. Se les hace necesario un despliegue terrestre, pero ello no está contemplado en la Resolución 1973, ni siquiera existe un consenso entre los países de la coalición, ni lo desea la mayoría de la opinión pública.
Todo parece indicar que la OTAN está metida en un pantano, y que no tendrá otro remedio que mantenerse chapoteando hasta que encuentre cómo salir del fango.
*En la imagen, Khaled Al Khawaildi Al Hamadi, hombre cercano a Gaddafi, en el funeral de sus dos hijos asesinados por la OTAN. Foto: Reuters