Arnaldo Otegui no podrá presentarse a las elecciones vascas del próximo 25 al estar inhabilitado para cargos públicos hasta 2021, pese a haber concluido su pena en prisión como dirigente de ETA.
Pero además de los nacionalistas, fuerzas autoproclamadas progresistas, como Podemos e importantes dirigentes del PSOE, exigían que pudiera aspirar a lehendakari.
Le concedían perdón moral y político al personaje que dirigió a terroristas de ETA y participó en secuestros y asesinatos, aunque supo ocultar pruebas para no ser condenado por ellos.
Pedro Almodóvar, oscarizado director de cine, apareció en los Papeles de Panamá como un notable defraudador de impuestos mientras daba mítines contra los evasores, a los que señalaba como todos de derechas, no como él, gran portavoz justiciero de la “zeja”.
Sin reproche moral ni social alguno va a representar al cine español en Hollywood como nuevo aspirante al Oscar a la mejor película extranjera. Ni una sola protesta contra este presunto defraudador para el que sólo hay aplausos.
José Manuel Soria, que antes de entrar en política, en los años 1980 y algunos de los 1990 tuvo una empresa familiar consignataria de buques que, como todas sus similares, abanderan sus barcos y tienen cuentas allí y en otros paraísos fiscales, porque así es el comercio internacional.
Siendo ministro de Industria, el pasado abril mintió al decir que no recordaba aquellas cuentas de lejanos años. Tras la dimisión, y pese a su currículo profesional, ahora debió renunciar a un alto cargo en el Banco Mundial: no se le perdonas su mala memoria, como debe ser.
Pero, seamos justos: vemos que, según qué personas, se valoran con distintos criterios los delitos de sangre, los fraudes y las faltas, cuando ninguno de estos supuestos debe prescribir moral ni socialmente.
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