Revista Insólito
Las ondas sonoras procedentes de la grabación policial llegaron
al carnoso pabellón auditivo del magistrado y abriéndose paso
entre una maraña de pelos y restos cerúleos enfilaron el oido
medio hasta rebotar contra el tímpano. Este amplió la sonoridad
de las escuchas haciendo temblar al martillo que , golpeando
al yunque, estremeció al estribo, ante el estupor de la Trompa
de Eustaquio. En los conductos semicirculares resonaron los
ecos del escándalo con tal intensidad que el nervio óptico se
vio obligado a informar a la neurona del sesudo jurisconsulto.
Entonces fue cuando su señoría se rascó la oreja y dictaminó
con supremo desprecio: "Lo que tiene uno que oir..!!".