Breve escapada, estrictamente personal, ya casi a finales de la estación.
En 2010, que no hacia 1900...
Partí no sin cierto temor.
Demasiado tiempo sin Berlín.
Demasiado tiempo... ¿sin mí o sin mi Berlín?
Alivio al reencontrarme con el viejo (auténtico) tapizado de los vagones de la U6, con el hombrecillo de los semáforos de Berlín Este, con la Fassanen strasse (a qué negarlo), las villas, los patios encendidos, los adoquines y la oscuridad de la noche.
Y aún así el temor
Viajaba sin nada de cuanto antes solía ir conmigo.
Sin el poemario de Jorge Riechmannn, por ejemplo, algunos de cuyos versos rememoraba un melancólico personaje de "Ciudadanos", porque
"ha pasado ya el tiempo de preguntar por qué"
y ahora
"es el momento de mirar derechamente a los ojos, a las larvas que medran en el iris".
Viajaba sin Benjamin, sin Roth, sin Döblin, sin Benn, sin Sebald...
Viajaba con la certeza de que me encontraría con Munch, Dix, Grosz, Menzel, Hausmannn...
Viajaba con un breve libro: Berlín y el barco de ocho velas, de Jesús del Campo (Minúscula).
Fue suficiente pasear con este breve e intenso librito que condensa en un relato escueto y sugerente un rastro de imágenes de la vida invisible, evocando cuentos (relatos) e Historia que resuenan en múltiples voces y, a veces, también en la música y las letras de Lou Reed, ¿por qué no?.
Y en esas páginas leía:
"Berlín es una escultura forjada por la guerra".
Sí, una ciudad "condenada a ser pedagógica", en la que "cada minuto de felicidad contiene una sutil carga de revancha hacia los malos trucos de la hitoria... un silencio colectivo que dice sí, sabemos más que otros sobre el tabú del sufrimiento pero ese es nuestro secreto y no queremos que se nos note".
Y acaso por eso también se leen en sus muros "un letrero que dice wir wollen nicht ein Stück von Küchen, wir wollen die ganze Bäckerei", firmado con la A.
Es decir, no queremos una porción de pastel, queremos la confitería entera.
Fue una acertada elección, el librito de Jesús del Campo, pienso ahora al evocar la lectura, ya de vuelta (¿devuelta?) en Barna.
En una Barcelona que, al pasearla (hace sol, hoy sábado, y vengo de la niebla y de la lluvia, y por eso el deseo de... aparte que Martin me pide paseos y charlas, en un intento vano de reproducir lo no vivido con su hijo, nuestro Nico) encuentro repleta de bandas de jóvenes (chicas de colegios de monjas envueltas en bandares ¡amarillas y blancas!) que gritan desaforadamente ¡Viva el Papa!.
Pero no nos desviemos.
Tenía que ser selectiva, ya que debía llevarle a Nico parte de lo que se dejó aquí.
Entre otras cosas, su magnífica bicicleta (convenientemente envalada)
Grandes resistencias por mi parte. En la vida, tamaño despropósito.
Y sin embargo...
Allí me fui, con complejo de clueca.
Tuve la suerte de vivir el esplendor del otoño en Berlín, en 2010.
Tuve la suerte de vivir ese otoño con Nico, que me empezó a enseñar el Nuevo Berlín.
¡Ojito!
Nada que ver con los manidos reportajes para turistas aficcionados o parvenues.
¡Nein!
Y ya iré hablando de esos movimientos subterráneos, sus larvas.
Marché melancólica. Vuelvo serena.
Regreso con la certeza de...