Paul Craig Roberts, CounterPunch
El 25 de noviembre, dos días después de la fracasada subasta de bonos del gobierno alemán en la cual Alemania fue incapaz de vender el 35% de su oferta de bonos a diez años, el ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schaeuble, declaró que Alemania podría retirar sus requerimientos para que los bancos privados que tienen deuda soberana de Grecia, Italia y España acepten una parte del coste de su rescate cancelando una porción de esa deuda. Los bancos privados quieren evitar las pérdidas, bien forzando a los gobiernos griego, italiano y español a pagar los bonos imponiendo una austeridad extrema a sus ciudadanos, o bien haciendo que el Banco Central Europeo (BCE) emita euros con los que comprar la deuda soberana de los bancos privados. Emitir euros para pagar la deuda va en contra de la carta del BCE y aterra especialmente a los alemanes debido a la experiencia de hiperinflación sufrida durante la república de Weimar.
Obviamente, el gobierno alemán pilló el mensaje de la orquestada y fracasada venta de bonos. Como escribí en aquel momento, no hay razón para que Alemania, que tiene una proporción de deuda pública en relación al PIB relativamente baja comparada con los países con problemas, no sea capaz de vender sus bonos. Si se duda de la solvencia de Alemania, ¿cómo puede esperarse que Alemania rescate a los otros países? La prueba de que la fallida venta de bonos alemanes fue algo orquestado la tenemos en la exitosa venta de los problemáticos bonos italianos que se produjo dos días después.
Extraño, ¿no es verdad? Italia, el mayor país de la UE que necesita un rescate de su deuda, puede aún seguir vendiendo sus bonos, pero Alemania, que no necesita rescate alguno y que se espera asuma un coste desproporcionado del rescate de Italia, Grecia y España, no pudo vender sus bonos.
En mi opinión, la fracasada venta de bonos alemanes fue orquestada por el Tesoro de EEUU, el BCE y las autoridades de la UE, así como por los bancos privados que tienen problemas de deuda soberana.
Mi opinión se basa en los hechos siguientes: Goldman Sachs y los bancos estadounidenses han garantizado quizá un billón de dólares o más de la deuda soberana europea vendiendo permutas financieras o seguros frente a los cuales no tienen fondos de reservas. Los pagos que los bancos estadounidenses recibieron por garantizar los valores de los instrumentos de la deuda soberana se convirtieron sencillamente en beneficios y en bonos para los ejecutivos. Esto fue desde luego lo que arruinó al gigante de estadounidense de seguros AIG, provocando el rescate del TARP (siglas en inglés del Trouble Asset Relief Program –Programa de Ayuda a Activos con Problemas-) a costa de los contribuyentes estadounidenses y de enormes beneficios para Goldman Sachs.
Si alguna de las deudas soberanas europeas no se satisface, las instituciones financieras de EEUU que emitieron contratos de permutas financieras o garantías sin fondos contra la deuda se encontrarán debiendo inmensas sumas de un dinero que no tienen. Probablemente la reputación del sistema financiero estadounidense no pueda sobrevivir al impago por las permutas financieras emitidas. Por tanto, el fracaso de la deuda soberana europea renovaría la crisis financiera en EEUU, requiriéndose una nueva ronda de rescates y/o una nueva ronda de “expansión monetaria cuantitativa”, es decir, de emisión de billetes de banco para volver a pagar irresponsables instrumentos financieros, cuya emisión solo sirvió para enriquecer a un pequeño número de ejecutivos.
Ciertamente, el presidente Obama no quiere entrar en un año electoral teniendo que enfrentar la perspectiva de una quiebra financiera en EEUU. Por tanto, sin ninguna duda, el Tesoro de EEUU quiere dejar fuera a Alemania de un rescate europeo.
Los bancos privados franceses, alemanes y holandeses, que parecen tener la mayor parte de la conflictiva deuda soberana, no quieren asumir pérdida alguna. Ni sus balances, arruinados ya por los derivados fraudulentos de Wall Street, pueden soportar más pérdidas; además, temen también la caída de los precios de sus acciones con ya muy reducidas ganancias debido a la depreciación de malas deudas soberanas. Es decir, que hay mucha pasta en juego para esos bancos, por lo cual tienen muchísimo interés en conseguir que el gobierno alemán no interfiera en su cuenta de resultados.
Al BCE no le gusta ser una entidad menor que la Reserva Federal de EEUU y el Banco de Inglaterra del Reino Unido. El BCE quiere poder para poder emprender “expansiones monetarias cuantitativas” por él mismo. El BCE se siente frustrado ante las restricciones impuestas a sus poderes por las condiciones exigidas por Alemania por renunciar a su propia moneda y por el control del banco central alemán sobre el dinero que circula por el país. Las autoridades de la UE quieren más “unidad”, lo cual significa menos soberanía de los países miembros de la UE. Alemania, al ser el miembro más poderoso de la UE, es un impedimento para el poder que las autoridades de la UE desean detentar.
Por lo tanto, el fracaso de la venta de bonos alemanes es un suceso orquestado para castigar a Alemania y advertir al gobierno alemán para que no obstruya la “unidad” o pérdida de soberanía individual del país.
A Alemania, a la que se viene machacando desde su derrota en la II Guerra Mundial, está conformada a nivel constitucional para que no pueda alcanzar un liderazgo fuerte. Cualquier indicio de liderazgo alemán es rápidamente sofocado sacando a relucir los recuerdos del Tercer Reich. Como consecuencia, se ha empujado a Alemania hacia una Unión Europea que intenta destruir la soberanía política de los gobiernos miembros, del mismo modo que Abe Lincoln destruyó la soberanía de los estados de EEUU.
¿Quién gobernará la nueva Europa? Obviamente, la banca privada europea y Goldman Sachs.
El nuevo presidente del BCE es Mario Draghi. Fue vicepresidente y director administrativo de Goldman Sachs Internacional y miembro del Comité de Administración de Goldman Sachs. Draghi fue también director ejecutivo italiano del Banco Mundial, gobernador del Banco de Italia, uno de los miembros del consejo de gobierno del BCE, miembro de la junta de directores del Banco de Pagos Internacionales y miembro de la junta de gobernadores del Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo y del Banco de Desarrollo Asiático y presidente de la Junta de Estabilidad Financiera. Como resulta obvio, Draghi va a dedicarse a proteger el poder de los banqueros.
El nuevo primer ministro de Italia, nombrado, no electo, fue miembro de la Junta de Asesores Internacionales de Goldman Sachs. Mario Monti fue nombrado por la Comisión Europea, una de las organizaciones que gobierna la UE. Monti es el presidente para Europa de la Comisión Trilateral, una organización estadounidense dedicada a potenciar la hegemonía estadounidense por el mundo. Monti es miembro del grupo Bilderberg y miembro fundador del grupo Spinelli, una organización creada en septiembre de 2010 para facilitar la integración dentro de la UE.
Al igual que en Italia se ha instalado a un banquero no electo como primer ministro, otro tanto se ha hecho en Grecia. Obviamente, a lo que se van a dedicar es a pergeñar la solución de los banqueros a la crisis de la deuda soberana.
El nuevo primer ministro nombrado en Grecia, Lucas Papademos, fue gobernador del Banco de Grecia. De 2002 a 2010 fue vicepresidente del BCE. También forma parte de la Comisión Trilateral de EEUU.
Jacques Delors, uno de los fundadores de la UE, prometió en el congreso de los sindicatos británicos de 1988 que la Comisión Europea exigiría a los gobiernos que introdujeran una legislación que favoreciera a los trabajadores. En lugar de eso, nos encontramos con una Comisión Europea controlada por los banqueros que no paran de exigir que los trabajadores europeos rescaten a los bancos privados aceptando salarios más bajos, menos y peores servicios sociales y una jubilación más tardía.
La Unión Europea, al igual que tantas otras entidades, no es más que otro esquema que tiene como objetivo concentrar la riqueza en unas pocas manos a expensas de los ciudadanos europeos, que están condenados, como los estadounidenses, a ser los siervos del siglo XXI.Una mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización