Esperó hasta dormirse y soñó con otra Navidad atípica, florida y llena de cálidos colores veraniegos.
Siempre soñó con pasar las navidades en la playa, alejado del estrés, luciendo un bañador hawaiano, bronceándose al sol.
Imaginar el sabor del mar y el tacto de la arena en sus manos le reconfortaba, y cuando en sus sueños aparecían bellas mujeres sirviéndole cócteles se dibujaba una sonrisa picarona en su cara regordeta.
La felicidad se esfumó con el sonido del despertador. Las ventanas heladas dejaban ver gruesos copos de nieve cayendo. Se calzó su eterno traje rojo y blanco. Salió de la cabaña y se subió al enorme trineo.