Revista Opinión

Otra carta a una sombra

Publicado el 16 julio 2015 por Diariocubano

Podría dedicar este espacio a resaltar, al menos por un día, cómo la impunidad y el olvido se vuelven un paisaje cada vez más sepia y difuminado y cómo cada muerto termina puesto al lado de otros tantos como en las bandas de producción en serie de una fábrica de muñecos. Pero ni eso, ni las leyes aunque se cumplieran, ni las ayudas que nunca llegan, ni las promesas que antes de pronunciarse ya habían vencido, pueden aliviar el desmembrado corazón de una niña que vio morir a su papá después del irrenunciable ruido de dos balas. Me tomó 29 años entender que nada puede hacerse, que no hay justicia que le dé balance a este episodio, que lo único que cabe es tan simple como obvio: perdonar.

Pero no hablo del perdón del que se cuelgan los oportunistas cazavíctimas y que burdamente remiendan en el ya raído traje de la “paz”. Hablo del perdón propio, el privado, el íntimo y silencioso, el que no necesita testigos, en el que no hace falta el destello de un flash o un trípode, el que ocurre en el instante sagrado en el que se comprende todo y no se guarda nada, ese diminuto espacio en el que se entrega la colección de armas guardadas bajo llave en cada ranura del agrietado corazón. El momento en el que sé que siendo nada es que soy todo y recibo al fin el soplo de libertad que no lograba respirar desde aquella noche. Todo sucede tan profundamente que los propios ojos no se enteran, y no es necesario, tan adentro que se abre un hueco en el tiempo que sin llevarme a ningún lado, al fin me trae de regreso. Ya no son necesarias las preguntas que nunca tuvieron respuesta. Ya no hay necesidad de reclamarle incesantemente al cielo por tu ausencia. Hoy comprendo que sencillamente hiciste lo que debías. Y ahora, yo hago lo que me corresponde: entrego esta historia y, simplemente, busco mi libertad.

Camila Camacho. Villavicencio.

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