BMW F750GS
Otra cosa, otro mundo. Las cosas eran como eran y ahora las cosas son como son. Y en ese devenir cada uno de nosotros encontramos nuestro palo y hemos de aguantar nuestra vela. Y las cosas cambian, o las cambiamos, o se cambian solas, o vete tú a saber. Pero las cosas cambian... y mucho. Y yo también. T tú.
Lo que no sé yo, lo sabe la moto. La BMW tiene pinta de ser una moto muy complicada. Tiene un montón de botones, de funciones y de configuraciones que no sé para qué valen. Me preocuparé de ello cuando haya rodado, cuando me sienta sentado, cuando aprenda a conducir, cuando sepa parar y poner los pies. Dice Santos que es mejor así y yo creo que tiene razón. Lo cierto es que, en una rotonda, me ha parecido que la moto ha corregido, o ha tumbado, o ha enrutado de forma diferente a lo que yo había planeado. O lo he hecho yo y la electrónica me ha hecho creer que lo he hecho yo. No lo sé, pero me parece que la moto tiene más valor que yo.
He citado a Santos porque hoy me ha acompañado al concesionario. Cuatro ojos ven más que dos y dos cabezas piensan mejor que una. Santos es un amigo, una persona que he conocido hace pocos meses. Un hombre acogedor, un tipo con suerte que se llevó a lo mejorcito de la ciudad, que yo lo sé. Ya es gran persona y llegará a serlo más cuando abandone el madridismo.
-Parece que viene otra moto detrás, he pensado. Al poco de salir de la tienda oigo una moto con un sonido grave, profundo, constante, que choca contra los escaparates. Me aparto un poco para que me adelante pero no me adelanta nadie. En el siguiente cruce me vuelve a pasar lo mismo. Resulta que no venía ninguna moto detrás. Y es que en la BMW hay dos sonidos muy diferenciados: el del motor, metálico, zumbidoso, discreto, y el del escape, riguroso, formal y petardeante.
Lo que es y lo que se puede hacer. En este nuevo sting, en este nuevo tramo, en esta nueva manga de la vida que golpea la puerta de mi ser y se mete por el quicio hasta donde quiere, en este momento ya no se trata de lo que es, sino de lo que se puede hacer. Por eso me da la sensación de que esta nueva moto me va a acompañar a respirar de otra manera, a tranquilear diferentemente, a volver a casa de otra forma.
Otra cosa, otro mundo. Un mundo en el que el peor enemigo de la verdad no es la mentira sino que el peor enemigo de la verdad es lo que la gente piensa. Otro mundo emocionado que se entretiene en sentir y no se ocupa de pensar en lo grave -bueno y malo- de la vida ni en las consecuencias -buenas o malas- de las cosas que hacemos. En este nuevo mundo me monto en mi moto para volver a casa, que es lo más importante. Yo, personalmente, también me empeño en que mi casa sea otra cosa, otro mundo.