Después de muchos años de intentos, mas o menos infructuosos, para superar diversas dificultades personales, profesionales, económicas y de todo tipo en el control de los pacientes anticoagulados, por fin se plantea la opción de facilitarles, un sistema de autocontrol domiciliario y personal a través de la entrega de un coagulómetro adecuado con sus tiras.
El protocolo dice que la administración solicita al médico la entrega de un listado de pacientes susceptibles de utilizar este sistema en su casa, elegidos en función de su capacidad personal para entenderlo e implementarlo. Los pacientes que superan este listado deben adiestrarse en el manejo y comprensión del complicado mundo de la coagulación y esto a través de un curso, pero no cualquier curso, no, un curso de 4 horas, formación que digo yo, que muchos profesionales nunca han recibido.
Casi nada que objetar.
Pero topamos con la normativa, los protocolos y las personas, hasta acabar por encontrarnos que dicho curso se les exige de igual manera y cual barrera insalvable a los profesionales sanitarios anticoagulados que durante todo este tiempo han realizado los controles a los usuarios, asumiendo la formación, formulando las recomendaciones adecuadas y orientando las dosis oportunas.
¿Y cual ha sido el pecado de estos profesionales?
Pues en primer lugar, que algunos responsables no tienen claro si están capacitados para realizar sobre su propia persona lo que hasta ahora han venido realizando con sus pacientes.
En segundo lugar, su delito ser enfermeros, porque no están capacitados para poner la dosis a los pacientes, que hay que estar colgado para no saber que en primaria se asumen muchas tareas que probablemente no se deberían asumir, pero que importó poco cuando de convencer a los profesionales para asumir este control se trataba. Por no hablar de que la dosis la calcula el ordenador.
En tercer lugar haber provocado el enfrentamiento con algunos hematólogos/as que se rasgaban las vestiduras (y todavía se las rasgan) solo con oir hablar de que no es necesario hacer viajar a los pacientes cientos de kilómetros ni trasladar la sangre en la mano en un autobús (como yo he vivido) para analizar unos datos y poner una dosis.
En fin la administración ahorrará algunos aparatos porque esto se ha convertido en una cuestión visceral, y de paso continuaremos incentivando negativamente a esos profesionales cada vez mas difíciles de motivar.