Líneas de campo y líneas de ciudad, como los famosos ratones, aquellos que intercambiaban sus vidas por unos días y terminaban echando de menos cada uno lo suyo: el ratón de campo no se acostumbraba a las prisas de la ciudad y el ratón de ciudad no soportaba las incomodidades del campo. Zapatero a tus zapatos, podríamos decir.
La verdad es que yo siempre he sido bastante moldeable y me he sabido acostumbrar a ambientes muy diversos. Es una de las cosas que se aprende viajando: donde fueres, haz lo que vieres. Lo que no sé es si es algo que se aprende en el viaje, o es algo que uno ya tiene dentro sin lo cual el viaje es imposible. En todo caso es absolutamente necesario para viajar, porque lo que sí tengo claro es que los planes nunca salen bien y hay que estar adaptándose constantemente a nuevas situaciones. Recuerdo, por ejemplo, que tardé casi una semana en poder salir de Ushuaia, al sur de Argentina, porque no había ningún transporte y solo era posible irse de allí haciendo auto-stop. Yo no contaba con que me fuese a resultar tan difícil conseguir que algún camión me llevase y ya no tenía dónde quedarme a dormir más que en una vieja casa abandonada sin luz y sin agua, sin muebles, ni cama ni nada, tan sólo un colchón de gomaespuma viejo y lleno de agujeros que estaba muy bien como refugio provisional para una o dos noches, pero que a la quinta o sexta el sentido del humor ya distaba mucho de ser el más deseable. Y además en pleno mes de agosto os prometo que en Ushuaia hace algo más que un poco de frío.
En fin, no es mi intención ponerme en plan abuelo a contar batallitas. Finalmente salí de Ushuaia en un camión enorme, uno de esos con dos remolques que iba derrapando en las curvas y pasé más miedo que vergüenza en aquel viaje, pero a lo que iba es que hay que ser moldeable. Usando un ejemplo típico y cursi, hay que ser como el bambú: resistente pero flexible. Sólo así podemos estar seguros de que estamos preparados para la aventura. Claro que también se puede ser feliz sin ese espíritu aventurero, pero sin renunciar a los viajes. Creo que debería ser obligatorio como parte de la educación social de las personas, como forma de potenciar el bien común y el desarrollo coherente y maduro de la sociedad. Todos los ciudadanos deberían estar obligados a viajar fuera de su país durante un año en algún momento de sus vidas, preferiblemente entre los 20 y los 25 años. Me da lo mismo el destino que cada uno prefiera, pero me parece importantísimo dar un par de vueltas por el mundo y conocer a más seres humanos para darse cuenta de que hay otras formas de hacer las cosas que son igualmente válidas que las nuestras, para entender que la certeza no es más que otra duda mal resuelta y aprender que lo que nos contaron era solo una parte de la ecuación.
Solo así podremos desarrollarnos con plenitud, saber lo que nos gusta y ser nosotros mismos con más convicción porque tendremos la sutil certeza de no ser los otros.