Revista Deportes

otra lección en el Bernabeu

Publicado el 12 diciembre 2011 por Libretachatarra
impacto
El clásico había empezado del peor modo para el Barcelona. No había transcurrido un minuto y ya estaba perdiendo uno a cero, tras un error de su arquero. Resultado a pedir de boca para el Real de Mourinho, con viento a favor para liquidar el partido de contra, como es su especialidad.
La siguiente pelota después del gol del Real, Barcelona la jugó igual: al pie. La primera pelota que le llegó al arquero, la jugó por abajo, del mismo modo que aquel fallo inicial que abrió el marcador.
Barcelona estaba impreciso pero en esa jugada definió la convicción de un equipo que sabe a lo que juega. Había sentido el golpe, pero no estaba enloquecido. Si había una manera de remontar ese comienzo sombrío, era jugando como lo vino haciendo los últimos años.
Cuando todavía no había llegado la genialidad de Messi para empatar el partido, se olía en el aire que el Real había dejado pasar el tren. Lentamente, el equipo merengue comenzó a perder la pelota en el medio; luego, corría todas las jugadas desde atrás. Un poco después, empezaron a protestar todas las jugadas, dejando la piernita arriba en cada cruce. Codazos, empujones, caídas magnificadas, pedidos de penales por mano en pelotazos que pegaban en el pecho. El estadio atronó pidiendo una segunda amarilla para Messi. Más pasaba el tiempo y más perdía el control del partido el equipo que ganaba. Barcelona seguía dueño de la pelota, moviéndose, buscando espacios, tirando paredes, triangulando. Paciente. Sabiendo que su oportunidad iba a llegar.
Mientras Barcelona se vestía con la poesía del fútbol, Real Madrid se transformaba en la copia fiel de un equipo argentino. Obsesionado por la destrucción, el Real sufre los partidos con el Barsa. Esmerila el juego. No lo disfruta. Y esa actitud reduce la calidad de jugadores como Cristiano Ronaldo o Di María, por poner dos ejemplos tomados al azar, que terminan como pálidas imágenes de su potencial.
Para los que por estos pagos dicen que del Barcelona no se puede copiar nada porque tendrías que tener esos jugadores para jugar así, convendría que vieran cada partido del equipo catalán. No se puede negar el nivel de excelencia de sus integrantes. Eso, seguramente, no esté disponible en el fútbol local. Pero Barcelona tiene mucho para estudiar y copiar en lo táctico. Desde cómo se mueve a partir de la pelota; de su defensa, aún cuando ataca; de la disposición de sus delanteros en ser los primeros en marcar cuando pierden la pelota; del culto al balón bajo cualquier circunstancia (aún cuando se equivocan, como lo mostró el comienzo del clásico); de su dinámica constante para encontrar los espacios y mostrar receptores del balón.
Este esquema del Barcelona, intentó replicarlo Batista en la Selección. A veinte días de firmar su contrato con la AFA, con la eliminación en una Copa América que terminó invicto, los dirigentes del fútbol argentino cancelaron el proyecto.
No extraña.
Como no extraña, los comentarios de los iluminados que en el último Mundial auguraban con sorna que España saldría campeón cuando los arcos estuvieran en los laterales.
Las deficiencias en el análisis de la realidad, que se ven en la sociedad argentina en su conjunto, también se observa en el fútbol argentino. Que lo que el Barcelona está haciendo no genere inquietud y deseos de emulación en el fútbol local revela hasta dónde ha caído un deporte en el que fuimos potencia.
Con mucha pereza y poca hambre de gloria, el fútbol argentino se rebajó, conciente y voluntariamente, a un escalón por debajo de la excelencia.
Esa actitud revela, en forma inequívoca, el germen fatal de la decadencia.

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