Otra mujer aniquilada. Una joven de 25 años apareció el pasado miércoles brutalmente asesinada en una zona descampada de Madrid. Había salido esa tarde a pasear a sus perros, que seguían junto a su cuerpo cuando dos hombres que paseaban lo encontraron y avisaron a las fuerzas y cuerpos de seguridad.
Lo primero que te viene a la cabeza con los primeros datos de lo acontecido es que esta lacra de asesinatos contra las mujeres es, sin duda, lo peor de nuestra sociedad actual. Después empiezan a sucederse las primeras investigaciones, que tratan de esclarecer si la chica tenía algún ex, si algún hombre la había amenazado, si había interpuesto alguna denuncia, si había sido víctima de agresión sexual...
Comienza entonces el baile mediático, de informaciones que van y vienen, y algunas muy diferentes sobre lo que pudo suceder. El hallazgo del móvil de la joven centra la investigación, que trata de dilucidar si la víctima conocía a su agresor o agresores. El contenido de algunos mensajes de su móvil, según algunos medios, dan un vuelco a la historia y ponen el foco en una mujer como posible autora del asesinato, así que en ese momento se descarta que sea un caso de violencia de género, tal y como se entiende esta terrible realidad: mujeres muertas a manos de parejas o exparejas. Otros medios siguen con la hipótesis de un hombre (o varios) como autor del terrible crimen.
Sea como fuere, son mujeres, al fin y al cabo, las que están muriendo. Mujeres liquidadas por el simple hecho de ser mujeres. Leído así, sin un contexto, podríamos pensar que seguimos en la época de las cavernas, en las que la mujer era un apéndice del hombre que solo servía para tener hijos y cuidar del hogar.
Pero no, estamos en pleno siglo XXI y asistimos a grandes contradicciones: por un lado, el movimiento feminista en pro de la igualdad avanza, da pasos firmes, nada será igual que antes, el terreno ganado no se perderá, pero aún las siguen asesinando, aunque luego haya iluminados, como los de VOX, que nieguen esta realidad. Las matan, nos matan, y eso es lo único incontestable.