Entonces pudo penetrar el filósofo que no en vano la Providencia había colocado la cabeza de aquel imperio en el centro del Mediterráneo, que no en vano había dotado al pueblo-rey de aquel espíritu incansable de conquista; porque era necesario un poder que, poniendo en comunicación todos los territorios, todas las naciones mediterráneas, conquistador primero y civilizador después, difundiera por todas aquellas regiones en un mismo lenguaje, una misma religión, un mismo derecho. Necesario era que se desplomara aquel gran imperio al soplo del cristianismo; necesario era que la Italia, las Galias, la España, el África, la Grecia, el Asia menor, la Siria, el Egipto, la Judea, que después de estar sometidos judaísmo y politeísmo a una sola voluntad, presenciaran aquella general transformación, para que el mundo antiguo se convenciera de que llevaba en sí el secreto defecto de un principio insuficiente para sostener la vida, y de que si el género humano había de seguir marchando hacia su perfección necesitaba ya de otra religión, de otra civilización, de otra vida.
historiografía nacional del pensamiento liberal del siglo XIX. Impresa en Barcelona por Montaner y Simón entre 1888 y 1890.