El culto de silencio a sus errores que se le prestó al rey Juan Carlos I permitió pasar por alto que fue él quien decidió, cuando aún ostentaba poderes totalitarios heredados de Franco, que se le enterrara en el Valle de los Caídos, aunque el dictador había expresado su voluntad de que fuera en el cementerio de El Pardo.
Este fin de semana el Financial Times ha publicado un amplio reportaje sobre la basílica construida teóricamente para honrar en igualdad de condiciones los restos de unos 33.000 muertos de ambos bandos de la guerra civil.
Pero ya desde el principio se colocó en un lugar de honor a José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange.
Cree el autor, Tobias Buck, que en España no ha habido un gran debate sobre el régimen franquista, al que la mayoría de los estudiosos extranjeros considera fascista y cercano a Hitler y Mussolini.
Quizás se deba, alega, al progreso económico de sus últimos años: hay encuestas según las cuales seis de cada diez españoles creen que ese régimen tuvo “ambos lados, bueno y malo”.
José Luis Rodríguez Zapatero quiso romper el pacto de silencio mayoritario sobre el pasado restándole valor a la Transición democrática.
Generó gran crispación, pero tuvo un inesperado acierto: creó una comisión que propuso enterrar a Franco donde él pretendía, y que José Antonio se mezclara con los otros muertos.
El rey Felipe VI no tiene el poder decisorio, y al que renunció enseguida su padre, pero sí el ascendiente moral para tratar de enmendar ese error de la Corona pidiéndole a las fuerzas políticas que propongan situar a José Antonio entre los 33.000, y a Franco junto a su viuda, precisamente en El Pardo.
-----
SALAS