6 de junio de 1968, Hogares Hernán Cortés, Badajoz.
En el fondo del pasillo del pabellón de los mayores, había un cuarto que servía de pequeño ropero, habitación de labor de Sor Martina, sala de música para algunos de nosotros, vamos, un auténtico cajón de sastre (gracias Diegui). Pues ese día, seis de junio de mil novecientos sesenta y ocho, estábamos escuchando música un pequeño grupo de chavales, no recuerdo exactamente quienes, pero supongo que no erraré mucho si incluyo a Antonio Suárez, Gil, Millán y yo, de este último si que estoy seguro. Algún compañero llegó en ese momento y nos comunicó gritando que habían matado a Kennedy y Sor Martina, ni corta ni perezosa, le contestó algo así como: ¿Otra vez?
Lógicamente, el chaval que nos comunicaba la trágica noticia se refería a Robert Kennedy, que había sido asesinado ese día y Sor Martina se refería a J. F. Kennedy asesinado casi cinco años antes. Le debió parecer que la noticia llegaba con bastante retraso.
28 de septiembre de 1978, Campamento de Rabasa, Alicante.
Unos cuantos soldados estamos reunidos en el pabellón de la 9ª compañía. Allí estamos compartiendo unas botellas de cubata de garrafón y algunos paquetes recién llegados de nuestras familias, haciendo una mesa común con chorizos, quesos, jamón, salchichón, latas de conservas varias, etc. Tampoco recuerdo muy bien quienes componíamos esa pequeña reunión, pero no creo desencaminarme mucho si digo que estarían, Trejo, Cobos, Bermúdez, un cabo primero que no recuerdo el nombre aunque tengo su cara perfectamente clara en mi memoria, por supuesto yo mismo y algún compañero más que ahora no recuerdo. Lo cierto es que, de nuevo, alguien se acercó corriendo y gritando con rostro demudado: Se ha muerto el Papa, se ha muerto el Papa. A lo que el cabo primero de olvidado nombre replica: ¿Otra vez?
En esta ocasión, el papa fallecido era Juan Pablo I y la pregunta del cabo primero, tenía su lógica, pues apenas mes y medio antes había fallecido el Papa anterior: Pablo VI. De ahí la extrañeza de este compañero ante la actualidad de la noticia.
También me resulta curioso que ambas anécdotas, tan parecidas entre si, tuvieran lugar con algo más de diez años de diferencia pero en parecida situación personal. La primera, durante mi internamiento en Los Hogares, y la otra durante mi internamiento en el C.I.R. de Rabasa, para cumplir con el, afortunadamente desaparecido, servicio militar obligatorio.