Revista Cultura y Ocio

Otra vez con Carod

Por Alejandropumarino

Otra vez con Carod

El amigo Carod, D. José Luis López, para más señas, vuelve a las andadas, pide a los indignados que se meen en España, o sea, que no lo hagan en Cataluña, como si tal comunidad no constituyese una parte indisoluble de nuestro país, mal que le pese al aragonés reconvertido. D. Alfonso López de Tena, agredido por los indignados, expresó su protesta porque fue insultado en español, y no en catalán, aunque, como bien señaló Ussía, su incapacidad de respuesta se debió más a la presión traqueal de los adminículos, que a la incomprensión del idioma en el que se le increpó. No pudo ser más claro el antiguo líder de ERC cuando criticó la imagen “marginal, chabacana y basta” que las acampadas produjeron en Barcelona, como si tales epítetos fuesen aplicables a cualquier otra región de nuestra geografía distinta a esa Cataluña independentista que lidera tan visionario político aragonés. Vuelve la burra a la noria, para acreditar otra vez que el juego de los separatistas nunca consiste en potenciar la diferente idiosincrasia de la ciudadanía, sino en tratar de ser mejores, dejando lo “chabacano” para una España que desprecian porque, en el fondo, envidian. Después, esta suerte de paranoia de media docena de iluminados, se traslada al pueblo llano, que se ve obligado a desayunar, merendar y cenar en catalán, formando a las generaciones venideras en un idioma que no va más allá de los Pirineos, mientras los políticos educan a sus vástagos en inglés o alemán, como acertadamente hacía el Sr. Montilla, que defendía ardientemente en el parlamento regional, quitar una hora más de castellano en favor del idioma autóctono.

En un mundo cada vez más globalizado, el español y el inglés son idiomas universales, con los que uno es capaz de entenderse en la práctica totalidad de los países, a diferencia de lo sucedido con el catalán, cuya simple existencia se ignora incluso en el seno de esta vieja Europa. Esta suerte de reyezuelos de taifas, ejercitantes del aldeanismo más profundo, contagian a su población de una locura poco festiva y excesivamente beligerante, que se dirige contra lo español, en vez de complementarlo. Nadie en su sano juicio lo suscribiría, pero la moda de lo políticamente correcto se ha impuesto sobre la de lo socialmente acertado. No importa el precio que pague Cataluña en el futuro, sino de apoyar a quien vocee más alto, lo que no significa que quien lo haga, sea el que lleva la razón.


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