Revista Jurídico

Otra vez lo de siempre

Por Kotinussa

El Ministerio de Sanidad y las Comunidades Autónomas estudiarán antes de que concluya este mes un documento por el que se prohibirá la venta en los colegios de bollería, chucherías, snacks y refrescos para combatir la obesidad y el sobrepeso, que afecta a uno de cada cuatro niños en España.

Como todas las iniciativas bien intencionadas, esta puede quedarse en un bluff y ser hasta contraproducente. Porque, aunque estemos de acuerdo en que el problema de la obesidad infantil existe, no sólo no se va a solucionar con esta medida, sino que puede hasta agravarse. Y me explico.

La prohibición va a afectar a una serie de productos que no son precisamente los que se suelen consumir a mansalva en las cafeterías o cantinas de los centros educativos. Afectaría a refrescos, bollería y snacks envasados. Pero es que yo llevo 19 años trabajando en institutos de secundaria y se pueden contar con los dedos de una mano las veces que he visto a un alumno comprar una lata de refresco o un donut. Lo que se vende a mansalva en estos sitios es, ni más ni menos, esto:

Otra vez lo de siempre

Y prometo que lo veo cada día con estos ojitos que se han de comer la tierra. Desde el punto de vista de los consumidores (los alumnos) el razonamiento es el siguiente: por lo mismo que me cuesta un zumo y un bollo me llevo una bolsita llena a reventar de estas cosas de plástico coloreado, que a pesar de su aspecto repugnante son comestibles (hay hasta unas obleas estampadas en azul o rojo que imitan billetes de euro). Como no se trata de productos envasados, no quedarían afectados por la prohibición.

A lo sumo, se dejarán de vender algunos paquetes de patatas y gusanitos, que esos sí serían prohibidos al ser envasados, pero el dinero se empleará (me juego la cabeza) en mayor consumo de estas chucherías a las que no sé ni como llamar.

En resumen, que a cambio de dejar de vender dos o tres bollos, se venderán cientos de obleas, barras de regaliz, caramelos de goma y otras delicias más que antes. Y además, el que no quiera prescindir de sus patatas fritas o sus gusanitos lo que hará será comprarlo en el quiosco de la esquina antes de entrar al colegio.

Por otro lado, la venta de estos productos es lo que permite sobrevivir a muchas cantinas escolares. A nadie le compensa estar toda la mañana para poner unos cuantos cafés y tostadas a los profesores. En cambio, 300 niños comprando chucherías como posesos en cada recreo les permiten salir adelante. Si no fuera por la venta de chucherías, nadie se dedicaría a esto. Así me lo ha dicho, palabra por palabra, la chica que lleva el bar de mi instituto.

Así que el ministerio correspondiente se sentirá tremendamente satisfecho de contribuir a la salud de los españoles con una nueva prohibición, los consumidores de chucherías seguirán comprando lo que les gusta con el mismo o un poquito más de esfuerzo, y la ingesta de productos contribuyentes a la obesidad terminará incrementándose. Y todos tan felices.


Otra vez lo de siempre

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