Dª Leire Pajín, la de los cónyugues, la impulsora de la desigualdad de trato, pretende ahora terminar con los anuncios de prostitución, otro atentado contra la libertad real de las personas. En Amsterdam, las mujeres ofrecen sus servicios sexuales en escaparates, y mientras se produzca una compraventa de sexo en la que ambas partes, adultas, están de acuerdo, el intervencionismo del Estado, sobra.
Es imprescindible la persecución implacable del proxenetismo, de la trata de blancas, de quienes fuerzan a las mujeres a la prostitución o de la pederastia. Pero intervenir en el libre acuerdo que dos ciudadanos adultos hacen para mantener relaciones sexuales a cambio de dinero, excede las competencias del Estado precisamente en un asunto tan delicado como es la intimidad del sujeto. Puta se define en el diccionario como mujer que comercia con su cuerpo, y aplicando la definición en sentido estricto, encontraríamos muchas que tienen un solo cliente. La Sra. Pajín se apresura a quitar los anuncios de contactos de la prensa, cuando en la mayoría de los casos promocionan servicios prestados con consentimiento por parte de las interesadas, que encuentran en el oficio más viejo del mundo, un medio de vida. La verdad es que nuestra joven ministra es más inteligente de lo que pensaba: Mientras el debate se centra en los anuncios sexuales de los medios de comunicación, no se habla de los genéricos, de las listas de espera en los hospitales, de las instrucciones recibidas en muchos centros de este país para tratar de abaratar los costes de una sanidad con un elevado nivel, pero excesivamente cara para la situación y la economía del país. Prohibir las putas es algo que ni Leire ni nadie va a conseguir, pero levantar una polvareda que nuble la visión global de las cosas, resulta útil a una administración en caída libre.