Ya
ocurrió la temporada pasada. Pero con diferencias notables. El inicio de
entonces generaba frustración y éste dudas en el Real. Venía del triunfo en la
Liga y ahora de no ganar nada y estrenar equipo técnico. De jugar con un equipo
y un sistema muy rodados, a cambiar de
entrenador. Y, en este último caso, de una personalidad egocéntrica, provocadora e individualista a otra bien
diferente. De Mourinho a Ancelotti. De
los complejos a la madurez.
Hace
un año se discutía la bondad de un esquema táctico y su aplicación, en
entredicho por carecer de una regularidad brillante como es exigible al Madrid,
y ahora se duda de la capacidad del nuevo técnico para dotarle de aquélla y
empiezan demasiado temprano las críticas a quien tiene la misión de devolver la
grandeza perdida a un club que ha andado demasiado tiempo perdido en el erial
de lo absurdo.
Y
producto de esa pérdida de sus valores tradicionales se ha generado también una
división muy apreciable en el madridismo. Lamentable realidad comenzada en los
estertores del ‘mourinhismo’ y a punto de provocar como herencia venenosa y
estéril una guerra entre los seguidores blancos menos templados. Por un lado
los forofos del ver enemigos por todos lados, a los que podríamos llamar tan
‘mourinhistas’ como ignorantes de lo que ha sido el Madrid siempre, y por otro
los que entienden que hay que erradicar desde su misma raíz cualquier atisbo de
extremismo en el apoyo a unos colores que desde los años cincuenta del siglo
pasado se distinguieron por su gloria y elegancia; justo desde que en el año
1.953 debutaran en el Bernabéu ni más ni menos que Paco Gento y Alfredo Di
Stéfano.
Una
‘guerra civil’, si me permiten la funesta expresión, que el responsable para lo
bueno y para lo malo de los destinos del Real Madrid desde el año 2.000 debe
contemplar con preocupación porque las encuestas que inteligentemente manda
realizar se lo irán cantando, y le puede estallar bajo su presidencia con
resultados inciertos. Ya hemos recordado alguna vez que a alguien tan
emblemático como D. Santiago Bernabéu
le zarandearon el coche en el que accedía al estadio de su nombre un día de
partido.
Florentino Pérez ha tenido un aparente éxito por muy espectacular que
parezca en los temas económicos, porque ya veremos lo que hay debajo de sus
balances el día que se marche, pero como también hemos reiterado es el
dirigente madridista de peores resultados deportivos en la historia. Sólo hay
que mirar las sencillas estadísticas comparativas de años en el poder y títulos
obtenidos de todos los presidentes merengues. Y, perdónenme la nueva
reiteración, si miramos también los dineros gastados en plantillas, técnicos y
jugadores de postín, tal comparación serían escandalosa en su contra.
Lo
peor que puede dejar tras de sí en vista de la gran aceptación que disfruta – ahí sí demuestra su indudable capacidad
– sería una afición madridista dividida en permanente contienda. Y el rastro de
que algún émulo de Unamuno pudiera
decir, como en aquel triste día de la Raza del 36 en Salamanca sin que aquello
tenga nada que ver con esto, naturalmente; un Madrid de los ‘hunos’ a los
otros.
Volviendo
al tema estrictamente deportivo, es evidente que Ancelotti y su equipo técnico
están tratando de dotar a sus jugadores de nuevos automatismos tácticos desde
el planteamiento estratégico de devolverles el buen juego y la regularidad que
casi siempre fue consustancial a la divisa blanca y morada del club de
Chamartín. Otra cosa es que les lleve más tiempo de lo normal y la ola gigante
que provocaría tal demora se los llevaría por delante. Y sería una pena, porque
su apuesta por la gente joven y el producto nacional se merecen el éxito que
ahora mismo se le está negando en el terreno de juego.
De
todos modos hay decisiones que hacen sospechar aspectos no del todo deportivos
y personales en el técnico italiano, como es su apuesta excesiva por Benzema que por mucha calidad que
atesore no está justificando, ni lo hizo en el pasado, la conveniencia de tal
favor en base a una explosión en su juego que le haga, como dijo en su día Pérez al ficharle, que alguna vez sea Balón
de Oro. Este gabacho taciturno y algo
‘pichafría’ en el cesped será una promesa permanente. Pero sólo eso.
Junto a ello, mi enhorabuena por lo de Isco. ¡Enorme jugador!