Otra vez Navidad. Imposible no escribir sobre todo lo que nos supone esta época tan… ¿mágica?, ¿entrañable? , ¿estresante?
De hecho, revisando la prensa de hoy he visto al menos tres artículos sobre el tema: cómo evitar los enfrentamientos durante estas fechas, consejos para no excederse con la comida y/o la bebida, cómo elejir el regalo perfecto….
Anticipando el caos que pueden suponer estos días en una casa con dos niños pequeños, llevo semanas planteándome un cambio en la manera de celebrarlas.
De este año no pasa; voy a hacer lo que realmente nos apetezca y no lo que se espera que hay que hacer.
Y eso que en mi caso no son fechas que me desagradaen especialmente. Sin embargo, el exceso de comida, regalos, gente… me resulta cada vez más agotador.
Por lo visto no soy la única que tiene esta opinión. Cada vez me encuentro con más personas que guardan días libres para poder hacer un viaje durante estas fechas.
Es una suerte ver que no todos vivimos igual estos días.
Pero ¿nos damos la oportunidad de comportarnos conforme a lo que opinamos?
Curiosamente, al comentar en mi entorno mis planes para estas Navidades me he encontrado con una frase llamativa: “ya cambiarás de opinión”, tienes que estar en familia.
Puede que ésta sea una de las principales causas del malestar que muchas veces generan estas fechas: los deberías/tendrías que vienen impuestos con ellas:
- Deben ser familiares.No se puede estar solo esos días, son días para estar en familia y además, encantada de la vida.
- Deben ser alegres. Nos tiene que apetecer cantar, bailar, reir y estar con mucha gente.
- Debes estar deseando que lleguen.
- Te tiene que encantar ir de compras y ver todo lleno de luces y color.
La psicología congnitivo-conductual establece que la realidad no es solo lo que es, sino lo que nosotros interpretamos y pensamos que es. Esta interpretación de la realidad, nuestra manera de pensar e interpretar, influye en nuestras emociones y determina nuestra manera de actuar.
Siguiendo el postulado de esta corriente psicológica, se me ocurre que si yo creo que debo estar alegre, festiva y con ganas de que me den las tantas cenando y no me apetece en absoluto, puedo llegar a sentirme mal, triste o incluso más inadaptada.
Puede ocurrir también que si me apetece estar en casa sola, me llegue a sentir mal por no cumplir con lo que se supone que debería estar haciendo.
El resultado será obvio, mayor malestar (llanto, malhumor) y angustia por creer que no cuento con los recursos personales necesarios para convertirme en el más familiar y alegre de los seres humanos. También mayor ansiedad al esforzarme en cumplir todo aquello que creo que tengo que hacer estos días y quizá no conseguirlo (compras, recetas maravillosas, decoración, cenas familiares, alegría…)
Así que hoy se me ocurría plantear un ejercicio de reestructuración cognitiva para todo aquel que quiera vivir las Navidades de forma diferente sin sentirse mal por ello.
De forma muy resumida, se trata de cuestionar estos pensamientos irracionales que pueden estar en la base de nuestro malestar.
Las Navidades no TIENEN que ser como me lo dicen los demás. Las Navidades PUEDEN ser alegres y familiares si me apetece y tengo cuerpo para ello.
Las Navidades pasadas tenía ganas de estar con mucha gente, pero estas Navidades prefiero estar con…. y no pasa nada por ello.
Las Navidades PUEDEN ser tranquilas y solitarias si este año o todos, lo prefiero así.
o, las Navidades PUEDEN ser el momento del año en el que me voy a tomar el sol con menos gente en la playa.
¡Féliz Navidad!
Yolanda P. Luna