Otra vez Pepiño

Don José Blanco presuntamente recibió una ayudita del empresario que cena con él en la fotografía que ilustra la entrada; una inmundicia para ayudarse a liquidar el importe de su cirugía refractiva, unos cuatrocientos mil euros que viajaban en una maleta teniendo como destino la gasolinera en cuestión. Como en el cine negro, la entrevista tiene lugar en una gasolinera, ¿qué haría Pepiño en una estación de servicio, si el combustible lo suele cargar su chófer?. Después anduvo perdido por el mundo, sin dar noticias, durante un par de días, para terminar iniciando actuaciones penales contra quienes le difamaron. No veo hordas de políticos pidiendo la cabeza del ministro, mientras que los trajes de Camps desataron la furia socialista con el estandarte de la honradez. Los cuatrocientos mil euros no son moco de pavo y resultan apetitosos hasta para un ministro, mientras el Estado se gasta lo que no tiene en subvenciones amañadas y estudios absolutamente inútiles, a la vez que tiene casi cinco millones de parados y un sinnúmero de españoles que pasa literalmente hambre. La exdirectora del Teatro Jovellanos afirmaba que un espectáculo interesante y antieconómico, debía sufragarse por la municipalidad: Nada más absurdo. Las obras de teatro, películas o conciertos, deben despertar el interés general que justifique con números en metálico su producción, y no puede ser suficiente que una minoría elitista y generalmente desinformada, decida por todos lo que es cultura y lo que no, mientras gasta nuestros propios impuestos. Pepiño estuvo poco tiempo en la Facultad de Derecho, pero aprendió bien la operación de sumar, aunque termine de hacer las operaciones en una estación de servicio, que poco importa. Dimitir no es una opción ni siquiera para los delincuentes y Chaves sigue siendo vicepresidente después de apadrinar a la empresa de la que su hija es apoderada, con diez millones de euros, a razón, más o menos, de millón por empleado. “Cherines” y Ovidio encabezan la lista del Partido Popular en Asturias, sin que el nefasto resultado obtenido en Gijón haya supuesto dimisión o reestructuración alguna, de modo que el fracaso pasa la misma factura política que la corrupción, es decir, ninguna. Así nos va.