Las reuniones de los políticos no quedan bien en las gasolineras, ni aún cuando se hagan con empresarios interesados en el sector de influencia que afecta al mandatario público; llegados a este extremo, no solo resultan inconvenientes, sino turbias, con cierto olor a podrido. No sé si llegará el extremo de probarse la corrupción de D. José, pero solo el hecho de haber acudido a la estación de servicio, dice mucho, y poco en favor del político gallego. No se puede perseguir con un látigo de siete puntas a presuntos corruptos de la oposición, ser tolerante con los del propio partido y después que le pillen a uno hablando, de fútbol, seguramente, en una gasolinera gallega. Siempre sostuvimos que la mujer del César debe parecer buena además de serlo; D. Pepiño ni parece bueno, ni lo es, intrigante en la sombra, pasa de concejal de pueblo a número dos del partido en el poder y termina en la cartera de Fomento sin haber ido a la Universidad. Carrera meteórica donde las haya y en la que el mérito más valorado es la fidelidad, más o menos ciega, al líder inmediatamente superior. El retiro en su apartamento ilegal de Arousa es la salida más digna del inventor del “conceto”. Que le vaya bonito.