Revista Música
Una procesión en la calle. Incienso y mirra. "La Sentencia", bromea alguien. Con lo que pesa el paso. "¡Viva la madre que te parió!", exclaman. Ahí está la madre de El Niño, disfrutando de las cosas de Cai en la sala W, rodeada de devotos. Los cuatro músicos tocan de garabatillo, Fopi se sale y suda voz y ritmo, El Niño lo borda a las cuerdas que sostienen el cuadro, Blas Lago suelta lastre y toca como nunca, Salvador Otero, impasible, imponente, impecable. Otro Cai es posible. Visita de postín, el legendario Gonzalo García Pelayo, productor de los jóvenes Cai, factotum del rock andaluz, cineasta, jugador profesional, el que dirigía los hilos en la sombra, también productor del Smash de ayer, gran hombre de la pradera. Fernando Lobo no pierde la vez y saluda. Washy enciende la cámara. Fopi y Niño se miran y comienza la acción. La magia de Cai en versión renovada. Nada del primer disco. Metáforas de luz a tutiplén, recuerdos de la canción de la primavera y un poquito de la noche abierta, dos horas de tensión, emoción, ovaciones y complicidad. Del barrilete cósmico a la roca del diablo, de África a la Bahía de los milagros, muerte y resurrección de las alegrías de aquí mismo. Cai, sonido andaluz. Hace treinta años, Cai hubiera incurrido en sacrilegio al no tocar pieza alguna del "Más allá", álbum que marcó su trayectoria, y casi nada del segundo. El disco de despedida encontró al público "mal acostumbrado", quizá sea hora de reconocer la valía de esas canciones luminosas. Otro Cai diferente se encarga hoy de vislumbrar el camino a seguir. Septiembre, Cultura, Diario de Cádiz