Me encantan los cumples y especialmente el mío. Es la oportunidad perfecta para brindar por existir. Estar viva es de por sí un regalo…Antes no pensaba tanto esas cosas, pero de repente un día me entró lo que yo llamo “la conciencia de lo efímero de la vida” y me di cuenta de lo afortunada que me siento. Me di cuenta de lo feliz que soy y de lo poco que me hace falta para encontrar tranquilidad. Hoy, que cumplo años otra vez, siento la necesidad de agradecer a quienes han hecho posible que yo esté aquí: mis padres.
Nací en la Clínica de la Concepción (Jiménez Díaz ahora) y aunque mi madre me contó siempre que fue maravilloso, yo tardé 29 años en darme cuenta de que fue un parto al uso. No puedo imaginarme aquel posparto… veinteañeros y solos, en un país lejano al suyo en una recién inaugurada transición democrática. Seguramente fueron tiempos difíciles, pero ellos siempre hablan de esa época con cariño y cuentan recuerdos bonitos.
Mi padre hacía allí la residencia en ginecología. Hace unos días fue a dar una vuelta por su antiguo hospital y me contó cuánta nostalgia había sentido. Mi madre trabajaba en el mismo sitio como enfermera. Se conocieron dos años antes, en Bolivia, dentro de un quirófano; con mi padre ayudando al cirujano y mi madre instrumentando. Mi padre alguna vez ha comentado como se perdió en aquellos hermosos ojos detrás del barbijo. Se enamoraron y cruzaron hasta el otro lado del mundo por amor. Me crié escuchando a mis padres hablar de estos temas: partos, niños, mujeres... nacimientos y muertes tempranas. Y hojeando una y mil veces la biblioteca de casa: “parto sin temor”, “sofrología”, “método Montessori”…. (en su momento, uno de los sueños de mi madre fue poner un espacio Montessori). Me encantaba leer y devoraba todo lo que encontraba sin importar lo que fuera. Mis padres nunca guardaron sus libros de medicina fuera de nuestro alcance así que yo leía cuentos de hadas y el atlas de dermatología con el mismo interés. Tenían la consulta y un centro de lo que antes se llamaba “educación maternal” en nuestra casa. Y yo escuchaba muy atenta todas las cosas que ellos contaban. Me escondía detrás de una cortina y veía las diapositivas de las clases, alucinada… Y los pospartos! Pequeñísimos recién nacidos entraban y salían junto a sus madres guapas. Yo las veía tan hermosas a todas que con once años tuve claro por primera vez, cómo quería parir. Hablaba de estos temas con mi madre como la cosa más normal del mundo. Las embarazadas tenían tanta confianza en mis padres que más de una vez llegaron a mi casa (en pleno trabajo de parto) en vez de irse al hospital. Una vez se armó un gran revuelo porque llegó una madre casi en completa… hubiera sido precioso que naciese allí. Eran las seis de la mañana y creo que nadie se dio cuenta de que los niños estábamos presentes siendo testigos de todo.Mi madre es de espíritu inquieto y amante de las cosas bonitas. A punto de jubilarse, todavía se inscribe en cuanto curso puede para seguir aprendiendo. Se formó como enfermera y llegó a ser jefa de enfermeras en su hospital. Años después sintió que también quería estudiar medicina y con tres hijos y más de 30 años, se puso a ello. Con un par. Recuerdo con especial cariño a mi madre maquillarse mientras yo leía en voz alta sus libros de medicina. Era su forma de repasar lo aprendido y estudiar para los exámenes. De alguna forma, yo también aprendía. La carrera de mi madre en el campo de la salud ha sido muy fructífera. Entre otras cosas fue presidenta y fundadora de la Sociedad Boliviana de Sexología y coordinadora de hospitales en La Paz (Bolivia). Uno de los trabajos más bonitos que tuvo fue la coordinación de un proyecto para fortalecer la red de parteras de la zona. Todo esto mientras nosotros crecíamos. Hoy ejerce en un centro de salud atendiendo la consulta de pediatría.Mi padre, gran médico y seguramente uno de los mejores clínicos que conozco, siempre respondió a mis preguntas con absoluta sinceridad y ciencia. Recuerdo exactamente el día que le pregunté qué era la menstruación. Estábamos de paseo y yo tenía unos 10 años. Me explicó perfectamente cómo funcionaba mi cuerpo y qué pasaría en unos años. Me pareció lo más normal del mundo y desde entonces esperé con impaciencia ese milagro. Siempre he podido hablar con él de todo y aún ahora le consulto casos y cosas del mundo madre.En sus años en Bolivia, fue catedrático en la universidad muchos años y llegó a ser Decano. Por este motivo, la medicina, la salud y especialmente la fisiología humana era un tema recurrente en casa. Nunca fuimos especialmente “ricos”. Ahora entiendo el por qué y me siento muy orgullosa de ello. Jamás mi padre programó un parto por necesidad personal o capricho suyo, así que atendía los partos que humanamente se podía atender y esperaba pacientemente a que las cosas se dieran solas. Pasamos alguna Noche Buena con él cenando a toda prisa porque llegaba un bebé. Ofrecían una preparación al parto muy novedosa entonces: “parto sin temor” se llamaba. Se habían formado con Álvaro Aguirre de Cárcer en sofrología y psicoprofilaxis obstétrica, que entonces no sabía yo que era. A mí todo me parecía “lo normal”. Por eso, cuando me quedé embarazada con 18 años, mi idea de parto era esta. Mis padres apoyaron ese embarazo, parto y posparto y me ofrecieron todos sus conocimientos y amor. Tuve un parto maravilloso. De alguna forma todo esto ha marcado mi vida. Todo lo que soy se lo debo a ellos. Ponen su fe en mí una y otra vez. He heredado el amor por lo femenino, la maternidad y la infancia porque lo he mamado a diario. Si de algo estoy agradecida es de poder compartir con ellos las jornadas, de que vean crecer a mis hijos, de tenerlos tan cerca y tan sanos. *******Hoy es mi cumple. No tengo nada pero lo tengo todo. Y no puedo sino dar las gracias. Por esta media vida tan intensa que parece que he vivido dos veces. Por el sonido de las risas y los llantos de mis hijos, por tener a quien acurrucarme por la noche, por la salud de todos, por la familia junta, por mis padres y hermanos, por los sueños que tenemos, porque encontramos la felicidad en las cosas más sencillas. Me siento bendecida y plena. ¡Brindo por ello! ¡Salud!