… pero ya no te sorprende, ¿verdad? Es que es lo mío. No puedo parar. Si hay un sarao, ahí tengo que estar yo. Y, siendo que empiezan las fiestas de los barrios de mi ciudad, y que, concretamente, éste fin de semana ha sido la fiesta del barrio al que pertenece la peña de diablos en la que salgo, pues ha habido mucha actividad, of course.
El viernes por la noche tocó timbalada. Invitamos a tres peñas más; primero tocó cena y, después, una horita tocando los cuatro grupos. Fue divertido. Bueno, claro, es que estas cosas siempre lo son; si no, de qué.
Foto cortesía del Ball d'Enveja
Después de tocar, nos quedamos un rato en la plaza, donde había música en vivo. Mira, no voy a hacer ningún comentario, porque el grupo daba penita. ¡Qué narices! ¡Claro que los voy a hacer! Menuda soy yo… Bueno, el grupo que vino a tocar se llama The Aguateques. Son una orquesta de música pachanguera. Se dedicaron a hacer versiones de todo tipo de música… pero… no me gustaron na-da-de-na-da.
A ver, por partes: la puesta en escena, paupérrima. El cantante era un greñudo regordete, sin gracia ninguna. A ver, nada que decir contra los greñudos regordetes, ojo. ¡Ni que yo fuese una sílfide! Sí, ya me lo digo yo antes de que venga alguien a decírmelo. ¡La clave está en que no tenía gracia ninguna! Deambulaba por el escenario, caminando con desgana. ¿Así es cómo pretendes entretener al público? Mal vamos.
La indumentaria, de lo más hortera. Los trajes eran muuuuuy cutres, de colores muy cantones. Qué cantones! Los cantones eran ellos. Los trajes eran chillones. De estética setentera, bien; la combinación de colores, de jórrouer. Así no.
En cuanto a la música… puf… yo no sé si era el equipo o qué, que eso era lo que fallaba, según decía la Asociación de Vecinos; pero tampoco voy a atribuirle todo el desmérito al equipo: ellos no es que fuesen la caña, oyes.
En general no gustaron. Muy poca gente se levantó a animar. Y creo que eso dice mucho, si no todo. Por lo menos, mi amiga A., su hija S. y yo nos estuvimos riendo lo más grande. Lo peor de todo es que es el grupo que va a tocar también para las fiestas de la ciudad. Así que, o mucho cambian las cosas, o me temo que será un bodrio de concierto.
El sábado por la noche, tocaba correfoc. Con dos peñas de diablos invitadas: Diables de Sant Joan Despí, y Diables del Ball d’Enveja, que son de nuestra misma ciudad. Se hizo el recorrido, terminaron los diablos quemando en la plaza (cuando digo quemando, me refiero a la pirotecnia. Que nadie se me asuste), y después, cena de hermandad.
correfoc
Por lo general, cuando una peña de diablos invita a otra, después se organiza una cena para todos los participantes. Hay localidades en las que se deja la organización a en algún bar o restaurante; en otros casos, como el nuestro, los anfitriones organizan una cena en el local de la entidad.
En nuestro caso, todos los integrantes de la peña participan en la preparación del menú; y, además, la asociación de vecinos, por tratarse de la fiesta del barrio, contribuye con bolsas de pan payés y bandejas de embutidos variados.
Todos trajimos algo preparado de casa: tortillas de patatas, empanadas, ensaladas de pasta, de patata, ensaladilla rusa, gambas, olivas, fuet, refrescos, sandía de postre, cava… ¡hasta café preparamos! Quedó una cena de olé (las cosas como sean), y las otras peñas quedaron encantadas, que de eso se trataba también.
Después volvimos a la plaza, donde había otra orquesta tocando (mucho más digna que la de la noche anterior, ¡dónde va a parar!), y después había espectáculo disco, con dos animadores, para terminar con fiesta de la espuma.
No nos quedamos, porque al día siguiente (o sea, ayer) teníamos timbalada por la mañana, y teníamos que estar en danza a las 8:30, de pasacalles por el barrio, despertando a los vecinos. Pasaron a buscarme a las 8:15 por casa. ¡Qué sueño, por favor! Para mi consuelo estábamos todos igual; de hecho, algunos estaban peor, porque aún no se habían acostado (e intentaron la noche anterior, sin éxito obviously, que yo tampoco me fuera a casa a dormir).
Terminamos la timbalada por las calles del barrio, y la asociación de vecinos nos preparó un almuerzo con bocadillos de panceta y frankfurts y bebidas. No estuvo nada mal. Reconstituyente al maximum power.
Y ya, después de eso, me pasé la tarde practicando uno de mis hobbies favoritos: el scratching the barrigator (Maba, me encanta; lo uso a todas horas). En el sofá de casa de mis amigos A. y J. Me pegué una siestaca de dos horas que ríete tú. Y luego, pasamos el resto de la tarde, pues eso: que si ganduleando en el sofá; que si comiendo algo; que si la sobremesa se alarga y sacamos los cafeses y las pipas… y con la tontería se hicieron las diez de la noche, y nos quedamos a cenar.
Llegamos a casa pasadas las once de la noche. Rebentati con tomati. Las Chocolatinas, igual (que también estuvieron de ganduleo todo el día), y nos metimos en la cama ipsofactamente, que estábamos que no dábamos más.
Y nada, éste ha sido mi fin de semana. Así han sido las cosas, y así te las he contado.