Revista Opinión

Otro maravilloso día de mi jornada laboral

Publicado el 21 junio 2010 por Eowyndecamelot

Viernes, 11 de junio. Entro en la oficina de la empresa donde presto mis servicios como adalid de la pluma, con una sensación parecida a la que tienen l@s sufrid@s usuari@s de Renfe: saben cuándo entran en el tren, pero no cuándo van a salir. Mi empleo debe haber venido proyectado desde una galaxia muy lejana, pues desafía todas las leyes matemáticas de este mundo, a saber: estoy contratada por cuatro horas, me pagan aproximadamente dos, siempre acabando trabajando seis y, por si fuera poco, me exigen que rinda como si hiciera más que ocho. Pero ya me consuelo con poco; en este caso, con que la emisora radiofónica que me saluda cada mañana al comenzar mi jornada laboral no fuera una de esas insoportables radiofórmulas dedicadas a repetir hasta la sociedad cuatro combinaciones de sonidos que han perdido cualquier semejanza con las combinaciones de sonidos que acostumbramos a catalogar como “música”

Como he dicho, entro en la oficina y tomo asiento, entre toses y estornudos. Cualquiera de los capitostes que se tome la molestia de mirarme verá unos ojos brillantes de fiebre en un rostro, además de congestionado, agotado por las horas extras gratuitas: hay cadáveres que tienen mejor aspecto, pero probablemente dejarán que me convierta en uno antes de decirme que puedo tomarme un día (de los muchos que me deben) libre. Cierto que podría pedir la baja laboral, pero ¿quién se arriesga, ahora que hemos dejado que el despido haya conseguido las libertades que a nosotros se nos niegan, y lo que nos espera? Bastante me cuesta llegar a fin de mes con el simbólico salario que recibo, y mis números comunistas ya son legendarios en todas las sucursales de bancos de los alrededores.

Aunque a veces llego a pensar que hay cosas peores que la muerte. Llega el cúmulo de idioteces de cada día: órdenes absurdas, criterios contradictorios, formas de trabajar nada operativas, ira y soberbia en mitad de la ignorancia más absoluta. Faltan cuatro minutos para mi hora de salida y en ese momento mi jefa recuerda súbitamente que hay que subir un post al blog corporativo con tratamiento de imágenes y vídeo. Así, con la mayor tranquilidad del mundo: qué fácil es jugar con un tiempo que no es el tuyo. Los minutos pasan en el reloj; hoy tampoco podré hacer nada diferente de trabajar y ocuparme de las sempiternas e ineexcusables obligaciones domésticas.

Salgo, muerta de hambre, de cansancio, y con un cabreo de mil pares de ovarios. Me quedan cinco minutos de conectar el ordenador antes de seguir en la brecha de cada día, justo para enterarme que (de momento) vivo en un país relativamente afortunado, aunque los ajustes estructurales del FMI y el BM que tanto daño hicieron a un Sur ya destrozado por la colonización y la postcolonización ya han venido a visitarnos. Pero creo que hoy tampoco tengo ganas de hacer la Revolución.


Otro maravilloso día de mi jornada laboral

Volver a la Portada de Logo Paperblog