Ahí está. Tan campante. Con su corona de laurel y su túnica blanca impoluta de gran divo de la Paz. O al menos así pretenden que le veamos. El hombre del “yes, we can”, un negro en la Casa Blanca. Una promesa esperada. El hombre de la guerra investido con la vestimenta de la paz.
Así es el presidente de USA, sea blanco o negro, demócrata o republicano, joven o viejo, hombre u hombre (algún día también una mujer será igual), rico o rico (me temo que nunca llegará un pobre), todos se sienten los reyes del universo, los amos del mundo, los guardianes del planeta.
Y miran por todos nosotros. Nos espían –por nuestro bien-- para que no cometamos actos impropios, nos venden armas para que podamos luchar contra sus enemigos, nos imponen sus multinacionales para que les hagamos ricos y nos exportan crisis para que no nos lo creamos.
Todo esto y más. Porque ellos son los emperadores. Y buscan y encuentran siempre razones para obtener beneficios, aunque ello implique violencia, crímenes y guerras. Al fin y al cabo, las guerras siempre se desarrollan fuera de su territorio, en lugares lejanos donde no les pueda llegar el hedor.
Ahora es Siria. Su excusa perfecta, el uso de armas químicas por parte del gobierno de Bashar al-Asad. Y siempre encuentran seguidores dispuestos a llenar primeras páginas, a esconder sus miserias con cortinas de humo, a acompañar en la masacre al gran líder. Ayer, Aznar. Hoy Hollander o Cameron o el turco, o todos juntos y algunos más –ya veremos qué dicen nuestros peperos cuando les toque hablar—, porque hay que defender al mundo, y si de paso se defienden a los suyos, mejor que mejor.
De momento, sin apoyo de la ONU, sin informe de los observadores internacionales, Obama ya ha decidido intervenir. Él es así, si quieren le siguen y si no, se lo pierden. ‘alea jacta est’ ha dicho ‘il capo’.
Parece claro que se han usado armas químicas, lo que no queda claro quien ha sido. La gran mayoría internacional dice que el presidente sirio, otros que los rebeldes, varios que los dos. Lo que queda claro es que esas armas han sido vendidas por USA, a los dos contendientes. Y ninguno parece de fiar, ya que en esa guerra civil, dejada hasta ayer de la mano de dios, sólo hay malos. Pero ha llegado el momento.
Y es el momento propicio para hacer negocio. En primer lugar, hay que deshacerse de armas que pronto quedarán obsoletas, la industria americana del armamento así lo requiere. De paso, si se animan sus países amiguetes, les venderán parte de la chatarra para que puedan producir nuevas armas más sofisticadas. El negocio no para.
Pero hay más, ahí está el lobby del petróleo, más contento que unas pascuas, de momento en cuatro días, desde el anuncio de la guerra, ha subido cinco dólares el barril que no es poco, ESSO y otros se lo agradecen de forma especial. ¡Viva América!
Y más, todavía. La prima de riesgo ha subido en estos días, así se recuerda a los ‘amigos europeos’ que están en nuestras manos y que nuestros problemas son sus problemas. Que el poder yanqui sobre Europa es muy estimable. Además, la bolsa baja, y bajará más, con lo que las grandes fortunas, cuando esté por los suelos, se hincharán a comprar y la bolsa subirá. Un negocio perfecto.
Porque, a estas alturas, que no nos vengan con el cuento de que hacen la guerra para tener paz. Basta mirar a Iraq o a Afganistán. Cada vez peor, y ellos como si no hubieran roto un plato. La venta de armas, el negocio del petróleo y demostrar su poderío son los objetivos. Ellos no pueden pasar mucho tiempo sin jugar a la guerra, sin provocar la muerte de decenas de miles de personas. Eso sí, lejos de su casa, que allí ya se bastan para provocar sus propias matanzas civiles. Porque además si desestabilizan la zona, a favor de sus amigos israelíes, miel sobre hojuelas.
Es cuestión de días, quizá de horas, pero basta un requisito simple y decisivo: que el Congreso estadounidense diga sí a la guerra. Cosa fácil y esperada, porque si hay algo que les gusta a los yanquis, más que a un tonto un lápiz, es demostrar que son los más poderosos, y para ello, qué mejor que la guerra.
Todo está decidido, sólo queda saber quienes serán los componentes de la nueva foto de las Azores. El presidente turco está loco por la música, aunque no creo que tenga poder para ser protagonista. Hollande, gran socialista y hombre de izquierdas (lo mismo le dan el próximo Nobel de la Paz) parece fijo. A Cameron le ha salido el tiro por la culata, y hasta los suyos le han negado salir en esa foto.
Sólo espero que no se lo ofrezcan a Rajoy que éste, con tal de hacer olvidar a Bárcenas y la crisis, es capaz de meternos en el charco, como ya hizo su amigo y compañero Aznar.
Pues eso, que viva el Nobel de la Paz. Ese premio que desde hace 30 años se han cargado, conscientemente, tratando de hacernos ver que, por ejemplo, Kissinger, Menachem Begin, Isaac Rabin, Shimon Peres o ahora Barack Obama pueden ser ejemplo de pacifistas y compartir ese trono con verdaderos adalides de la paz como Aung San Suu Kyi o Rigoberta Menchú.
Si Obama tuviera vergüenza renunciaría a ese título. Hoy, por sus actos y no por su falso reconocimiento, se ha convertido en el nuevo Nobel de la Guerra. Y van…
Salud y República