El escritor irlandés John Banville acaba de ser galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014. En medio de tanto ruido de fondo nos ha llegado esta magnífica noticia. Una perla en el estercolero donde se amontona la mierda mediática, destinada al consumo ciudadano.Hoy parece estar girando todo en torno a la abdicación de un rey desacreditado y no elegido por los ciudadanos. Se desvía la atención de la masa social hacia la banalidad, elaborada con miradas y gestos estrafalarios y palabras vacuas. Qué nos importa que el príncipe Felipe acompañe en los actos a su padre, respetando su protocolo. Menos aún, las lágrimas del rey en su despedida, sus gustos por la papaya y el pescado, la seriedad tensa de Leticia y su vestimenta, las miradas cómplices entre padre e hijo, los gestos analizados con meticulosidad por los medios, sus estados de ánimo y la cadena interminable de adjetivos rimbombantes para calificarlos: emocionado, conmovido, entusiasmado, caluroso, enternecido…
Entre tanta maquinaria de afectación y lavado de cerebro se anuncia la llegada del nuevo -el otro- Príncipe de Asturias, John Banville. Escritor excelente, su obra se sumerge con inteligencia, estilo y originalidad en las profundidades de la naturaleza humana. Sus libros cuentan historias inquietantes de la vida cotidiana, sus luces y sombras. Mientras Banville las va narrando con suma belleza, asoman tras ellas temas esenciales: el transcurso del tiempo, la invención de la memoria, el amor y la muerte, entre otros. De ello dan testimonio sus libros El mar, imposturas, Los infinitos, La mesa limón, Antigua luz… Verdaderas joyas literarias, que, junto a los libros de su hermano oscuro y álter ego Benjamin Black, nos sitúan en el ámbito de la condición existencial humana.
Los acontecimientos, tal y como discurren en la narrativa de John Banville, casi nunca son lo que aparentan o creemos. Las novelas de este escritor parecen perseguir el alma de las cosas, descubriendo nuevas parcelas de la existencia. Es el modo de proceder de los buenos escritores, embarcados en lo que Enrique Vila-Matas llama “el trabajo secreto con la conciencia”. De espaldas a la obscena realidad y con la misma responsabilidad, que concierne a todas las personas por igual, hacia el mundo.
FUENTE: EL QUINQUÉ. LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS.