Revista Opinión

Ourobóros y Masonería

Publicado el 19 septiembre 2018 por Habitalia
Esta plancha trata sobre algunos de los aspectos de la Logia que están remitiéndonos constantemente a las ideas de ciclo vital, de vida, muerte y renacimiento. De ahí que el título de la misma sea "Ouróboros".

Voy a tratar primeramente sobre el símbolo del Ouróboros en sí mismo para ir dejando reflejados algunos conceptos que expandiré en el desarrollo de la plancha.

El Ouróboros -o Uróboros, o bien Ouroboros en algunos tratados- es un símbolo alquímico sobradamente conocido: una serpiente en disposición circular que se está alimentando de su propia cola. Al alimentarse no muere, se desarrolla y crece, con lo cual puede volver a alimentarse de sí misma en un proceso sin fin. Esto lo ha convertido en símbolo de la eternidad y la inmortalidad, pero, si reflexionamos un poco también supone la representación de un proceso sin salida, cerrado sobre sí mismo y sin capacidad de evolución.

Y esto, HH.·. no es la sabiduría que se pretende extraer del proceso alquímico.

Esto ocurre porque el símbolo del Ouróboros más extendido es el resultante de un proceso de simplificación del símbolo inicial. Si retrocedemos un paso en la formación del símbolo veremos que la serpiente está dotada de pies y de alas, y si retrocediésemos nuevamente veríamos que no se trataba de una única serpiente, sino dos que se devoran la una a la otra; una dotada de pies y la otra dotada de alas, símbolos respectivamente del Azufre y el Mercurio filosofales.

Si tomamos los tres materiales filosofales básicos -que tan presentes están también en el Arte de la Masonería- que son la Sal, el Azufre y el Mercurio, veremos que la Sal es el material pasivo, el Azufre el material activo y el Mercurio el material resultante. Dado que en Alquimia, como en el Arte Masónico, nada se limita a la simple especulación sino que todo debe tener, de un modo u otro, repercusión sobre el entorno que rodea al practicante, el resultante (el Mercurio) actúa sobre lo que le rodea y lo modifica, y ya que lo pasivo es de esencia continua, la transformación actúa sobre el elemento que posee esencia activa y por lo tanto es susceptible al cambio.

Con lo cual se establece una retroalimentación entre lo activo y lo resultante, dando lugar a que lo resultante cree una modificación sobre el elemento activo. Al modificarse el elemento activo se modifica también el equilibrio entre el nuevo elemento activo y el elemento pasivo, dando lugar, por tanto, a un nuevo resultante.

Y así en un ciclo continuo, sin encontrar nunca un equilibrio definitivo.

Por lo tanto el Ouróboros originario es un símbolo de la danza del Azufre y el Mercurio. Continúa siendo un símbolo de eternidad, sí, pero visto correctamente también lo es de actividad continua y de sabiduría en evolución. El primer proceso de muerte-renacimiento que se muestra en la disposición de la Logia es, evidentemente, las direcciones solares a las que se hace referencia en la orientación del taller.

En el antiguo Egipto se consideraba que la marcha aparente del Sol y su desaparición nocturna hacían referencia a la constante muerte y resurrección del astro rey. Aparecía en el Este, el Oriente, donde nacía y desaparecía en el Oeste, el Occidente, donde moría para después-mientras transcurre por el Septentrión- renacer de nuevo por el Este. Retomando el Ouróboros también vemos que los tres grados de la Masonería que se trabajan en la Logia Simbólica tienen su correspondencia con el proceso de muerte-renacimiento de las tres fases del proceso alquímico.

Así tenemos: La fase de Nigredo (fase negra) es la primera del proceso alquímico.

Esta fase correspondería al grado de Aprendiz. Simbólicamente vemos que el profano procede de la oscuridad que la falta de instrucción masónica conlleva. También realiza el proceso de iniciación en la oscuridad hasta que los que serán sus HH.·. piden la Luz para él, y se produce con ello un primer proceso de destrucción y muerte durante la iniciación.

La fase Negra alquímica supone la destrucción del material de base para extraer del mismo sus componentes constitutivos y separar las impurezas; lo cual es, ni más ni menos, lo mismo que se realiza durante el período de Aprendizaje ya que, si bien se le suponen al que se inicia las características propias del masón, el Arte de la Masonería debe enseñarle a separar aquello que conforma su ser para que pueda ver qué es lo masónico y que no lo es; a conocer los vicios y forjar cadenas para ellos y ver las virtudes y trenzar coronas para ellas.

Las impurezas serían las protuberancias sobrantes de la piedra bruta que debe eliminar durante el trabajo como Aprendiz para dejar solamente los elementos constitutivos...la futura piedra cúbica.

La siguiente fase es la de Albedo (o fase blanca), que correspondería al grado de Compañero.

En esta fase, ya teniendo separados los componentes constituyentes de la materia inicial sobre la que comenzamos a trabajar, buscamos la forma de combinarlos y reprocesarlos. ¿No es eso lo mismo que hace el Compañero? El Compañero ya tiene a su disposición más herramientas, tiene la capacidad de expresarse durante los trabajos de la Logia, es ya un elemento activo por derecho propio (si bien aún limitado). El Compañero tiene en su interior los elementos que ha separado de su personalidad profana durante el aprendizaje y debe utilizarlos para construir su camino.

Además, si nos fijamos en lo literal, vemos que Albedo significa, según la R.A.E. Razón entre la energía luminosa que difunde por reflexión una superficie y la energía incidente. Que es lo mismo que se nos indica en parte de la instrucción masónica de segundo grado, que parte del resplandor que emite el principal símbolo del segundo grado proviene del reflejo del Sol y de la Luna...albedo.

La tercera fase del proceso alquímico es la fase de Rubedo (o fase roja), que correspondería al grado de Maestro.

No voy más que a mencionar la coincidencia entre el color de la fase y la del color que aparece en el mandil del Maestro del R.·. E.·. A.·. A.·., ya que es evidente. En la fase de Rubedo es en la que se produce la manifestación de un nuevo producto tras la recombinación y procesado de los componentes constituyentes de la material inicial, siendo este resultante variable según se haya trabajado durante las dos fases anteriores. Esto es también lo mismo que ocurre con el tercer grado. El Maestro que se llegue a ser dependerá, primeramente, de la materia prima con la que se partía y, después, de cómo se haya trabajado con esa materia prima.

¿Qué ocurre una vez finalizada esta transformación masónico-alquímica?

El nuevo Maestro es simbólicamente -junto con el resto de los Maestros- el Mercurio filosofal de la Logia, y como en el proceso alquímico interactuará con los otros grados para dar lugar a un nuevo equilibrio de Azufre y Mercurio que cambiará nuevamente cuando haya nuevos Maestros. La danza del Azufre y el Mercurio continuará mientras la Logia continúe.

Pero más importante todavía. El proceso del arte masónico, como el proceso alquímico, crea -o debería crear- repercusiones en el mundo exterior, pues si bien el proceso masónico es un proceso iniciático (y por ende interno) no debemos olvidar que por el propio hecho de ser masones es nuestra obligación repercutir sobre nuestro entorno dentro de nuestras posibilidades para fomentar los ideales que propugnamos, analizando las situaciones (fase de Nigredo), trabajando sobre ellas (fase de Albedo) para, al final, conseguir con mayor o menor alcance un resultado (fase de Rubedo).

Somos una sociedad iniciática y por lo tanto trabajamos en la iniciación individual, pero también somos parte de una sociedad mayor con la que debemos interactuar.

Interactuamos con nuestro entorno y lo modificamos, del mismo modo que el resultante del proceso alquímico adquiere propiedades modificadoras sobre otros elementos. Dentro de la instrucción de uno de los grados se insinúa, para que se investigue, una cuestión cuyo simbolismo está muy asociado al grado.

Me refiero al símbolo de la espiga junto al río. El primer significado de este símbolo, se trata en la instrucción masónica y no es esta obra, accesible a profanos, el lugar para discutir ese aspecto, pero el maíz también está relacionado con los misterios de Eleusis en los cuales la espiga de trigo era un símbolo de la inmortalidad. Si vamos más allá de esto, descubriremos que las prácticas de los misterios de Eleusis tenían, como muchos otros de la época, componentes extáticos. ¿Cómo se relaciona esto con el símbolo de la espiga y el río y con el proceso de muerte y renacimiento? Veámoslo por pasos: La fase de vida es la fase del cereal en sí mismo.

El cereal, el trigo en este caso, es un vegetal que, si el suelo en el que crece es bueno, necesita un escaso aporte suplementario de agua.

Con esta proporción, el resultante es un producto que, desde la antigüedad, ha servido de sustento a las poblaciones en sus distintas variantes. Si el trigo, una vez recogido, continúa recibiendo humedad (es decir, se produce un desequilibrio entre las dos partes del símbolo, la espiga y el río) se desarrollan hongos.

El más común es el cornezuelo, que si bien en su variedad Claviceps purpúrea tiende a darse con más facilidad en el centeno, el trigo también es susceptible de desarrollar su propio cornezuelo. El cornezuelo es soluble en agua, y era consumido en varios cultos de la antigüedad -como en el de Eleusis, junto a la amapola- para alcanzar el trance extático (el cornezuelo reúne más de 30 alcaloides).

Así visto, el producto resultante de la espiga en esta fase, nos remite al renacimiento que procede de la iniciación. Y por fin, si la humedad es excesiva, el hongo desarrollado es nocivo para la vida. La espiga que con el agua justa nos había proporcionado el cereal para la vida, que una vez recogida, con un poco de humedad, nos había proporcionado la iniciación y el éxtasis, ahora nos puede llevar a la muerte. Vida, muerte y renacimiento nuevamente expresados en un símbolo.

Fuente: documentales-online.org


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