Revista Atletismo
Oxfam Intermón Trailwalker Madrid 2014: 100 km. una causa (1ª parte)
Por Fermín Fermin Fernandez @ferminffaviles
¿Una carrera de 100 km.? ¿La Oxfam Intermón Trailwalker?
Cuando mi mujer me propuso participar en este reto, 100 km.
en un máximo de 32 horas, me pareció una locura. Yo la máxima distancia que
había corrido era un maratón (42 km.) y no había terminado ni como para hacer
100 metros más; ella ni eso, ¡¡Una locura!!.
5 – 6 de julio de 2014
Además, para poder participar había que conseguir donaciones
para Oxfam Intermón por valor de 1.500 euros. con destino a proyectos de ayuda
a personas que hacen muchos kilómetros a diario, pero no por diversión como
nosotros sino para poder beber y sobrevivir.
Según iban pasando los días la idea me iba tentando más,
¿Dónde está tu límite?, ¿100 km. son demasiados?, ¿Cuántas horas puede aguantar
el cuerpo en actividad, andando, sin dormir?, ¿24, 32,…? Si no lo pruebas nunca
lo sabrás. Esta era una buena oportunidad para ir un poco más allá de lo
“normal”.
La decisión:
La carrera es de equipos, formados por 4 marchadores y 2
asistentes. Los marchadores han de recorrer 100 km. debiendo ir en todo
momento juntos, pasando por ciertos puntos de control donde estarán los asistentes,
que se van desplazando en coche de punto a punto para dar apoyo logístico:
agua, comida, ropa de recambio, en fin lo que necesites, y también apoyo moral,
tan importante o más que el otro.
Aunque mi mujer y yo decidimos participar, no lo haríamos
juntos, cada uno lo haría formando equipo con compañeros de trabajo y con el
apoyo económico (en mi caso total, donó los 1.500 euros, inscripción, camisetas)
de su empresa.
En el caso de mi mujer, además de una aportación parcial de su
empresa, la mayor parte de las donaciones las consiguieron de compañeros de
trabajo, organizando desayunos solidarios, rifas y otras aportaciones voluntarias.
La preparación:
La prueba era una incógnita para nosotros pero cómo
prepararla también. Hay mucha información sobre cómo se prepara una carrera de
10 km. una media maratón, un maratón, pero ¿Cómo se prepara en dos meses una
carrera de 100 km. en la que vas a estar andando más de 24 horas seguidas por
la sierra?. Parecía claro que los típicos entrenamientos de correr (series, cambios
de ritmo, etc.) aquí no tienen sentido. Por muy rápido que fueras capaz de
acabar una carrera de 10 o incluso un maratón no te garantiza que tu cuerpo
vaya a aguantar 60 km. de píe o que tus pies no vayan a estallar tras 20 horas de
constante rozamiento con las zapatillas.
El perfil tampoco era fácil:
¿Y el equipo?. Las cosas son como son y muchas veces no como
nos gustarían que fueran. Los entrenamientos de equipo son difíciles. Cada uno
tenemos nuestras propias circunstancias que no facilitan un entrenamiento en
conjunto, aunque un par de salidas juntos sí conseguimos hacer. Cada uno nos preparamos
lo mejor que pudimos de forma individual.
En mi caso, tenía claro que había que
andar (la mecánica y las “agujetas” son diferentes que al correr). Seguí
corriendo pero también intenté andar largas distancias (acostumbrar a los pies
a aguantar las zapatillas largos periodos) y cuando fue posible sobre el mismo
terreno de la prueba. En un par de ocasiones subí a la sierra con el equipo de
mi mujer a recorrer alguno de los tramos. La experiencia también está relatada
en este blog, incluso fue enlazada desde la web de la organización de la
carrera a disposición de otros participantes.
La logística:
Este es otro tema crucial para el éxito de la prueba. Hay
que pensar, organizar, comprar, preparar, llevar todo lo que se va a necesitar
durante toda la prueba: comida, bebida, ropa, botiquín, material obligatorio,…
En este aspecto, fuimos un poco abandonados hasta que en la última quincena se
incorporaron al equipo las dos componentes que nos darían asistencia: Elena y
Mar. A partir de ese momento todo cambió, empezamos a cerrar listas, compras,
preparativos y el día de la carrera tuvimos todo a punto en su sitio.
El equipo:
Pues además de las dos componentes del equipo de asistencia
ya nombradas, el equipo de marchadores lo formábamos 4 corredores del club de
runners de la empresa: Rachel, Raúl, Genaro y un servidor. Todos corredores
populares y practicantes de algún otro deporte. Llegamos a la prueba en buen
estado de forma excepto Genaro que arrastraba una lesión en la rodilla desde
hacía un par de meses que prácticamente no le había permitido entrenar, solo
nos quedaba confiar en la preparación que había venido realizado durante el
resto de temporada.
La estrategia de
carrera:
¿Y cómo nos plateamos la carrera? Todos somos corredores y
nos gusta correr pero sabíamos que esta carrera no la podíamos hacer corriendo,
éramos conscientes de que no teníamos ese nivel, además teníamos un miembro del
equipo recuperándose de una lesión. La estrategia inicialmente planteada era
correr en las bajadas, pero según estaban las cosas, tendríamos que hacer andando
todo del recorrido y, según viéramos a lo largo de la carrera que iban las
fuerzas y la recuperación… ya veríamos. Del objetivo inicial de bajar de 20
horas, pasamos a conformárnos con uno, no fácil pero más realista, que era
bajar de las 24 horas.
La Carrera:
Y así llegó el día de la carrera, casi sin darnos cuenta nos
vimos una agradable mañana de julio en Lozoya ante lo que sería el mayor reto
al que jamás nos habíamos enfrentando ninguno de nosotros: Recorrer 100 km por montaña en
un máximo de 32 horas, que esperábamos fuera menos de 24.
Las ocho de la mañana. Poco a poco fueron apareciendo todos
los miembros del equipo. Ya estábamos allí, en mi caso, sin haber dormido mucho
por los nervios a pesar de haber seguido los consejos de Chema Martínez y
haberme tomado 2 cervezas en la cena.
Reunión de equipo, dorsales, adrenalina a tope, nervios,
risas, incertidumbre, tensión, ilusión, ganas de empezar, un cúmulo de
emociones explotaban en cada uno de nosotros.
Cargamos la mochila con agua, algún tentempié, botiquín,
chaleco reflectante y nos acercamos al punto de salida.
Charla de la organización y del padrino Chema Martínez.
Debió ser interesante pero no se oía nada. Por fin, con 20 minutos de retraso
se prepara la salida. Curiosamente el arco de salida estaba detrás de nosotros,
por lo que sólo con darnos la vuelta casi nos encontramos en primera línea.
1ª Etapa: Lozoya – Rascafría (tramo:
12,5 km.; acumulados: 12,5 km.)
3, 2, 1 ¡Pum!, ¡¡Arrancamos!! Cruzamos el pueblo y llegamos
al camino natural del Valle de Lozoya frente al embalse de la Pinilla y cogemos
este camino que va bordeando el embalse.
Algunos equipos, los corredores, nos van pasando. Nos
animamos a dar un trote para alejarnos un poco del pelotón. Tras el trotecillo
de poco más de un kilómetro volvemos a andar, hay que reservar fuerzas y no
forzar demasiado. Todavía nos sigue pasando algún equipo de corredores, como el
de Alma Obregón.
A lo largo de este tramo, vamos pletóricos de fuerzas,
charlando, riendo, entre nosotros, con el otro equipo de la empresa, con otros
equipos, ¡¡Buen rollo!!.
Dejamos el embalse atrás y también cruzamos algún
pueblecillo: Alameda del Valle, Oteruelo del Valle. La gente de los pueblos nos
anima al vernos pasar. Este tramo se nos hace ameno, incluso corto.
Entramos en
Rascafría, mucha animación por las calles, ya están por allí los equipos de
asistencia.
Llegamos al primer punto de control. ¡¡Primer hito
superado!! Esto ha empezado bien.
Paramos para hacer el registro de llegada (en este caso
manual), cogemos un poco de agua, unos gajos de naranja, cambio de calcetines y
poco más.
En este primer punto no había previsto asistencia del equipo de
asistencia, aunque allí estaban ya dando gritos de ánimo.
2ª Etapa: Rascafría – Carro del
diablo - Rascafria (tramo: 15 km.; acumulados: 27,5 km.)
Salimos del pueblo por el camino indicado y tomamos la pista
de tierra que va poco a poco cogiendo altura.
Durante esta primera parte del
camino nos vamos cruzando con varias familias en dirección contraria con un
dorsal de “Trailwalker Experience”, ignoro que tipo de dorsal es pero nos van
dando palabras de ánimo, incluso algún niño se “engancha” con nosotros y nos
acompaña durante un rato.
La subida es pronunciada, a la derecha tenemos la panorámica
del valle de Lozoya, con el embalse de la Pinilla abajo, por el que pasamos hace un rato. Según vamos subiendo
vamos descubriendo enfrente el pico de Peñalara.
Durante esta subida llevamos un ritmo alto, andando pero
bastante rápido para ser subida. En algunos de los “zigzag” que va haciendo el
camino vemos que unos cientos de metros más abajo nos persiguen un par de
equipos. Esto nos motiva para que no decaiga el ritmo y seguir con un paso
bastante vivo.
Poco a poco se nos va soltando la lengua, y el que más y el
que menos, todos tenemos alguna historia que contar, compartir o preguntar.
Entre historias, chascarrillos y algunas risas vamos avanzando metros y
kilómetros hasta pasar el Raso de la Cierva y coronar en el punto más alto del
tramo a 1.650 m. Desde aquí, aunque queda algún repecho, la mayor parte del
tramo es en bajada.
Empezamos a bajar, con mucho menor esfuerzo que en la subida
y probamos a trotar un poco a ver qué tal aguanta la rodilla del lesionado. Corremos
a ritmo suave durante unas cientos de metros, pero empieza a sentir molestias,
que aunque ligeras, mejor no tentar a la suerte, por lo que volvemos a caminar.
Seguimos avanzando, de vez en cuando nos cruzamos con alguna
bici, la verdad es que en las subidas no nos da ninguna envidia, parece que van
sufriendo algo más que nosotros. Algún fruto seco, alguna chocolatina,
hidratación y así llegamos al Carro del Diablo. Por este punto alcanzamos a
otro equipo, de azul.
Desde el Carro del Diablo toca cambiar de camino y coger la
RV4 que nos bajará directamente hasta el punto de salida (esta segunda etapa es
circular).
El suelo de este camino tiene bastantes piedra e irregularidades y
es estrecho, no es fácil correr por él, pero aunque nosotros no lo hacemos, sí
que hay una par de equipos de los que Caminan/Corren que nos pasan. También nos
alcanza el otro equipo de nuestra empresa (el de los más jóvenes) que en este
tramo llevan la garrafa amarilla que simboliza el transporte de agua que hacen
caminando en otros países.
Panorámica del Paular, del valle y seguimos bajando hasta
llegar de nuevo al punto de control.
Las 13:55 h. y ¡¡Segundo tramo terminado!!. Esto va bien.
Llevamos ya 27,5 km. y poco más de 4 horas y media desde la
salida. Es hora de reponer fuerzas más seriamente, allí está nuestro equipo de
asistencia.
Ahora si hacemos una parada más larga para comer un par de platos
de la nutritiva ensalada de pasta que nos habían preparado, una cerveza sin
alcohol (la mejor bebida isotónica), algo de fruta y una chocolatina.
Descansamos un momento los pies. Nos cambiamos, en mi caso,
de calcetines y de zapatillas. Rellenamos la bolsa de agua, cogemos algo de
provisiones y en poco más de media hora de nuevo en marcha.
3ª Etapa: Rascafría – Refugio de la
Morcuera (tramo: 15,8 km.; acumulados: 43,3 km.)
Empezamos una nueva etapa. La filosofía que llevábamos era
no pensar en los 100 km. sino centrarse en cada uno de los tramos como si fuera
una carrera en sí. Este tramo era uno de los más duros, casi 16 km. el 90% en
subida, desde los 1.168 m. de Rascafría hasta los 1.734 m. del puerto de la
Morcuera.
El primer par de kilómetros es más o menos plano, vamos por
un paseo peatonal paralelo a la carretera y al río hasta llegar al Monasterio
del Paular y el puente del Perdón. A partir de aquí, cogemos el GR10.1 que no
dejaremos hasta el final de la etapa. Cruzamos primero la zona de recreo de las
Presillas, llena de gente en bañador refrescándose en las piscinas naturales,
que imagino pensarían “donde van estos colgaos a las 3 de la tarde con el calor
que hace, ¿Qué van a hacer 100 qué?”. Y poco a poco nos vamos adentrando en la
montaña, primero rodeados de robles y en la parte más alta de pinos.
Esta etapa, según van pasando los kilómetros se nos va
haciendo más dura. Aun así, llevamos un buen ritmo de subida. Al principio la
digestión pesa a alguno de los componentes del equipo, pero poco a poco va
“bajando”.
Es la etapa donde más calor pasamos, la digestión, la hora,
la fuerte subida, el cansancio acumulado, se va juntando todo.
A los pocos kilómetros de la salida pasamos a un equipo,
verde, pero llevamos otro equipo delante, a unos 50 metros, que nos va comiendo
la moral...
Son 3 chicos y una chica de aspecto alemán (luego nos enteraríamos
que eran austriacos) que avanzan con parsimonia, con paso cansino, como sin ganas... pero que no
hay manera de cogerles.
Nosotros vamos a un ritmo alto, pero los austriacos,
con sus botas que tienen que pesar una tonelada y sus calcetines hasta la
rodilla, mantienen la distancia. ¿Cómo pueden llevar ese ritmo tan fuerte si
parece que van despacio?¿Serán sus largas piernas?. Pues algo será, tenemos que
esforzarnos bastante y subir el ritmo para cogerles y dejarles un poco atrás. Esto se había convertido ya en una cuestión de “honor”.
Seguimos adelante intentando mantener el ritmo y manteniendo
a los austriacos en la distancia (luego nos enteraríamos que era su tercera
Trailwalker, esta carrera se hace en varios paises) y sobre el kilómetro 40 cogemos a un par de equipos más.
Ya vamos
viendo algún marchante “tocao”.
Llegamos al refugio de la Morcuera sobre las cinco y veinte.
¡¡Otro asalto ganado!!. Habíamos tardado un poco menos de 3 horas en completar
este duro tramo y en total llevamos 8 horas de aventura y más de 43 kilómetros
desde la salida.
El cansancio ya va haciendo mella, aunque la ilusión y la
confianza permanecen. En la pradera del refugio nos están esperando nuestras
asistencias, que nos asisten: agua, ánimos, merienda, motivación, calcetines de
recambio, apoyo, botiquín…
Aquí sí que tuvimos que pararnos un buen rato para curar
algunas ampollas, estirar, descansar un poco,… pero lo más duro podíamos decir
que ya había pasado.
4ª Etapa: Refugio de la Morcuera –
Puerto de Canencia (tramo: 10 km.; acumulados: 53,3 km.)
Tras reparar los daños corporales y reponer fuerzas,
continuamos el camino. Habíamos estado un buen rato en el punto de control y
ahora veíamos varios equipos de los que habíamos pasado, caminando por delante de nosotros.
Este tramo tiene una parte del recorrido en subida, pero
aproximadamente el 70-75% es bajada. Empezamos a buen paso el tramo, y poco a
poco fuimos cogiendo algunos de los equipos que habían salido antes que
nosotros en el último punto de control, incluidos el otro equipo de compañeros
(jóvenes) de nuestra empresa y a los austriacos. Durante gran parte del tramo
fuimos en grupo o a poca distancia, compartiendo bromas, risas y anécdotas,
pero las caras ya no eran las mismas, empezaban los problemas…
De nuestro equipo, Rachel era la que mejor mantenía el tipo.
Raúl, a pesar de las curas, iba sufriendo las ampollas en los pies, a Genaro
cada vez le dolía más la rodilla, y yo (aunque intentaba disimular) iba con los
gemelos bastante cargados y dolor en los tendones detrás de la rodilla
derecha.
Seguimos avanzando, este tramo, más corto y fácil que el
anterior, se nos estaba haciendo largo y difícil.
Tuvimos que bajar un poco el ritmo porque
la rodilla de Genaro no iba muy bien. Los otros equipos no iban mejor, también
se les notaba el peso de las horas y los kilómetros.
Así a un ritmo menor pero constante, sin que nos dejaran
atrás los austriacos, llegamos al punto de control y final de la etapa.
¡¡Otro
hito superado!!,
Además, este era el ecuador de la prueba, habíamos completado
más de la mitad del recorrido.
Llegamos al puerto de Cadencia a las ocho menos
veinte y llevábamos ya más de 53 kilómetros, ¡¡Más de la mitad!!
La alegría era grande pero no completa, Genaro no podía
seguir, el esfuerzo había sido mayúsculo completando la mitad de la prueba,
pero la rodilla no daba más de sí.
El resto, bueno, ahí íbamos, la mejor Rachel,
Raúl tuvo que hacerse una nueva cura de ampollas en los pies y yo, bueno
también me habían salido unas ampollas en los talones, pero lo que más
me preocupaba era el dolor de detrás de la rodilla y la sobrecarga de los gemelos.
No quería decir gran cosa por no alarmar al equipo, pero lo empezaba a ver
mal….
(continuará)
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