Revista Cultura y Ocio

Oye morena, ¿tú qué miras? | Megan Maxwell

Publicado el 21 marzo 2016 por Nievesvillalon @mundosdelectura
Oye morena, ¿tú qué miras? | Megan Maxwell
(Ficha completa en la portada)
SINOPSIS
Una divertidísima comedia romántica que nos recuerda que, aunque el amor tiene fecha de caducidad, a veces puedes conservarlo para toda la vida.
Hola, soy Coral. Siempre fui una romántica empedernida, hasta que el género masculino me rompió el corazón. Después de varios desengaños, os juro que me dije a mí misma que no iba a permitir que nadie más me hiciera daño. ¡Qué bonito es el amor, pero menuda mierdecita es sufrir por él! 
Hoy por hoy me considero una mujer relativamente feliz. Trabajo como repostera, tengo unas amigas increíbles y una preciosa hija a la que adoro. En cuanto al temita hombres, lo único que pretendo es disfrutar de un sexo divertido con ellos y poco más. Sin embargo, debo confesar que hay uno que hace que se acelere mi atontado corazón cada vez que lo veo. Se llama Andrew y es el jefe de seguridad de las giras musicales de mi amiga Yanira.
Andrew es un bomboncito alto, de ojos oscuros, moreno y terriblemente atractivo. Y si a eso le sumas que conduce una moto y que tiene ese puntito canalla en su mirada que me vuelve loca, ¡ni te cuento! Pero Andrew es esquivo en lo que se refi ere a las relaciones amorosas, y eso me hace pensar que a él también le partieron el corazón y que por eso nunca repite con la misma mujer.
Repetir, repetir, yo no le voy a pedir que lo haga conmigo, pero cuando nuestras miradas se encuentran, una extraña corriente se genera entre nosotros, y eso me inquieta y me hace pensar en si realmente repetiremos algún día. 
Pues bien, eso sólo lo sabrás si lees: Oye, morena, ¿tú qué miras?
LA NOVELA
En Oye, morena, ¿tú qué miras?, Megan nos "sorprende" con una narradora femenina en primera persona, que coincide con la protagonista de la historia. En este caso, la protagonista y narradora es Coral, a la que ya conocimos como personaje secundario en Adivina quién soy.Como es habitual en las narradoras de Megan Maxwell, esta chica defiende a capa y espada que ella es autosuficiente y no necesita a nadie, y mucho menos un hombre, para guiar su vida. Hasta que aparece EL hombre, claro.
El otro protagonista es Andrew, a quien también conocimos en la bilogía de la autora. Andrew es jefe de seguridad de conciertos y fiestas privadas. Un maromazo como los que estamos acostumbrados a ver en este tipo de literatura que deja noqueada a Coral.Los personajes secundarios en esta novela son también muy parecidos a las anteriores (obviando el hecho de que algunos personajes son de las anteriores novelas, como Yanira, Ruth, Tifany y los Ferrasa).Sin embargo, en esta ocasión, el papel que hace Sora, la abuela amargada, me ha gustado un montón. Me lo he pasado genial leyendo sus absurdeces y sus salidas de tono. También me ha gustado el personaje de Madison, que las mata callando, pero para bien :P
La ambientación es lo que se sale de los tópicos de la autora. En esta ocasión, ha elegido un rancho en Wyoming. Los caballos, los vaqueros, y el ambiente festivo que suele reinar me han hecho disfrutar más de las escenas que tenían esta ambientación en un segundo plano. Me ha parecido muy idílico.
IMPRESIONES
Bueno, qué decir que no se sepa ya de las novelas de Megan Maxwell... Sí, son todas iguales, sus protagonistas hablan igual, y lo que viene siendo el desarrollo tampoco es que varíe mucho. ¿Por qué tiene tanto éxito entonces? A mí, por ejemplo, me sirve para desconectar de raíz, para salvar un bache lector, o simplemente porque me desestresa muchísimo leer sus historias (todas iguales, con la misma plantilla de personajes y absolutamente la misma dinámica de relación entre los protas).
En esta ocasión, tampoco puedo decir mucho más. ¿Me ha gustado? Pues no ha sido la novela del año para mí, pero sí, me ha gustado. Me ha hecho pasar unas horitas muy entretenidas totalmente enganchada a la historia de Coral y Andrew y esperando deseosa la nueva salida de tono de Sora, la abuela amargada de Andrew.
Tengo que reconocer que la ambientación en esta ocasión me ha gustado mucho más que en otras novelas. Me gusta mucho la relación que se establece con los caballos, y el hecho de que aparezcan en segundo plano ha sido un detalle y un punto a favor para mí. Sé de una prima mía a la que le encantaría leer esta novela simplemente por eso.
En cuanto a la historia, he de decir que es una historia romántica de cabo a rabo, como todas a las que nos ha acostumbrado Megan, de esas que tienes que leer con chucherías o chocolate a mano. No creáis que soy tan ingenua como para pensar que pueden ser reales este tipo de historias. Son demasiado bonitas. Pero oye, sirven para levantarte la moral en un día malo, ¿no? Pues con eso basta.
Hay varias cosillas que no me han gustado de la novela, o que a veces me han llegado a hartar un poquito. La primera, es esa manía de acabar algún mote con "-cienta", de Cenicienta. Sacan Gordicienta, Tonticienta, Comecienta... un montón de apelativos de este tipo que llegan a sacarme un poco de quicio. Luego, otra cosa es que la protagonista femenina reivindica todo el rato lo fuerte y poderosa que es ante los hombres, lo orgullosa que está de hacer lo que le da la gana con su cuerpo, porque es suyo y de nadie más, y todo este tipo de pamplinas, y luego llega un maromo y pierde los papeles por él. De repente se olvida que es autosuficiente (y lo siento, pero enfadarse y no dejar explicar al hombre en una relación no es ser mejor mujer). Me parecen innecesarias todas esas explicaciones súper feministas con las que no me siento para nada identificada y que cada vez veo más en la literatura romántica escrita por mujeres. Escritoras, no es necesario reivindicar cada dos páginas que una mujer puede hacer lo que desee con su cuerpo, con decirlo una vez vale.
Y ya no os puedo decir mucho más. Está claro que las novelas de Megan son para desconectar y para reírse una tarde de domingo con manta y algo calentito (o fresquito si lo saca en verano), y luego seguir con tu vida normal. Son libros de entretenimiento, que también son necesarios para un lector, porque son los que te sacan de tu mundo.
Oye morena, ¿tú qué miras? | Megan Maxwell

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