Revista Cultura y Ocio
De un tiempo a esta parte se ha popularizado en los programas de radio el uso del término escuchante, que viene a sustituir a la palabra tradicionalmente empleada para referirse a los receptores del mensaje sonoro que se emite a través de las ondas. En un principio me pareció un esnobismo más que ampliaba el ramillete de palabras técnicas del mundo radiofónico. Pero el otro día, Pepa Fernández, la Pepa, la del mítico programa “No es un día cualquiera”, recalcó, tras mentar la palabra, que escuchante no es lo mismo que oyente. Y me hizo reflexionar. Efectivamente, escuchar no es lo mismo que oír. Pero ella lo dijo con cierto retintín, como despreciando al oyente porque éste no presta la misma atención que el escuchante. La reflexión me llevó a preguntarme en qué grupo me encuadraba yo. Finalmente concluí que en ambos. Me explico: cuando voy en coche, aun estando pendiente de la carretera, escucho con atención lo que me transmiten las ondas. En cambio, cuando estoy en casa haciendo las labores del hogar, tengo la radio puesta para que me haga compañía con su coro de voces metálicas. Y para nada más, pues nunca suelo prestar atención a los debates radiofónicos mientras barro o friego, momentos en los que, básicamente, me evado de la realidad gracias a la actividad mecánicamente motriz de mi cuerpo. Reivindico desde aquí, por lo tanto, la figura del oyente como sustento de la radio y de su share de audiencia y pido a los conductores de programas y tertulianos que también tengan en cuenta al oyente, pues son más bien los oyentes, y no los escuchantes, la masa tonta que les da de comer.