Revista Religión

P. Carreira habla de los fundamentos teológicos y antropológicos del culto a María

Por Joseantoniobenito

P. Carreira habla de los fundamentos teológicos y antropológicos del culto a María

P. Carreira habla de los fundamentos teológicos y antropológicos del culto a María

P. Carreira habla de los fundamentos teológicos y antropológicos del culto a María

P. Carreira habla de los fundamentos teológicos y antropológicos del culto a María

Ordenando mis apuntes, me encuentro con esta magistral conferencia (homilía incluida) del P. Manuel Carreira en la PUCP (Instituto Riva Agüero), en el marco del homenaje del IRA en su LX aniversario y la inauguración de la muestra “Llena de gracia”. Presidió el evento el Dr. Marcial Rubio Correa e introdujo la Dra. Margarita Guerra, a la sazón directora del IRA. Me gustó tanto que la transcribí y ofrecí a la institución para ser publicada. En espera de que vea la luz, se la ofrezco en estos días de la gran semana mariana de septiembre del 2011. Las tiernas imágenes del escultor Mendívil estaban en la muestra.

Fundamentos teológicos y antropológicos del culto a María

Dr. P. Manuel Carreira, S.J.

Instituto Riva Agüero

Lima 2007

 

PRESENTACIÓN

 

El Instituto “Riva Agüero” siempre pronto a servir a la sociedad desde los postulados católicos y peruanistas de don José de la Riva Agüero ha querido celebrar su LX aniversario con una muestra dedicada a María y que lleva por título “Llena de gracia”. Coincide el evento con los 90 años del acontecimiento de Fátima y con la consagración del Perú a Santa María en el marcho del Congreso Eucarístico Nacional.

 

Para adentrarnos en la fundamentación antropológica y teológica de la devoción mariana hemos invitado al Padre Manuel. Carreira, S.J., Doctor en Física por su tesis sobre rayos cósmicos con el Dr.Clyde Cowan, descubridor del neutrino, a la par que filósofo y teólogo por la Loyola University, Chicago. Miembro del Observatorio Astronómico del Vaticano, ha simultaneado su magisterio como profesor de la John Carroll University, Cleveland (Estados Unidos) y de Filosofía de la Naturaleza en Comillas (Madrid).

 

Con ciencia y conciencia nos ha ayudado a armonizar verdad, belleza y bondad. Sus palabras nos han hecho recordar los testimonios de dos intelectuales Miguel de Unamuno y José de la Riva-Agüero que apostaron por estos mismos ideales. El primero en en carta personal (10-I-1910) aconseja a Don José: “Lo que me dice de sus preocupaciones religiosas me recuerda mis 25 años. También yo pasé por un período de positivismo, mejor aún de fenomenismo. Salí de ello por impulsos de sentimiento...Los estudios históricos le darán a usted una fe, confío en ello...La fe que se pierde estudiando filosofía abstracta se recobra estudiando historia. ..Y la historia al justificar en parte hasta los prejuicios, nos hace amar a nuestros hermanos todos; es la gran escuela de fraternidad y de amor”. .Riva Agüero, tras una juventud a la deriva en cuanto a fe católica se refiere, vuelve a la Iglesia, como confesó en el célebre discurso del colegio de La Recoleta (24 de septiembre de 1932) “Así he reconquistado la armonía y la paz, así he cerrado con firmeza mi ciclo de experiencias cogitativas:.. puedo al fin repetir sinceramente las palabras de quien acertó, en aquella inquieta y estragada época, prefiguración de la tempestuosa nuestra, a ser el servidor leal de su Dios, de su tradición y de su pueblo”.

 

Por su parte, Don Miguel de Unamuno, en un arranque de sinceridad, nos hace la confidencia siguiente sobre “La llena de gracia” en su Diario íntimo:

He llegado hasta el ateísmo intelectual, hasta imaginar un mundo sin Dios, pero ahora veo que siempre conservé una oculta fe en la Virgen María. En momentos de apuro, se me escapa maquinalmente esta exclamación: "María, Madre de Misericordia, favoréceme". María es de todos los misterios, el más dulce. La mujer es la base de la tradición en las sociedades, es la calma en la agitación, el reposo en las luchas. La Virgen es la sencillez, la ternura: Sedes sapientiae. Así, sapientiae, no scintiae. Asiento de la sabiduría... Pasan imperios, teorías, doctrinas, glorias, mundos enteros y quedan en pie la eterna calma, la eterna virginidad, y la eterna maternidad, el misterio de la pureza y el misterio de la virginidad.

 

La nutrida concurrencia a la inauguración de la exposición “Llena de gracia” pudo disfrutar de la brillante conferencia del P. Manuel Carreira así como de la homilía en la Eucaristía celebrativa. Accediendo gustosos a numerosas peticiones, publicamos con satisfacción sus dos intervenciones generosamente corregidas tras nuestras transcripciones.

 

José Antonio Benito

 

Homilía Misa. P. Manuel Carreira:

Si tenemos hay que compartirla

18/05/2007, Viernes de la 6ª semana de Pascua

Hechos de los Apóstoles 18, 9-18, Sal 46, 2-3. 4-5. 6-7, Evangelio:  Juan 16, 20-23ª

 

En la oración de la Santa Misa de hoy, pedimos al Señor que atienda nuestras súplicas para que la predicación de Cristo extienda por todo el mundo la prometida salvación de Cristo. Para que todos los hombres alcancen la plenitud de la adopción filial que Cristo anunció dando testimonio de la verdad. Y en la primera lectura hemos escuchado cómo Pablo va a Corinto y allí proclama la buena noticia del Evangelio. El Señor se le aparece y le dice: “Tengo a muchos de mi pueblo en esta ciudad”, una ciudad de paganos. Pero quienes sinceramente buscan a Dios son escuchados por Dios y son pueblo de Dios.

Todos nosotros hemos recibido la fe porque hubo apóstoles que nos la comunicaron y lo hicieron cumpliendo el encargo de Cristo. No porque no se sintieran mejores que nosotros, sino porque cumplieron un deber de caridad.

En una ocasión, estando yo en el Observatorio del Vaticano, teníamos un curso de astronomía  con 25 estudiantes de nivel de doctorado de todo el mundo. Muchos de ellos llegaban allí con una beca del Vaticano, pero sin saber nada de la Iglesia.. Y en una ocasión, hace 4 años, los estudiantes mismos espontáneamente nos dijeron: “Ustedes nos están dando lecciones de astronomía y se lo agradecemos: es la razón por la que hemos venido. Pero ¿podrían de alguna manera sencilla, familiar, -fuera de las clases- explicarnos qué es el cristianismo?”. Y después de cenar, estando allí con una vista hermosa sobre el lago Albano en Castelgandolfo, les explicamos un poco el mensaje cristiano. Después de oírnos, una alumna, una de las más inteligentes, nos dijo: “Ustedes los cristianos son increíblemente soberbios. Ustedes dicen: nosotros tenemos la verdad y el que no esté de acuerdo se equivoca”.

Y yo tuve que contestarle: “Si nosotros dijésemos: “Hemos encontrado la verdad por nuestra cuenta, porque somos más inteligentes que ustedes”,  eso sería soberbia. ¡Pero no decimos eso!, Decimos: “Se nos ha dado un tesoro para que lo repartamos a todos”.

Si yo tuviese una fórmula sencilla para curar el cáncer y no la diese al mundo, me tacharían de criminal, y con razón. Pues nosotros tenemos el remedio para el cáncer de la desesperación y de la vida sin sentido y tenemos la obligación de ofrecérselo a ustedes. No lo imponemos, se lo ofrecemos”. Esto es lo que ha hecho la Iglesia a lo largo de los siglos, sintiendo la obligación de dar al mundo el remedio para una vida de desesperación y falta de sentido.

En un libro de astrofísica escrito por uno de los físicos que más ha contribuido a difundir el conocimiento cosmológico del siglo XX, Steven Weinberg, el autor, termina su obra con esta frase verdaderamente aplastante: Cuanto más conocemos el universo más absurdo parece. ¿Por qué dice eso? Porque, manteniéndose sólo en el plano material de las ecuaciones de la física, ve que el Universo va a destruir todas las estructuras y el futuro que predicen las ecuaciones es un vacío oscuro y frío. Entonces, ¿para qué todo? El Universo realmente sería absurdo si eso fuese lo único que nos espera.

Es precisamente de esta desesperación de la que nos libra el mensaje de Cristo, un mensaje de vida y de vida eterna. Tenemos que agradecer a generaciones y generaciones de apóstoles y sus sucesores el que nosotros hayamos encontrado el rayo de luz que evita esa negrura desesperante. Y al hablar hoy en este entorno en el que una persona –Don José de la Riva Agüero y Osma- quiso contribuir a llevar esta luz al nuevo pueblo de Perú hace ya tantos años, me parece que es muy oportuno que hayamos hecho al Señor esta petición: Que podamos continuar anunciando el mensaje de vida cristiana, el mensaje de esperanza, con nuestras palabras, con nuestra educación y con nuestro ejemplo. Que el Señor nos ayude a hacerlo. 

CONFERENCIA: Fundamentos teológicos y antropológicos del culto a María

 

Distinguidas autoridades académicas, profesores, y amigos todos:

Es para mí un honor totalmente inmerecido que me hayan pedido en una celebración tan importante algo que, sin estar directamente relacionado con el Instituto Riva Agüero, sí toca a la historia de América, a la cristianización del Perú, a todo lo que es la razón del Instituto, expresando y continuando su interés por mantener el espíritu cristiano que es parte tan importante de la historia de estos países que recibieron la Fe de España.

Hablar de los fundamentos teológicos y antropológicos de la devoción a María me lleva naturalmente a acudir a fuentes históricas y teológicas para exponer cómo la devoción se ha dado de hecho -a lo largo de veinte siglos de Cristianismo- en diversos entornos. Y cómo los documentos del Magisterio Pontificio, que se recogen en parte en el Catecismo de la Iglesia Católica, nos presentan las razones y los modos en que la devoción a María  puede y debe ser parte de la vida cristiana.

Esta devoción no es solamente una cuestión privada, de establecer una relación con Dios y con su Madre de orden afectivo. Debemos ver por qué -a lo largo de todo el continente y en otros lugares del mundo- el pueblo cristiano muestra  su fe en santuarios marianos, y lo hace de una manera especialmente impresionante en estas tierras.

No siendo yo especialista en historia, y deseando conocer la tradición de estos países, he recurrido a varios libros, entre los que destacan los  del profesor Rubén Vargas Ugarte. Allí se mencionan los santuarios de advocaciones marianas, y su enumeración me dejó asombrado. Por ejemplo: hay 37 advocaciones con santuarios especiales en México, 11 en Centro América, 58 en las Antillas y el Caribe, Colombia y Venezuela. Sólo en el Ecuador hay 32 y aquí en Perú 44, 18 en Bolivia, 23 en Argentina, 15 en Chile, 12 en Brasil para un total de 250 lugares por lo menos  de culto mariano en todo el continente. Naturalmente el pueblo cristiano tiene un instinto -bajo la acción del Espíritu Santo- para encontrar a Dios de una manera íntima y personal y esto se refleja  en el modo de orar. Hay una máxima de la espiritualidad que dice: “lex orandi, lex credendi”. En consecuencia podemos decir que el culto es expresión de la oración –relación con Dios- y de la Fe.

Fundamentos teológicos

En forma rápida podemos establecer los fundamentos teológicos del culto a la Virgen y también de la veneración de sus imágenes.

En el Catecismo de la Iglesia Católica, (números 971-975) se habla de la devoción a María diciendo que “es un elemento intrínseco del culto cristiano” y se menciona allí una encíclica del Papa Pablo VI “Marialis cultus” (El culto mariano) que afirma esto. ¿En qué se basa  para decir que “es un elemento intrínseco del culto cristiano”? En una tradición de muchos siglos; de manera que se remonta hasta el siglo tercero con documentos históricos, se acepta a María y se la venera como Madre de Dios y como  Protectora.

El segundo elemento de ese culto es que no es un culto de adoración –latría-, no es un culto idéntico al que se tributa a Cristo o a la Trinidad, sino que lleva a Cristo y a la Trinidad y  se expresa en fiestas litúrgicas y en oraciones (como el Rosario, mencionado también explícitamente por el Papa Pablo VI en la citada constitución apostólica).

En el número 973 del Catecismo se le da a María un nombre muy bonito y sugerente: María es icono de la Iglesia, imagen de la Iglesia. Cuando la vemos a Ella, vemos de alguna manera a la Iglesia, porque en Ella el ser cristiano alcanza su perfección máxima, tal como se dice en Lumen Gentium, “Luz de las Naciones”.

En los números 973 al 976 se dice de nuevo que las bases del culto a María son los dogmas de la Encarnación por el cual ella aparece como colaboradora de Cristo y Madre de Cristo; de la Asunción, por el cual ella es como un anticipo de nuestra propia resurrección, y también -como consecuencia de la Asunción- es una Madre que intercede continuamente por la Iglesia y por cada uno de nosotros. María está en el centro de la vida cristiana junto a Cristo porque es la Madre de Cristo, porque es la  intercesora, porque es la primera cristiana en participar en la resurrección de Cristo.

Biblia y economía de salvación

 

Si esto ha ocurrido y lo queremos fundamentar en detalle con textos bíblicos, se nos hace notar que en la devoción a María hay una relación obvia entre lo terreno y lo sobrenatural. Precisamente porque Ella le da a Dios el ser hombre, le introduce en el ámbito de nuestra vida terrena. El Verbo se hizo carne, se hizo materia y entonces ya tenemos al Dios-Hombre enraizado aquí en la tierra, gracias a María. Ella tiene el privilegio único de compartir con el Padre eterno el derecho de dirigirse a Cristo llamándole Hijo mío: Ella es la única criatura que jamás pudo o podrá hacer eso.

María está íntimamente ligada con lo que nosotros llamamos en Teología la “economía de la salvación”, no economía en el sentido de manejar dinero sino según el sentido de la  raíz griega “oikos” que significa “casa”, que indica que la economía es el arreglo y el utilizar los recursos de una casa, para el bien de todos en una familia. Pues en este entorno de la “economía de la salvación” Ella es quien naturalmente nos da a Dios como hombre, porque Dios se hace hijo suyo. Tuvo que pedirle permiso a Ella para ser hijo suyo y ella tuvo la libertad de decir “sí” responsablemente cuando en la Anunciación respondió al ángel. Esto, a veces, a nuestros hermanos protestantes les parece inadmisible, porque creen que ninguna criatura puede contribuir positivamente a la salvación. Pero María tuvo que contribuir, diciendo cuando Dios le pidió permiso para ser hijo suyo. Ella tuvo que ser instrumento del Espíritu Santo para dar a Cristo su cuerpo físico primero, y luego también –continuando su labor de Madre- su Cuerpo Místico.

“El Espíritu Santo vendrá sobre ti” –le dice el ángel- y tendrás un hijo siendo Virgen. Ella dice entonces “sí” a Dios, y el Espíritu Santo realiza la maravilla de la Encarnación. Ella es Madre del Cristo total –Místico- porque la venida de Cristo al mundo no es un hecho que le concierne a Él solamente, sino que es para nosotros el comienzo de un injerto de vida divina. La realidad del Cristianismo se puede expresar diciendo que Dios nos da una semilla de divinidad que recibimos ya en el Bautismo, y que tiene luego que desarrollarse a lo largo de la vida cristiana para que seamos verdaderamente miembros del Cristo total. Cristo personal es la Cabeza, y nosotros sus miembros. María es Madre de Cristo en su totalidad, y tiene que contribuir también al crecimiento de su Cuerpo, de su Iglesia.

El pecado original es un vacío. María es la Llenadegracia

Estos fundamentos dogmáticos tienen apoyo textual en los libros revelados. El ángel se dirige a María, en el día de la Anunciación, con un nombre totalmente inusitado: no la saluda con un nombre humanamente conferido en forma arbitraria, sino con un título único, “llena de gracia”, que se convierte en su nombre propio.

Hace unos días unas religiosas me pidieron que les hablase de la Virgen y les hacía notar que lo que nosotros veneramos en la fiesta y en el dogma de la Inmaculada Concepción puede entenderse -hasta cierto punto- de una manera equivocada si esa palabra nos sugiere algo como una mancha que tiene un vestido y que hay que quitar. No, el pecado original teológicamente es un vacío. Cuando Dios crea al hombre  le crea con la presencia de Dios en lo más íntimo de sus ser. Con el pecado original esa presencia de Dios se pierde y queda un vacío.  No entra allí el demonio, no queda corrompida la naturaleza intrínsecamente, sino  que hay un vacío de Dios, por el que no se incurre en castigo eterno –sólo el pecado personal lo merece- pero que corta el camino a la intimidad con Él.

Lo que dice el ángel a María es la afirmación contraria: Ella es la llena de gracia, llena de Dios en todos los momentos de su existencia, desde el primer momento. Esta plenitud no impide un verdadero crecimiento a lo largo de toda su vida: cada vez que ella está actuando libremente, colaborando con el plan de Dios, está creciendo en gracia. Y cuando va a visitar a su prima, santa Isabel -bajo la inspiración del Espíritu Santo- le dice: “Bendita tú entre todas las mujeres” y María -también bajo la inspiración del Espíritu Santo- exclama gozosa pero humildemente: “El Poderoso ha hecho grandes cosas en mí y desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones”. Ella, como profeta, nos dice que le daremos este culto de reverencia y de amor hasta el fin del mundo.

Podemos decir que las alabanzas de María siempre son alabanzas de Dios. En un versículo de san Lucas (capítulo 11, 26) una mujer del pueblo, entusiasmada al escuchar a Cristo, le dice, en una forma equivalente del lenguaje: “Bendita sea tu madre por tener tal hijo”,: dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te alimentaron, y esta bendición, esta proclamación de la grandeza de María, inmediatamente lleva a que Cristo la ponga en el contexto de dar gracias a Dios: “bendito quien recibe la palabra de Dios y la guarda”. A mí me gusta sugerir que ahí hay un juego de palabras como de un chiste de familia que nadie entiende sino es en la familia. ¿Quién recibió la palabra  de Dios directamente? Cristo es la Palabra de Dios, el VERBO, y María lo recibe y lo guarda en su propio seno y lo cuida y por eso es bienaventurada sobre todas las mujeres.

Así el culto correcto de María es siempre culto que lleva a Cristo y que agradece a Cristo el haberse hecho hombre siendo hijo de Ella. Y la grandeza de María es el estar llena de Cristo, llena de esta luz divina, Es Madre de Cristo, nuestra vida y nuestro redentor.

Dios pide nuestra colaboración

Dios no engaña a nadie cuando le pide algo y así el ángel  dice a María que el Hijo que va a tener será el Salvador, que redimirá a su pueblo de sus pecados. Redimir siempre implica dolor, implica sacrificio, y ella, sabiendo esto, dice “SÍ”: “hágase en mí según has dicho”. De modo que María desde el primer momento acepta un papel que la une al sufrimiento redentor de Cristo. Está luego al lado de Cristo en la cruz. Y es allí donde precisamente El se dirige a Ella con sus últimos alientos para indicarle al discípulo -a Juan, que como discípulo está allí- y primero le dice a Ella: Ése es tu hijo. De modo que primero le dice a Ella que cuide a Juan como hijo suyo. Juan tenía su familia, donde encontraría cualquier cuidado que necesitase. Entonces ¿por qué Jesús dice a María que cuide a Juan como hijo? Porque Juan no estaba allí como hijo del Zebedeo, sino como representante de todos los discípulos de Cristo. Entonces se dirige Cristo a Juan y le dice: “Ahí tienes a tu madre”. Se da una afirmación doble de que  seguir a Cristo es ponernos bajo el amparo maternal de la María.

Con estas bases bíblicas de la Revelación, la teología puede ahora decirnos cómo tiene que ser la devoción a María, y por qué la veneramos. Primero porque tiene la máxima dignidad posible en una criatura. Ella es la persona humana de dignidad máxima que ha existido o puede existir. Recuerden que Cristo es persona divina, por eso digo la persona humana de máxima dignidad y esto lo dice también el Concilio Vaticano II (Lumen Gentium 66). Está por encima de los ángeles, existentes o posibles, por encima de los santos. Nadie puede jamás alcanzar una dignidad parecida. Dios se ha hecho hombre de una sola vez para siempre y Ella es la única Madre de Dios. Por eso es cooperadora de Cristo y los primeros Padres de la Iglesia ya la llaman la segunda Eva, la madre de vivientes con una nueva vida, la vida propia de Dios, porque por Ella nos viene la fuente de vida que es Cristo.

María, modelo

María es también modelo de virtudes, la Inmaculada obediente, y la realización perfecta de las virtudes teologales, fe esperanza y caridad. Se dice teológicamente que cuando Cristo muere en la cruz, desde ese momento hasta el momento de la Resurrección, toda la fe de la Iglesia estuvo en el corazón de María. Ella es la única que nunca perdió la fe. Ya su prima santa Isabel dijo: Dichosa tú que has tenido fe en lo que Dios te dijo y Ella siempre mantuvo esta fe. Y es la que tuvo esperanza también siempre, aun cuando parecía que todo iba mal. Sin duda veía repetidamente  su futuro como sin luz, sin entender el plan de Dios. Pensemos en su angustia, -no podía menos de sentirla- cuando ve que San José nota que Ella está encinta, que puede repudiarla, que pueden apedrearla. Estamos acostumbrados a entender las palabras según las usamos ahora en nuestro lenguaje y decimos que María estaba desposada con José y creemos que significa algo así como estar prometida. No es así. Quien estaba desposada estaba ya ligada por un matrimonio, no había ya otra ceremonia. María era esposa de José y para  una esposa -aunque no se hubiese celebrado la fiesta de boda- el tener relaciones con otro era adulterio

Por eso San José, que no entendía lo que había pasado, pensó en repudiarla, darle un libelo de divorcio. ¿Cómo la podía divorciar si no estuviesen casados?  Y Ella no ve cómo va a salir de ese problema tremendo. Pasan los días y no ocurre nada. Tuvo que tener mucha esperanza en Dios, una confianza heroica, en esa situación. Y tuvo que tener mucha fe y mucha esperanza cuando se le dice que sus preparativos para el Niño, en su casita de Nazaret, deben quedarse allí y que se impone un viaje penoso a  Belén para que –como dice San Ignacio en los Ejercicios- Él nazca en suma pobreza. Pero María vio en esto la providencia de Dios y confió en Él.

Necesitó mucha esperanza cuando tuvo que huir con el Niño de los soldados de Herodes, temiendo que asesinasen a su Hijo por cualquier descuido suyo, sin poder hacer otra cosa que esconderlo y darle el mínimo de cuidado para sobrevivir en aquel camino largo y sin descanso. De nuevo el temor, la angustia, el no entender, cuando lo pierde en el Templo, con el miedo de que se lo hubiesen, tal vez, raptado aun para venderlo como esclavo..

Fue necesaria mucha fe y mucha esperanza, día tras día, durante 30 años largos en que parecía que Cristo no hacía nada, Ella había dicho que sí al Salvador que iba a redimir a su pueblo, y ¿qué ocurría? Que estaba siendo el carpintero, de vulgaridades caseras, del pueblo más despreciado allá en Galilea. Necesitó tener una fe heroica para no pensar que se había engañado completamente  Y tuvo que tener fe sobre todo al pie de la cruz.  para ver cómo su hijo era condenado por blasfemo, y crucificado como un esclavo vil. Le ve morir desangrado. Fue una prueba de fe y de esperanza como nadie ha tenido nunca.

Y fue María constantemente el máximo ejemplo de caridad. Todos, instintivamente, nos damos cuenta de que María es puro amor. En la primera carta del apóstol San Juan se encuentra la  afirmación verdaderamente audaz y admirable de que Dios es amor: la más asombrosa definición de Dios que se ha dado en toda la historia humana. Dios ES amor, no simplemente ama. Y como la santidad es parecerse a Dios y María es quien más se parece a Dios, Ella también tiene que SER amor.

Encontramos en María el modelo y Madre de la Iglesia. Como han dicho algunos Padres a lo largo de los siglos: si Cristo es el modelo de todo cristiano María es el modelo de cómo se imita a Cristo. Me gusta decir que, aun sólo por razones biológicas, Cristo se tenía que parecer a María. No tenía otra herencia genética que la de su Madre, y las gentes de allí de Nazaret comentarían: “Mira cómo se le parece el Niño”. Pienso que sería más correcto decir “mira cómo se parece Ella a Él”. Porque Ella fue hecha para ser el molde de esa humanidad de Cristo, y tuvieron que parecerse de la manera más perfecta.

Por ser la Madre del Rey en el modo de hablar del pueblo hebreo, Ella tiene un cargo especial en la cultura Bíblica. Si se lee la Biblia con detención se da uno cuenta de que la esposa del rey no tenía demasiada importancia, pues en una época en    que predominaba la poligamia -en que el rey tenía muchas esposas, unas de mayor rango que otras-.el ser esposa del rey no aseguraba a largo plazo una posición importante. En cambio, la Madre del Rey sí era única; ya no podía haber otra. Y por eso nos muestra la Biblia que cuando se le acerca a David una de sus esposas ella se postra ante David, pero cuando se presenta la madre de Salomón en su trono de gloria, él se levanta del trono y hace que pongan otro trono y que ella se siente a su lado. La Madre del Rey es título oficial y tiene automáticamente el derecho a pedir lo que quiera con certeza de que se le da;

Es este título de Madre del Rey la razón por la que el pueblo cristiano, instintivamente, acude a María como protectora  Es la intercesora universal por derecho propio..  A lo largo de la historia de la Iglesia se ha atribuido a algún santo el tener una intercesión especial para una necesidad concreta: para los dolores de garganta, para los objetos perdidos, para el oído. María es auxilio para todos y en todo, cercana a todos porque es Madre de todos los que redimió su Hijo.

Ella es también la gloria máxima del género humano. Como ya hemos dicho no puede haber ni ha habido nunca una persona humana comparable en gloria y dignidad. Es  el objeto de una predilección divina en que Dios la quiere tanto que se la dio a sí mismo y luego nos la dio a nosotros. Recuerdo que en la casa de unos amigos, en los Estados Unidos, había un letrero en la pared que le habían dado los hijos a su madre en el día de la Madre. Y decía: Una Madre es algo tan precioso que hasta Dios quiso tener una. Esto es lo que podemos decir de María, y lo hemos dicho todo.

Fundamentos antropológicos

Con este trasfondo de ideas teológicas, de dogmas, de textos de la Escritura, veamos brevemente el aspecto antropológico de la devoción a María.  Aparece el nombre de María en los primeros siglos, honrándola como la primera ente los creyentes y la primera testigo de Cristo. Sabemos que en los primeros tiempos los que daban su vida por la Fe se llamaban mártires, testigos de Cristo. Y tiene mucho de lógico, como advierten los Santos Padres, dar ese título a María, pues Ella fue quien en todo momento de su vida testificó con su palabra y todas sus acciones la entrega total a Cristo y fue también un Evangelio viviente, hablando de Él como nadie podía hacerlo más que su Madre..

Se encontró una inscripción en las catacumbas con una oración hermosa que todavía repetimos: “Bajo tu amparo nos acogemos, Madre del Señor; no desoigas la oración de tus hijos necesitados, antes bien óyelas y escúchalas benignamente, Virgen gloriosa y bendita”.  Aparece luego el nombre de María como modelo de cristiano en Orígenes. En el siglo V hubo algunas desviaciones que negaban a Cristo como Hombre o a María como Virgen. Pero la reacción del pueblo cristiano no  toleraba tal desviación; y ya en el siglo V empiezan a mencionarse santuarios donde había habido apariciones, con milagros, curaciones milagrosas por intercesión de la Virgen. San Gregorio Niseno lo menciona  y se habla del primer culto de imágenes de la Virgen.

Hay una tradición, probablemente sin fundamento histórico, según la cual la primera imagen la pintó San Lucas. En la sacristía de la catedral de Toledo hay un cuadro de san Lucas, sosteniendo el Evangelio con una página en que aparece la Virgen con el Niño, y San Lucas tiene el pincel en la mano todavía. Esta idea de que se puede venerar una imagen de Cristo y también de María es muy temprana en la Iglesia y va unida aun culto en que celebraciones litúrgicas marianas se unen con los misterios de Cristo: la: Navidad, la Presentación en el Templo (Purificación de María y Presentación de Jesús en el Templo, el 2 de febrero), la Asunción como primicia de la Resurrección de Cristo. -la  “dormición” de María- que es equiparada al día en que un mártir no moría, sino nacía a una vida nueva. La fiesta del Nacimiento de María ya se celebra en el siglo VI, el 8 de septiembre.

No puedo entrar en muchos detalles para no ocupar demasiado tiempo, pero quiero mencionar cómo en la Edad Media se veneraba a María. Ella era fuente de inspiración poética: recuerden las Cantigas de Santa María del rey de Castilla Alfonso X el Sabio,  que son deliciosamente sencillas y cándidas, casi de niño. En la Edad Moderna,  el pueblo cristiano centró su deseo de honrar a María en la convicción de su Inmaculada Concepción. Tanto en España como en Perú se encuentran documentos -en Lima y otros lugares- donde se dice que no se le dará a nadie ningún título académico si antes no jura defender la Inmaculada Concepción de María. Algunos lo llamaban el voto de sangre, de defender hasta la muerte que María es Inmaculada. En parte es una reacción contra el protestantismo, que olvidaba a María aun apartándose del mismo Lutero, pues él defendía la Inmaculada Concepción y la Virginidad perpetua de María, y tiene un comentario muy piadoso al Magníficat. Una especie de desviación literalista, minimista, insistió en reducir toda piedad a Cristo,  y así se olvida a María.

La auténtica veneración de imágenes

Hace dos días di una conferencia en la UNI y cuando terminó la conferencia -que no había sido de teología- se me acercaron dos alumnos que debían ser protestantes y fundamentalistas evangélicos y me preguntaron: “¿Por qué los católicos adoran las imágenes?” Contesté que no adoramos imagen alguna, sino que las veneramos, que es totalmente .distinto. Insistieron: “Pero dice la Biblia que no hay que tener imágenes”. Como respuesta obvia les dije: “Usted tiene una foto de su mamá, que se la recuerda cuando la ve. ¿La adora? ¿Se lo prohíbe la Biblia? ¿Y cree usted que ofende a Dios que la recuerde cuando la ve? Pues eso es lo que hacemos nosotros con las imágenes, de Cristo, de la Virgen o de cualquier santo a quien admiramos por su ejemplo de servir a Dios. Adoramos sólo a Dios, pero usamos medios humanos para acordarnos de Él.

María no es un estorbo ni una pantalla que oculta a Dios, ni hay que excluir el amor a María como si eso me impidiese amar totalmente a Cristo. Al revés. Ella resume todo su papel como cristiana en la frase que dijo a los ayudantes en las bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga”. Esto es la enseñanza de Cristo y de la Iglesia.

Ya en el siglo XIX marca un paso decisivo en la devoción a María la definición del dogma de la Inmaculada Concepción.  Se aparece la Virgen en la Salette, en Lourdes, Se inicia un movimiento de pedir al Papa que considere definir como dogma la Asunción y así se definió en 1950. Antes, en 1942, Pío XII consagró al mundo al Corazón de María y en 1958 se celebró el centenario de Lourdes con toda clase de congresos para desarrollar la teología mariana, la mariología. Esto lo hizo de una manera sistemática y profunda el Concilio Vaticano II, donde -en contra de algunos teólogos que quisieron tratar por separado los temas de la Iglesia y de la Virgen- se colocó el estudio dogmático de María dentro del estudio de la Iglesia, porque Ella es la Madre de la Iglesia y el modelo de cómo se pertenece a la única Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo.

Necesidad de símbolos y ritos

Por último, quisiera decir que el hombre, por su corporalidad, necesita medios visibles y tangibles como símbolos, y necesita ritos que expresan y constituyen una comunidad con una identidad determinada. Es ahí donde la devoción a la Virgen en diversos santuarios, con diversas celebraciones comunitarias, tiene un papel importantísimo para la religiosidad del pueblo. Esta devoción, para ser correcta, siempre debe tener una referencia a Cristo y debe hacerse de una manera que encaja con la liturgia y por tanto debe brotar de una actitud interna que se expresa luego en las formas externas. Debe reflejar todo lo que hemos dicho de teología. Y esto es aplicable por igual a las imágenes.

Dios se hizo hombre en Cristo; es decir, se hizo visible y si se hizo visible es lógico en el ser humano el querer verle. Quisieron verle sobre todo los que vivían con Él y queremos nosotros de alguna manera verle en alguna representación que si pudiésemos saber como Él era desearíamos que fuese lo más fiel posible. Esta es la razón por la cual los Padres de la Iglesia y los Concilios tuvieron que actuar y enseñar la verdad en contra de los iconoclastas, que enseñaban que venerar a las  imágenes era idolatría. El segundo Concilio de Nicea, el año 787, afirmó taxativamente que quien venera a la imagen venera a la persona representada en ella. Las imágenes son legítimas –nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica- porque es una manera de subrayar que el Hijo de Dios se hizo Hombre, se hizo visible. San Juan Damasceno decía que los iconos eran posibles por el hecho de la Encarnación. También el Segundo Concilio de Nicea repitió que la imagen, el icono, trasmite el mensaje evangélico de una manera intuitiva.

Recordemos que durante muchos siglos la mayor parte del pueblo  no sabía leer ni escribir y por eso se decía que el arte de las catedrales -las grandes vidrieras, los retablos- eran la Biblia del pueblo donde se veían de modo intuitivo los grandes dogmas de la fe. Todas las imágenes –dice también el Concilio de Nicea- aunque sean de los santos, hacen referencia a Cristo porque los santos son los testigos de Cristo y María más que nadie.

La imagen como refugio íntimo de la fe

Finalmente, la piedad popular continúa dirigiéndose a María, honrándola en sus imágenes. Para mucha gente es este el refugio más íntimo de su fe: aun sin saber mucho de teología, no quieren dejar de tener a esta Madre. Yo creo que la mayor parte de lo que las sectas quieren hacer en estos países de Hispanoamérica fracasa porque la gente no quiere renunciar a María, no quiere renunciar a la devoción a esta Madre a la que quieren gozosamente.

La Iglesia continúa considerando a María parte indispensable del acercarnos a Cristo. Nunca es Ella un estorbo en el camino hacia Él, sino al contrario: siempre le encontramos en su regazo. María nos ayuda con su intercesión maternal, con el ambiente de cariño que es propio de una Madre. No somos huérfanos: tenemos el gozo de sabernos hijos de Dios, hijos del Padre Eterno con Cristo nuestro hermano, hijos también de María, con Cristo nuestro hermano y nuestra cabeza. Y así, podemos encomendarnos a Ella también hoy para que mantenga la fe en el Perú  y en todo el pueblo cristiano, para que siga siendo verdad para todos que por María vamos a Cristo.

Muchas gracias.


Volver a la Portada de Logo Paperblog