¿Es lógico que haya ganado Pablo Casado? La verdad es que es más comprensible que lógico. Si bien es cierto que todos los del PP forman parte del partido más corrupto de Europa, el de la ley mordaza, de la policía política, de la ruptura de la convivencia en España, Casado supone la lepenización de la derecha española, en competencia con Rivera, que quería ser Macron pero se ha quedado en un candidato al extremismo aupado solo por las encuestas. Casado ha sido en la campaña el partido. Sáenz de Santamaría, el gobierno. Casado ha sido el que ha dado la cara en los momentos más infames del PP. Sáenz de Santamaría, la que tenía la lógica del poder. Ha ganado el que ha apostado por rehacer el aparato con el que, en seis años, disputar el poder. Casado ha apostado por la travesía del desierto. Seguramente porque sabe que con lo del máster y las convalidaciones es bastante probable que no sea el candidato en 2020.
Los partidos de gobierno son organizaciones que maximizan su utilidad, es decir, sus votos. Son partidos que tienen que sumar los apoyos suficientes como para gobernar y, al tiempo, deben mantener una cierta línea ideológica que les permitan orientar su comportamiento y orientar a los votantes. Con estas consideraciones, los compromisarios del PP debieran haber votado a Soraya Sáez de Santamaría por cuatro cosas: porque es el PP que ha gobernado y tiene la referencia de orden, porque es el PP que suma votos por el centro precisamente por haber gobernado, porque establecía una diferencia clara con Ciudadanos y Vox importante para mantener su propio perfil y porque, al ser mujer, abría una novedad que podía conectar con la emergencia del género en la discusión política (cuando Casado es un enemigo de las mujeres). Pero nada de esto ha funcionado. Un PP desmoralizado ha preferido romper con la idea de la corrupción de la etapa de Rajoy (aunque Casado está tan vinculado a la corrupción como Sáenz de Santamaría), ha cedido al subidón de las emociones, a un discurso de regeneración derechista y, sobre todo, a la reconstrucción generacional. Es verdad que Casado ha sido valiente en esa radicalización conservadora, pero eso siempre es más fácil cuando sabes que los medios se encargarán de limpiar las barbaridades que has dicho (por ejemplo, que retomará las ideas sobre el aborto que quiso convertir en ley Gallardón). ¿Pero es en verdad Casado el partido? No va a ser fácil. Cospedal, que ya tenía la navaja afilada, va a justar cuentas. La derecha fusila al amanecer.
Pablo Casado empieza una lucha a cuchillo contra el PSOE (como la que le hicieron a Zapatero), contra Ciudadanos y una reincorporación de Vox a las filas del PP. Podríamos pensar que a partir de hoy, Casado va a moderarse. Que se ha radicalizado para ganar el Congreso, pero que ahora se moderará para ganar el poder. Pero no es verdad. La competencia con Ciudadanos y Vox , la primacía de la lucha identitaria contra Catalunya y la propia ideología de Casado van a pesar. La lepenización del PP parece que va en serio. Los medios del establishment se han posicionado. Vuelve a perder El país y gana La Razón y OK Diario. Y todos han sido muy útiles en el blanqueamiento del PP.
El escenario es incierto. ¿Retirará el IBEX 35 el apoyo a Ciudadanos? Lo razonable es que los poderes económicos apuesten por la unidad y presionen en ese sentido. Pero los partidos son organizaciones con vida propia que no son tan moldeables. Rearticular a la derecha española va a necesitar tiempo. El PP ha demostrado en este congreso que ha mentido más que hablado. Mintieron sobre el número de afiliados, mintieron diciendo que eran un partido unido (¡Cómo insultaron a Podemos en Vistalegre y al PSOE que defenestró a Sánchez!), mintieron sobre su ideología, mintieron sobre apoyar a la lista más votada, mintieron sobre la democracia interna. Igual que mintieron sobre la corrupción, sobre los impuestos, sobre el respeto al derecho de huelga y de manifestación, sobre la defensa de la igualdad, sobre la defensa de la soberanía de España. Igual que Casado, que decía lo de las batallitas del abuelo, puede cerrar su discurso en el Congreso citando a Machado, que está en Colliure enterrado porque Franco lo hubiera fusilado en España. Casado, al que no le molesta el Valle de los Caídos.
Aznar, impulsado sobre todo por la falta de una mayoría absoluta en 1996, sacó al PP del franquismo duro y lo metió en el neoliberalismo (algo que ya había iniciado Felipe González en 1982). Fue también el momento de entender la plurinacionalidad de España (Aznar hablaba catalán en privado, se llevaba bien con ETA y flirteaba con el PNV). La mayoría absoluta en la segunda legislatura regresó el ADN autoritario puro, la chulería, el españolismo rancio, la subordinación a los EEUU, el catolicismo en las instituciones y las escuelas, la corrupción. Eso es lo que promete regresar con Pablo Casado, en pugna en muchos de estos aspectos con Ciudadanos.
La victoria de Pablo Casado nos obliga a todos a estar alertas. España ha dado un paso de gigante en la incorporación de España al auge de la derecha autoritaria europea. El PSOE de Sánchez no puede dejarse amedrentar por las bravuconadas que vienen desde el PP. Y Podemos tiene que definir con claridad su apuesta por una España moderna, su principal talón de Aquiles, porque es la fuerza política que va a tener la obligación de pararle los pies a esa derechización de la política española.