A fuerza de leer y escuchar un día tras otro las estupideces de Pablo Echenique, llega un momento en el que uno deja de plantearse si tal personaje es medio tonto o tonto por completo, para comprender que este sujeto es esencialmente mala persona.
Porque hay que ser mala persona para desempeñar en un partido político el papel que este falsario desempeña, y todo hay que reconocerlo, con mucho éxito.
En todos los partidos ha existido algún personaje, generalmente de fuste menor pero con el talento suficiente para animar a la masa y “encabronar” a los contrarios. En el PSOE de Felipe González destacó durante muchos años el ínclito Alfonso Guerra, quien llegó a ser vicepresidente de gobierno no realmente por su capacidad intelectual o su aportación de calidad a la vida política nacional, sino por su facilidad para comportarse como una verdulera, tanto en el Congreso, como fuera de él. Hoy, 30 años después, aparece en titulares declarando algunas cosas verdaderamente juiciosas, lo que demuestra que antaño, cuando era el principal inquisidor del PSOE y bocazas mayor del reino, se limitaba a un papel asignado por su partido y que interpretó tan bien, que el recuerdo que Guerra deja para la historia es el de haber sido un tipo pretencioso, supuestamente intelectual, pretendido amigo de Felipe González sin conseguirlo, y vicepresidente dimisionario gracias a los escándalos de corrupción de cierto miembro de su familia al que no supo o quiso poner freno.
Algo parecido fue Jorge Verstrynge en la antigua Alianza Popular. Un diputado entonces joven, que presumía de haber ido al Parque del Retiro con sus amiguetes a ver si encontraba algún rojo al que perseguir, y que ejercía de bocazas oficial del partido de Fraga, aunque el propio Fraga se sobraba y bastaba para callar la boca a cualquiera. Con el paso del tiempo, Verstrynge demostraría que estaba en política para vivir de lo público, pasando a ser un fracasado que mendigaba puestos en las listas del PSOE y otros partidos de izquierdas.
Curiosamente, en la actualidad hay partidos que ya no necesitan tener una figura de matón dialéctico o agitador de pasiones y odios. El ejemplo perfecto de esto es Podemos. Todos los dirigentes del partido forman una banda de demagogos e hipócritas difícilmente igualable. Normalmente, escuchar o leer lo que Pablo Echenique pueda decir es ya tan previsible que sus diatribas de centrista de Ciudadanos venido a comunista rancio no provocan ya ni las iras ni las carcajadas de unos pocos años atrás. En realidad, toda la cúpula de Podemos ejerce de bocachanclas del izquierdismo más estúpido y falso que se haya visto desde que el castrista Willy Toledo decidió ganar una fama que jamás consiguió como mediocre actor, y Echenique no hace más que seguir la corriente de sus compañeros de chiringuito, pero haciéndolo desde su asignación como propagandista agitador.
Como Alfonso guerra en su tiempo, Echenique hoy es un personaje también menor. No aporta nada al partido que no sea su labor de intoxicación, victimismo y siembra de odio en las redes sociales. Y apoyos no le faltan, porque en un país como España, donde tantas veces sucede que la gran mayoría de la gente no quiere informarse sino que alguien le aleccione cada estupidez que este genio sube a las redes tiene cientos o miles de apoyos de indigentes mentales que prefieren consumir consignas de barricada antes que planteamientos críticos y edificantes.
Pablo Echenique puede prometer que si alcanzase poder no cambiaría su modesta vivienda por otra de alto standing como hacen los corruptos, y posteriormente irse a vivir al Barrio de Salamanca a un exclusivo edificio. Echenique puede tener a un empleado en situación irregular, victimizarse cuando lo descubre la prensa y más adelante criticar a un empresario que ha creado cientos de miles de puestos de trabajo y ofrecido ingentes donaciones. Echenique puede criticar a otro político que tiene permiso de arma corta para propia protección por haber sido objetivo terrorista, quedarse con cara de estúpido cuando se le recuerda que su ídolo Pablo Iglesias defendió en televisión que los ciudadanos pudieran tener armas para defenderse, y luego justificar lo que dijo el propio Pablo Iglesias.
A los simpatizantes de Podemos no les importuna en absoluto que un charlatán como Echenique sea uno de los altos cargos de la formación. Le adoran y le siguen embelesados porque Echenique encarna la imagen ideal de un militante o simple votante de un partido como Podemos: incoherente, hipócrita, mentiroso y victimista. Como Echenique, como Iglesias, como Monedero, como Montero, como Bescansa, como todo Podemos.