Desde que Pablo Iglesias está en el candelero, creo no haberle criticado ni una sola vez, hasta ayer, en el que opinaba que se equivocaba despreciando a Izquierda Unida y pretendiendo que todos lucháramos contra la barbarie pepera bajo la bandera de Podemos. Siempre he considerado a Podemos un partido hermano.
Sin embargo, cuando escribí el artículo ayer no había leído la entrevista que al dirigente podemita le han hecho en Público, y esto es lo que me hace escribir dos días seguidos sobre el gran líder del cambio. Si esta entrevista es la respuesta a la reunión con Alberto Garzón, estamos apañados.
Que conste que, como Pablo Iglesias ha pretendido decir que se ha sacado de contexto lo que dice, he leído esa entrevista tres veces, no vaya a ser que el contexto ganase al texto y descontextualizara su textura.
Ya sé que todo se puede sacar de contexto, por lo tanto, anticipo que toda la crítica, que voy a desarrollar, no se refiere a los militantes y afectos a Podemos, sino a su líder, o mejor todavía –porque espero que rectifique de verdad— a lo que ha dicho en esa entrevista.
Izquierda Unida se ha equivocado muchas veces, y seguramente se seguirá equivocando, pero no creo que merezca los insultos de este nuevo líder. Y menos ahora que está iniciando una renovación que comanda Alberto Garzón. Sólo se puede entender tal villanía como un calentón de boca que califica a su autor, ungido por un poder que hace bien poco no soñaba y que le ha sobrepasado hasta el punto de creerse dueño y señor del universo, del mundo mundial.
Somos muchos en Izquierda Unida los que hemos luchado por cambiar este mundo, y seguimos. Y, aunque desgraciadamente no lo hayamos conseguido, lo hemos hecho convencidos de que tenemos la razón histórica, pero que por encima de ella, está la voluntad de los ciudadanos, a los que hay que convencer. Muchos somos también, en IU, los que nos hemos alegrado de que personas como Carmena o Colau hayan conquistado el poder en Madrid o Barcelona, porque los creemos nuestros compañeros.
Ahora bien, está claro que Iglesias desprecia a IU y pretende la guerra, olvidando que tanto en Ahora Madrid como en Barcelona en Comú hay personas de IU que han contribuido a ese triunfo y somos muchos los que lo consideramos, también, nuestro.
Para empezar, miente cuando dice que no estaba IU en Ahora Madrid. Porque sabe perfectamente que por estar ahí, en esa candidatura unitaria, los que ahora están siendo desfederados, les echaron, pero su intención, así lo ha manifestado Mauricio Valiente y algunos otros, con la nueva organización,es la de volver a militar en Izquierda Unida. Por lo tanto, de facto, estaban e Iglesias lo sabe.
Y por resumir los piropos que nos echa el gran Pablo en la famosa entrevista --aunque me gustaría que se leyera, no vaya a ser que haya quien piense que exagero o lo saco de contexto--, ha dicho que Izquierda Unida se avergüenza de su país y de su pueblo, que creemos que la gente es idiota y que nosotros somos muy cultos, que somos tristones, aburridos, amargados, que vivimos en un pesimismo existencial, nos desea que nos cozamos en nuestra salsa de estrellas rojas, pide que no nos acerquemos pues somos los responsables de que no haya cambiado este país. Sigue llamándonos cenizos y algunas prendas más.
Como se puede leer, se trata de agravios graves, insultos y descalificaciones de difícil reparación, que demuestran que desde el púlpito del triunfo, Pablo Iglesias, suelta su sermón contra los más débiles electoralmente, mientras que en la sacristía se abraza al PSOE, con el que juró y perjuró que no pactaría y con el que su partido mantiene relaciones de gobernanza matrimonial, que cualquiera dudaría que responden al apelativo de casta, que siempre le han aplicado.
Y que conste que yo no critico esa alianza, me parece razonable y creo que el fin justifica los medios, que como sabemos se trata de evitar que la derechona siga destrozando este país de una forma tan alarmante como desigual. Ahora bien, sí que sorprende que la palabra casta haya desaparecido para nombrar al PSOE y haya nacido un romance de última hora que siempre había negado el mismo Pablo Iglesias.
¡Qué lástima!, que una vez más, alguien rompa una incipiente unión y que prefiera aplastarla en vez de aprovechar una ocasión definitiva. Una pena. Pero en fin, cada cual es muy dueño de ser como es, pero también ha de saber que su conducta produce, lógicamente, respuestas defensivas en vez de una confluencia ofensiva.
Y si no hay más remedio, y así lo quiere, nos tendrá enfrente, puesto que es su voluntad. Y pensar que este personaje es el que quería introducir nuevos modos al hacer política. Mera charlatanería de viejos modos y de altanería exagerada.
Con esta actitud incendiaria, lo único que me queda es desearle lo mejor –a su partido--, porque sigo pensando que lo que representa –él, no tanto— es valioso y necesario. Ahora bien, que no se queje mañana, si en vez de juntos nos tiene enfrente, y la pérdida de ese despreciable 5%, puede significar la continuación de lo mismo y el fin del cambio.
Salud y República