El artículo de Pablo Molina cuyo enlace se adjunta en la entrada de hoy, no tiene desperdicio y no puede considerarse sectario en modo alguno, pues critica tanto al líder de una formación espiritual, caso de “Podemos” como a los cabecillas -verdaderamente son una banda- de populares y socialistas. El caso es que la realidad evidencia que D. Pablo se ha convertido en “casta” desde el momento en el que es parlamentario europeo, le pese o no, y se ha integrado en el sistema, desde las asambleas permanentes y participativas para toda la ciudadanía. Escasas son, precisamente, las críticas hacia el Parlamento Europeo, él y sus secuaces forman parte del entramado y tampoco es cuestión de arrojar piedras sobre el tejado propio. Con Alberto Garzón haciendo de palmero, el conjunto hace una melodía pegadiza, pero confío en que no pase de ser la canción del verano, tan popular como rápidamente olvidada.