A ningún profesor de universidad culto se le ocurriría regalarle a un Jefe de Estado para que aprenda política una serie de televisión con toda la enjundia de La Guerra de las Galaxias, pero situada alrededor del año 1000, en un remedo de Inglaterra.
“Juego de Tronos”, es el regalo que le hizo en Bruselas el profesor de Políticas en la Complutense líder de Podemos, Pablo Manuel Iglesias, al Rey Felipe VI para que aprenda a interpretar el mundo.
George R. R. Martin, escritor de ciencia ficción y guionista de Hollywood, tuvo la genial idea de trasladar las guerras espaciales de sus novelas habituales al medioevo; That's all Folks, como dicen muchos de sus personajes, copiando los de los dibujos animados cuando se despiden.
Sus argumentos tienen sexo, reyes y sus validos –los Mano del Rey, y Pablo parece aspirante--, y notable ignorancia, como comer patatas, llegadas siglos después con el descubrimiento de América.
Un profesor universitario solvente regalaría La Guerra de las Galias, de Julio César, el tratado de Suetonio sobre los Césares o los inteligentes escritos de Hernán Cortés.
Aunque Felipe VI seguramente sabe más de reyes y de guerras imperiales que todos los escritores de ciencia ficción hollywoodenses juntos.
Desciende de verdaderos reyes de hace muchos siglos, y Maquiavelo posiblemente inspiró El Príncipe en su antepasado Fernando el Católico, texto enriquecido para los estadistas con las anotaciones de Napoleón.
Con el pequeño Pablo estamos ante el desmoronamiento universitario: profesores de Políticas infantiloides, de comics y series de televisión, no de estudios eruditos, desde El Arte de la Guerra, de Sun Tzu, hasta todo Eric Hobsbawm, que aunque marxista fue el gran maestro del siglo XX.
“Juego de Tronos” es un entretenimiento apasionante, tiene maldad, traiciones, incestos, héroes, dragones y zombis.
Pero sus sutilezas para regir territorios no alcanzan a “Los Soprano”, serie utilísima para políticos inquisitoriales que, tras palpar dinero, pueden imitar al jefe de la familia, Tony.
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SALAS