Pacto con el diablo
Publicado el 15 mayo 2019 por Carlosgu82
Por los alrededores de la plaza Bolívar de la ciudad jardín merodea un misterioso taxista, quienes han tenido la desgracia de conocerlo afirman que su nombre es Randolf, él tiene un pacto con el mismísimo diablo. Randolf es un hombre oscuro, de mirada fija e intimidante, este personaje tiene la habilidad de la palabra y un poder de convencimiento sobrenatural, por lo tanto a sus víctimas les cuesta mucho trabajo decirle «No», se puede decir que este hombre es el recolector de almas, las cuales entrega al diablo como ofrenda obteniendo a cambio poder y dinero, entre otras cosas para su propio beneficio.
Pero para no caer en tantos rodeos contaré la historia de Juan, un joven casado, con un futuro prometedor y quien tenia una hija a quien mantener y como es muy bien sabido, en estos países latinoamericanos para sobrevivir dignamente hay que hacer un inmenso sacrificio, no es nada fácil llevar el pan a la mesa y Juan no escapaba de esta realidad y por lo tanto atravesaba una fuerte crisis económica en su hogar. Así que un día mientras se dirigía a su trabajo se le hizo tarde y se vió en la obligación de tomar un taxi, obviamente en su situación era un gasto extra, pero él no podía darse el lujo de llegar tarde, su jefe era bastante estricto y por lo tanto él no quería correr el riesgo de ser despedido. Desafortunadamente Juan tuvo la mala suerte de toparse con Randolf ese día. Al subir a dicho taxi sintió un escalofrío que recorrió todo su cuerpo, pero rápidamente Randolf lo hizo entrar en confianza, a parte de todo Randolf tenía un sexto sentido muy agudo, lo que le permitía identificar a las mentes débiles y su sexto sentido en ese momento le indicaba que Juan era una de esas personas, así que no desaprovechó la oportunidad, hablaron un poco de todo, hasta que tocaron el tema de la situación económica por la que atravesaba Juan, Randolf no dudó en decirle a Juan de que él podía ayudarlo con eso, intercambiaron números de teléfonos para mantenerse en contacto y quedaron en que Juan se comunicaría con él.
Pasaron varios días y Randolf poco a poco se adueñaba de la mente de Juan, en todo momento Juan pensaba en aquel taxista desconocido e inconscientemente sentía la necesidad de ponerse en contacto con él, hasta que un día llevado por su inexplicable impulso lo llamó para conversar sobre el tema. Ese día se citaron en un restaurant, Randolf amablemente le dijo que ordenara lo que quisiera que el correría con los gastos y comenzaron a charlar.
—-¡Dijiste que podías ayudarme y la verdad estoy muy interesado! ¿Que me ofreces, cómo puedes ayudarme?
—-¿Sabes? ¡Lo que yo hago es algo complicado de explicar, solo quisiera que tengas la mente abierta y ojalá puedas entenderme!
—-¡Haré lo posible por entender, ya sabes, la situación en mi hogar está bastante complicada y hasta creo que haría lo que fuera necesario por salir de esto!
Aquellas palabras sonaron como música para los oídos de Randolf, quien internamente reía mácabramente, como se lo esperaba el sabia que había capturado una víctima más.
—-¿Sabes Juan? ¡Todo es cuestión de creer y de tener fe en lo que hago, así que si te lo propones lo puedes lograr, yo me dedico a trabajar la magia negra y creeme que me va muy bien, gracias a ello puedo mantener a mi familia, yo trabajo para «El gran señor», el me provee todo lo que necesito, solo tengo que hacerle una pequeña ofrenda y ya está, todo se arregla, te aseguro a que si haces lo mismo que yo te irá muy bien, tendrás un trabajo más productivo, ganarás un mejor salario, no te faltara nada, solo tienes que hacerle una ofrenda al gran señor y él támbien te proveerá todo lo que necesites!
En ese momento Juan estaba lleno de incredulidad y dudas ¿El gran señor? ¿Que ofrendas? ¡Este tipo está loco! ¿Funcionará?
—-¡No sé Randolf, tengo tantas dudas, lo que me dices suena descabellado!
—-¡Tú solo confía en mí, no es nada del otro mundo, a parte no pierdes nada con intentar, creeme, no te vas a arrepentir, piensalo y si te decides me avisas y te doy los detalles de lo que haremos!
Juan se marchó a su casa pensando en todo aquello que le había dicho aquel hombre, sin embargo seguía pensando que aquello sonaba muy descabellado, pero que de igual manera no perdería nada con intentarlo. Por lo menos eso era lo que el creía.
Al día siguiente Juan se puso en contacto nuevamente con Randolf, quedaron en que él lo recogería nuevamente por los alrededores de la plaza Bolívar y así fué. Se dirigieron a un local donde vendían cosas exotéricas que necesitarían para el ritual, Randolf como siempre pagaba todo, compró ciertas plantas, velas rojas y negras, esencias y una gallina negra.
—-¿Ves Juan? ¡No pasa nada, esta gallina negra es tu ofrenda al gran señor. Ahora te voy a llevar al lugar donde haremos el ritual, ya conocerás al gran señor!
Se dirigieron hacia un río cercano, ya casi se hacía de noche, poco a poco comenzaba a oscurecer, Randolf preparó todo para el ritual, encendió las velas en circulo, hizo que Juan se parara en medio del círculo con los brazos extendidos, roció el cuerpo de Juan con las esencias y a la misma vez lo látigaba con las plantas que había comprado, luego procedió a sacrificar a la gallina sobre una piedra y cortó el pescuezo del animal, la sangre que salia la derramó en una copa, Randolf tomaba sorbos de la sangre y la escupía sobre el cuerpo de Juan, posterior a eso sacó el corazón de la gallina e hizo que Juan lo comiera, mientras Randolf pronunciaba palabras que Juan no lograba comprender. De un momento a otro de la oscuridad emergió una criatura, una bestia mitad hombre y mitad animal, con enormes cuernos, un abundante pelaje negro y brillante, sus ojos amarillos resplandecían como fuego en la oscuridad de la noche, Juan se encontraba ante la presencia de «El gran señor».
Juan al observar semejante cosa tan espantosa y terrorífica se horrorizó tanto hasta el punto de que su instinto y miedo lo obligó a correr desesperadamente y a toda prisa a lo largo de aquel río, entre el monte y la oscuridad se perdió durante un par de horas, hasta que llegó a una avenida y continuó corriendo como un loco, arrastrado y ensangrentado, hasta que por fín llegó a su casa. Su mujer espantada no podía creer lo que veia, Juan estaba casi irreconocible, se encerró en el baño, vomitó varias veces y se metió bajo el agua de la ducha por varios minutos mientras temblaba y asimilaba todo lo que había visto.
Su hija dormía, así que no logró presenciar nada, al salir del baño su mujer preocupada siguió insistiendo en preguntarle que le había sucedido, pero él no quería preocuparla más, solo dijo que había sido victima de unos delicuentes que lo habían robado y golpeado.
Esa noche Juan no lograba conciliar el sueño, temblaba bajo las sábanas, su mujer solo lo abrazaba y lo consolaba diciendole que todo iba a estar bien. Se hizo la media noche y en la sala de la casa se comenzaron a oír ruidos extraños, cosas que se caian solas de su sitio y se rompían. Al levantarse ambos para ver que sucedía se encontraron ante la presencia de «El gran señor», su mujer horrorizada al ver semejante criatura emitió un grito desgarrador que hizo despertar a la niña que dormía en la otra habitación. Mientras que la bestia con su voz macabra y áspera exclamaba:
—-¡Vine por mi ofrenda!
Entre llanto y miedo, Juan con su voz temblorosa y entrecortada le decía mientras abrazaba a su mujer que estaba en shock.
—-¡Ya la hice señor!
—-¡Esa no es mi ofrenda!
—-¿Qué quiere de mi?
—-¡Ella es mi ofrenda!
Dijo señalando a la niña que se había levantado de la cama y se asomó a la sala a ver que sucedía.
—-¡El alma de tu hija es mi ofrenda y me la llevaré ahora mismo!
Inmediatamente la niña cayó al suelo y comenzó a convulsionar, la bestia desapareció, ambos corrieron hacía la niña que se retorcía y babeando espuma blanca por la boca.
Salieron a la calle con la niña en brazos, desesperados en busca de ayuda, uno de los vecinos quien aún estaba despierto los llevó al hospital más cercano, pero lamentablemente ya era demasiado tarde, la niña había llegado muerta al hospital.
Juan no pudo soportar el dolor de perder a su hija por su culpa, así que la culpa y el remordimiento lo impulsó a salir corriendo como un loco en el medio de la avenida entre los carros y uno de ellos lo arrolló accidental y aparatosamente, quitándole la vida instantáneamente.
«No importa que tan lejos corras, no importa en donde te escondas, si haces un pacto con él te aseguro que te encontrará y te hará pagar»