No se dialoga con la ultraderecha. No se razona con quien cree que existen razas inferiores, con quien afirma que la religión está por encima de la ciencia. No se discute con quien cuestiona el derecho de una mujer a ir vestida como le venga en gana o con dos copas de más sin ser por ello agredida, con quien pone a los menores inmigrantes en el centro de una diana de odio y xenofobia. No se llega a acuerdos con quien tiene la hipocresía por bandera, con quien se apropia del concepto de patria mientras hace todo lo posible para vaciarlo de contenido y usarlo como arma. Para llegar a acuerdos es necesario compartir un objetivo. Su único objetivo es perpetuar la ignorancia, el clasismo estructural y la exaltación de los valores más caducos y terribles de nuestra historia como herramienta de eficacia comprobada para camuflar su corrupción, para seguir lucrándose a costa de la clase productiva. Quienes pactan con ellos saben muy bien por qué lo hacen, el resto, con nuestras diferencias, deberíamos estar juntos en esto. No se pacta con la ultraderecha, se la combate.