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En principio, en un sistema parlamentario como el nuestro, todas combinaciones posibles que alcancen las formaciones que ocupan escaños en el Congreso para aglutinar una mayoría son legítimas, independientemente de las diferencias o afinidades ideológicas que puedan existir entre ellas. La posibilidad de acuerdos entre los miembros del arco parlamentario no es infinita, pero sí diversa. Todo depende de la voluntad de formalizarlos. Y pertenece a la estrategia por conseguirlos o impedirlos la acusación de que unos pactos son más democráticos que otros, un infundio que persigue debilitar o favorecer las posibilidades de cada opción en función de intereses partidistas, no por escrúpulos ante una supuesta “calidad” democrática. De esta forma, de paso, se engaña a los ciudadanos para que apoyen o rechacen cualquier acuerdo que pueda estar fraguándose en la “cocina” de los partidos.
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Es democrático alcanzar acuerdos que faciliten la acción de gobierno, pero es mucho más democrático formar una coalición que se presente a las elecciones y recabe el favor de los ciudadanos de manera abierta y transparente. Esta puede ser la gran diferencia que encontremos entre los comicios del pasado 20 de diciembre y su repetición en junio próximo. Una diferencia sustancial que permitirá a los votantes decidir, con conocimiento de causa, su opción preferida y el destino y utilidad de su voto, evitando llevarse la sorpresa de que su confianza ha sido traicionada por pactos poselectorales que aúpan al poder a quien precisamente se quería alejar de él. Claro que, también, las coaliciones pueden ser engendros tácticos, alimentados por un populismo que ambiciona exclusivamente el poder y no el interés general de la población. Es lo malo de la democracia: son los ciudadanos los que aportan las soluciones cuando votan. Por eso hay que desconfiar de los partidos y líderes que ofrecen respuestas providenciales a todos nuestros problemas, como la publicidad de cualquier producto: dice ser el mejor y más conveniente. Ocultado por la propaganda, existen programas e ideologías que evidencian el propósito y la intención de cada formación política, el modelo económico y social que desean implantar, y los mecanismos y acciones con los que van a intentar llevarlo a cabo. A la hora de votar, hay que pensárselo mucho para decidir si se prefiere pacto o coalición. En cualquier caso, siempre quedará defraudado. Nadie dispone de una varita mágica que arregle al gusto de todos nuestros asuntos. Así de rica y compleja es la democracia: usted decide.