Las policías de casi todo el mundo instalan controles de alcoholemia en las carreteras en prevención de accidentes de tránsito. En el caso de accidentes u otras incidencias es habitual someter a los conductores a controles de alcohol y otros tóxicos. Desde hace tiempo, conducir bajo los efectos de sustancias psicotrópicas ha dejado de ser un atenuante a convertirse en una agravante de cualquier conducta.
Un editorial de la revista Lancet ( https://doi.org/10.1016/S0140-6736(19)33050-8) nos llama la atención a los riesgos que acompañan a la crianza de niños por parte de personas bajo la influencia de psicotrópicos de diversos tipos. Mientras que estamos muy decididos a impedir que alguien que haya consumido alcohol u otros tóxicos pueda operar con vehículos a motor, tenemos poco que decir de dejar la crianza de niños en manos de tales personas.
Es cierto que en casos flagrantes, cuando se comprueban las toxicomanías mantenidas y se detectan sus efectos sobre los hijos, previa denuncia suelen intervenir las agencias de protección a la infancia o las instancias judiciales. Pero se puede afirmar que eso es actuar después del desastre y en casos flagrantes que necesariamente representan la proverbial “punta de iceberg”. La pregunta es qué hacemos con el resto y si seríamos capaces de arbitrar formulas preventivas de alguna eficacia.
No me imagino hacer controles esporádicos de alcoholemia de los padres en la puerta de las escuelas. O emplear perros detectores de drogas, como se hace con las maletas en los aeropuertos, olfateando los bolsos de las mamás en la guardería. Pero…
(Evidentemente que antes habría quizá que establecer esos controles a la entrada del Congreso de los Diputados, en cuya cafetería se dispensan bebidas alcohólicas a bajo precio.)
Nuestro libro de Pediatría psicosocial, actualmente agotado, incluye un breve capítulo sobre toxicomanías parentales:
63. TOXICOMANIAS DE LOS PADRES
La adicción a tóxicos diversos es un condicionante del desarrollo psicosocial de los niños. Los efectos de los tóxicos pueden afectar a los niños de manera directa, también por transmisión vertical de la madre embarazada y como factores de distorsión de las conductas de los padres.
Las toxicomanías se asocian a otros problemas como pueden ser las enfermedades mentales, la delincuencia, la marginación, la desestructuración familiar, los malos tratos y abusos sexuales, la negligencia, el abandono, la pobreza o la corrupción que pueden afectar al niño directa o indirectamente.
Además las toxicomanías pueden ser el vehículo de enfermedades transmisibles como las infecciones por VIH, las hepatitis B y C y otras que se sumarán a los otros efectos relativos.
Tabla 1. Efectos de las toxicomanías de los padres sobre los hijos
Efectos inmediatos
Adicción fetal, “crack babies”
Malformaciones, S. alcohol-fetal
Síndrome de abstinencia neonatal
Enfermedades infecciosas de transmisión vertical
Síndrome de la muerte súbita
Inducción a la adicción a drogas
Efectos por la conducta de los padres
Abandono, negligencia
Malos tratos, abusos sexuales
Marginación
Delincuencia, prostitución
Corrupción, inducción al tráfico
Desestructuración familiar
Orfandad por muerte materna precoz
Los efectos pueden diferir según el tipo de tóxico y el momento en que la adicción repercute sobre el niño.
Las toxicomanías durante el embarazo son responsables de síndromes malformativos y afectaciones serias del SNC como las que acompañan la adicción al alcohol, caracterizando el síndrome de alcohol fetal o los devastadores efectos de la adicción a la pasta de cocaína (”crack”) que causa una encefalopatía grave en los hijos de madres adictas. Otros tóxicos determinan síndromes adictivos fetales que después del nacimiento se van a manifestar como síndromes de abstinencia, de los que el más conocido es el síndrome de abstinencia a los opiáceos. El tabaquismo durante el embarazo se asocia a retraso del crecimiento intrauterino.
El consumo de drogas por vía endovenosa es el principal medio de contagio de enfermedades infecciosas que pueden trasmitirse después por vía vertical de la mujer embarazada al feto. La inmensa mayoría de los casos del Síndrome de la Inmunodeficiencia Adquirida en la infancia son secundarios a transmisión vertical del VIH. Algo similar puede decirse de la hepatitis C, a menudo concomitante con la infección por VIH. El SIDA y la hepatitis B pueden también haberse contraído por otras vías, comúnmente por contacto sexual.
Los hijos de madres drogadictas tienen diez veces más probabilidades de quedarse huérfanos y/o morir antes de los 5 años que la población normal.
En edades posteriores los efectos están relacionados con el hecho de que todas las drogas son modificadoras de la conducta de los adictos y estos cambios conductuales condicionan la relación de los padres con el niño y su desarrollo psicosocial.
El alcohol es un conocido inductor a la violencia y responsable de la mayor parte de los casos de violencia familiar asociada a toxicomanías. El alcoholismo materno se asocia a desestructuración familiar, prostitución, abandonos, negligencia y malos tratos. Los hijos de padres alcohólicos se inician en el consumo de alcohol en edades más tempranas y tienen muchas más probabilidades (hasta cinco veces más) de convertirse en alcohólicos que el resto de la población.
La adicción a las drogas ilegales además de los efectos directos y las modificaciones de conductas determinantes de menor atención al cuidado de los hijos, violencia familiar y otros abusos, contiene toda la subcultura del tráfico, prácticamente inseparable del consumo, con sus secuelas de delincuencia, crimen, marginación, encarcelamiento, pobreza y accidentabilidad.
La prevalencia actual de las toxicomanías obliga a considerarlas como factor contribuyente en todas las circunstancias que se planteen de problemas psicosociales en la infancia.
Diagnóstico.
La anamnesis de todo paciente pediátrico debe incluir una encuesta sobre los hábitos familiares en relación con el uso de tóxicos. Las preguntas deben hacerse sin implicaciones condenatorias ni inquisitoriales y es conveniente introducir el tema de más de una manera, puesto que en la mayoría de las situaciones el problema se oculta o se niega.
Los casos evidentes permiten comentar los detalles y características de la adicción con el padre o madre adicto para conocer la amplitud del problema. Cuando únicamente se pueda tener una sospecha, se debe conducir el diálogo hacia cuestiones relativas a los horarios de la familia, las fuentes de ingreso, las actividades de ocio y las soluciones que aplican a las situaciones de crisis o los conflictos para poder evidenciar el recurso a fármacos, drogas o alcohol.
Cuando se haya conseguido información sobre el uso de tóxicos se debe inquirir sobre dosis, frecuencia de consumo, forma de uso y métodos empleados para mantener la adición que puedan ponernos sobre pautas de conducta.
La detección de síntomas relacionados con los efectos del consumo de tóxicos en el niño debe llevar a una precisión sobre la forma que haya podido originar la exposición.
Tratamiento.
El facultativo enfrentado con los problemas de adicción a tóxicos de los padres de un niño traído a su consulta adquiere la responsabilidad sobre el manejo de los problemas tanto del progenitor adicto como del niño. Como quiera que la protección del niño y la prevención de los efectos de los tóxicos y lo que condiciona en el entorno es capital, se debe plantear con firmeza que el niño debe ser preservado de esa situación. Ello puede precisar la denuncia a las autoridades de protección a la infancia y eventualmente la propuesta de custodia y retirada de la patria potestad.
Sin embargo no puede olvidar que el progenitor adicto es también un enfermo que necesita atención. El manejo de drogadictos es un problema complejo que requiere la participación de diferentes agencias y recursos y a menudo tropieza con la actitud del adicto y el entorno de tráfico y delincuencia que le acompaña.
La aproximación al problema debe estar en lo posible exenta de actitudes moralistas o culpabilizadoras, procurando entender los mecanismos que han llevado al adicto a su situación. La referencia a un servicio de salud mental especializado en problemas de adición las drogas es lo mínimo a plantear.
El tratamiento de los efectos específicos de las drogas sobre el niño puede requerir la participación de especialistas diversos según sus carácterísticas: en el período neonatal neonatólogos expertos y más tarde neuropediatras para evaluar los efectos sobre el neurodesarrollo, psiquiatras infantiles y rehabiltadores
La función del pediatra o del médico de familia debe ser coordinar las actuaciones y mantener una comunicación continuada con la familia ofreciendo consejo y apoyo.
X. Allué (Editor)