El machismo deja su impronta en las leyes promovidas y defendidas por algunos hombres que adolecen de tal mal. Habría que tirar del hilo y deshacer la madeja hasta llegar al final del cabo y estudiar la mente del ilustre que decidió poner sobre papel la custodia compartida de los hijos habidos en el matrimonio que se separa. ¡Enhorabuena!. Bajo su conciencia caigan las muertes de las niñas degolladas, con una radial, por su propio padre en Galicia, o los dos menores ejecutados por el suyo en Castelldefels, o el niño de diez años en torrevieja, y tantos otros que no cabe enumerar y los que quedan por caer.
La función del padre es, además de echar un placentero polvo para procrear, proteger a sus hijos y procurarles el bienestar material y emocional necesario para su desarrollo como adultos maduros y equilibrados. ¿Puede un maltratador cumplir con sus deberes de padre? ¿Puede un hombre que desprecia a su compañera y la agrede, la insulta o la tiraniza, ser un buen padre? ¿Puede el violento transmitir un modelo de conducta civilizada?
Nuestros representantes en el parlamento, a veces, parece que actúan a golpe de implicación propia. Después, algunos jueces se ven reflejados en el asunto y, también, resuelven como si fuesen parte. Porque no hay nada que revuelva más las entrañas que los conflictos emocionales, por eso hay que tener sumo cuidado con lo que se impone por la fuerza. Casi siempre las mujeres llevamos la peor parte; detrás de cada logro viene una contrarreforma propugnada por reaccionarios que no soportan la libertad de quienes consideran sus subordinados. Esos que tienen su valía personal en la entrepierna, y su poder en imponer su voluntad.
Nuestra lucha siempre es de frontera. A la más mínima corren el mojón y nos invaden la autonomía. Y, si nos dejamos, también la dignidad. Los hijos nos hacen vulnerables; por ellos soportamos, accedemos y hasta nos doblegamos. La amenaza del macho terrorista es poner de pantalla a los hijos. El caso Bretón es el final de una venganza contra la mujer-madre. Pero sin llegar a esos extremos, cada día, son muchos los padres que no vacilan en instrumentalizar a los pequeños para doblegar a sus parejas. La custodia compartida impuesta, no acordada por los progenitores, es el mejor instrumento para que ganen los tiranos, pierdan las madres y se destroce a los hijos.
Historias para la prensa de Elisa Docio, ahora también en "Curiosón"
A vuela pluma