Dicen que el padre del boxeador Óscar de la Hoya le hacía entrenar más de 10 horas diarias cuando todavía era un niño. A Tiger Woods su padre le regaló por su tercer cumpleaños un palo de golf. A los 12 el “tigre” pilló a su padre en la cama con otra mujer que no era su madre.
Richard Williams puso a sus dos hijas, Venus y Serena, a jugar al tenis poco después de empezar a andar. En la cancha donde entrenaba Venus le colgó un cartel que decía “Cuando fracasas lo haces sola”, y a Serena la obligaba a elegir primero en los restaurantes para que no copiara a su hermana mayor y desarrollara así su propio carácter.
El padre de Andre Agassi, cuando este era niño, le pego con cinta americana dos palas de ping pong a las manos. Más tarde cuando Andre tenía 13 años, modificó una máquina para lanzarle pelotas de tenis a casi 180 kilómetros por hora. La primera frase que Mike Agassi le dijo a su hijo cuando este ganó su primer Wimbledon fue: “No deberías haber perdido el cuarto set”.
A los tres años, Fernando Alonso ya tenía su propio kart, hecho por su padre con sus propias manos. Aquel año Fernando ganó su primera carrera. José luís Alonso renunció a ser portero del Celta de Vigo para poder dedicarle a su hijo y a sus carreras todo el tiempo posible.
Los padres y las madres son los primeros líderes que conocemos las personas, y sus valores y estilo quedan grabados en nosotros para siempre. Fernando Alonso reconoce que la pasión que le transmitió su padre caló en él hondamente, en cambio Agassi dice que su padre “era un ser violento por naturaleza, lleno de rabia, que me trato duramente toda la vida”.
El ejemplo y la exigencia son dos de las más potentes herramientas de un líder, y por ello debemos usarlas con mucha responsabilidad. Cómo padres o responsables de un equipo, somos los referentes de nuestras personas, y lo que hacemos, y no lo que decimos, será el camino a seguir por ellas.
No exijamos sin sentido, lanzando bolas a 180 km/h a nuestras personas, ni pidamos cosas que nosotros no damos. Que nuestra gente sienta como Óscar de la Hoya que “mi padre nunca dejo de creer en mí”, pero no volquemos en ellos nuestras frustraciones o queramos alcanzar a través suyo lo que nosotros no hemos sido capaces de lograr.
Los errores de nuestros equipos son el reflejo de nuestros errores como líderes, no lo olvidemos nunca.