Ubicada a escasos veinte kilómetros de Venecia, Padua queda eclipsada en parte por esa bestia del turismo italiano que es la Ciudad de los Canales. Esta ciudad parece haber sido creada especialmente para pasear por sus calles, preciosos rincones a orillas de sus ríos, Bacchiglione y Brenta, e infinidad de monumentos y esculturas de diversas épocas agolpándose en sus calles y que invita recorrerlas pausadamente. Una vez que la hemos visitado, no nos extraña que en algunas guías de viajes la nombren como una de las ciudades más ricas en cultura de Italia después de Roma y El Vaticano. Es la ciudad de San Antonio, y eso se nota en la impresionante Basílica de San Antonio donde se conserva el cuerpo del santo en un no menos impresionante Altar, abarrotado de devotos procedentes de todas las partes del mundo, y en la que pudimos contemplar también frescos de Tiziano.
Sin duda alguna, uno de los lugares que más nos gustó de esta bella ciudad fue el Prato della Valle. Originalmente era un teatro romano pero más tarde se convirtió en una isla verde elíptica cortada en cuatro paseos, con cuatro puentes y rodeada por un canal de agua decorado con 78 estatuas de hombres ilustres de Padua. Sobre el Prato se asoman multitud de palazzos de diversas épocas y que culmina en el extremo opuesto por la espectacular Basílica de Santa Giustina. Este lugar ,de visita obligada, es la postal típica de Padua, donde descansar y recuperar fuerzas frente a un panorama inigualable.
Continuamos con nuestro recorrido por la ciudad hasta la Piazza del duomo por calles estrechas y multitud de bares y pequeñas tiendas hasta que llegamos al Listón. Aquí vimos la antigua universidad y el café Pedrocchi, un afilado edificio neoclásico, lugar de encuentro de literatos en épocas pasadas, y que hoy en día es uno de los cafés históricos más célebres de Italia. También vimos en este lugar el Palazzo Moroni, sede del municipio. En el Duomo nos llamó poderosamente la atención el enorme contraste de la fachada de la catedral del siglo XVI, en ladrillos de terracota y aparentemente sin terminar, con el interior del altar, remozado hace escasamente quince años por un artista toscano en mármol blanco y formas curvas . Las imágenes, el atril, las escalinatas de acceso, el altar..todo en ese mismo material. Como poco, curioso dicho contraste. Junto al Duomo un espléndido Baptisterio en el que hay que pasar por caja para poder visitar su interior.
Otro lugar, cuya visita es inexcusable, es el Palazzo della Ragione, situado entre la Piazza della frutta y la Piazza delle Erbe. Estas plazas albergan los coloridos y aromáticos mercados de frutas y verduras tan típicos en la mayoría de las ciudades italianas, una de nuestras debilidades sin duda, perdernos entre estas explosiones de colores y olores. En las cercanías nos encontramos con la Piazza dei Signori, una animada plaza llena de terrazas de bares y cafés, con la Torre del Reloj presidiéndola y el Palazzo del Capitanio, y con la Loggia de la Gran Guardia en su parte opuesta.
Una ciudad que invita a pasear entre sus estrechas callejuelas, rincones encantadores flanqueados por sus ríos y canales navegables, y rodeada por algunos trechos de las antiguas murallas de once kilómetros de longitud y dos de sus diez y nueve puertas y veinte bastiones. Como cualquier ciudad de cierto porte, Padua también dispone de calles comerciales, como el Corso Garibaldi o la Vía Matteotti llena de boutiques y marcas internacionales de moda. De esa forma, y mientras caía la tarde, fueron pasando nuestros últimos momentos en la ciudad en espera del concierto que el grupo Simple Minds iba a dar en Padua esa misma noche. Las entradas las habíamos comprado desde España a través de internet, y éstas se encontraban a buen recaudo en nuestro hotel. Así que llegó el momento de ir a él a recogerlas, darnos una ducha y cambiarnos de ropa, porque el nerviosismo me iba asaltando por momentos.
Y por fin, uno de los momentos más deseados por nosotros había llegado. Perfectamente equipados con cámaras de fotos, el móvil para grabar algún momento y situados en segunda línea de escenario, se encendían las luces y comenzaba el espectáculo. Con una cierta sensación extraña, al encontrarnos rodeados de “fans” italianos, la ilusión y la emoción se reflejaba en nuestras caras en el momento en que la música y el sonido de este fantástico grupo rompía el silencio de la noche. Creo que esa ilusión y emoción me duró varios días después del concierto. Sin duda un final apoteósico de nuestra estancia por el Norte de Italia, a la que abandonamos al día siguiente en dirección a nuestra siguiente etapa, Eslovenia.
Stabilimento e caffé Pedrocchi
La Basílica de Santa Guistina con sus ocho cúpulas
Presbiterio del duomo de Padua
Videos del concierto en Padua de Simple Minds