Revista Economía

Pagar es iniciático

Publicado el 31 octubre 2011 por Ritofrancesmoderno

 

pared de cantería

 

Ayer me preguntaba una Hermana por el sentido iniciático que tiene el pago de nuestras capitaciones; es decir, las cuotas mensuales que pagamos a nuestras Logias y que se emplean para el sostenimiento de las mismas: alquileres, solidaridad, suministros, compras de enseres, arreglos y reparaciones, etc.

La utilidad y sentido de las capitaciones resaltan por su obviedad: sin ellas, un Taller no podría reunirse en unos locales, no tendría luz eléctrica, sillas, columnas, espadas, velas, libros… Una Logia no puede subsistir sin cuotas; porque, además, buscamos nuestra libertad respecto de toda otra institución, por lo que ni vivimos de subvenciones ni las aceptamos. Una Logia tampoco podría ser tal sin el vuelco ad extra que supone su participación en acciones solidarias.

Ahora bien, salvado el sentido funcional arriba expuesto, las capitaciones tienen un altísimo componente iniciático:

-   Asunción responsable de los compromisos libremente contraídos el día de nuestra Iniciación,

-   Manifestación palpable –y contable- de que somos personas “de buenas costumbres”,

-   Participación activa de cada miembro en la marcha de su Logia,

-   Sentido profundamente espiritual de encontrarse “a plomo”, en todos los ámbitos.

¿Por qué?

Cuando hablamos de Iniciación o de lo iniciático, no nos estamos refiriendo a un proceso exclusivamente interior. La Iniciación zamarrea el núcleo personal más íntimo, toca vivamente resortes nucleares que tornan a la persona susceptible de transformación y mejora. Pero la persona iniciada es un ser-en-el-mundo, un yo con circunstancias. Pobre sería el método, pobre el proceso iniciático que pretendiera desarraigar al yo, amputarle a la persona su dimensión social, profundamente vinculada a su dimensión íntima. El contenido iniciático de “lo social” y político supone un aprendizaje efectivo que se viene viviendo en nuestras Logias desde el momento de la Recepción.

Colaborando con nuestras capitaciones, damos contenido a lo que, de otro modo, moriría como cáscara huera. Aprendemos –masónicamente- a pagar nuestros impuestos, a sentirnos parte de un todo, que es la Logia, a ser sus actores, no espectadores.

Vivimos en unos momentos de recia crisis económica, resultado directo del latrocinio operado por los bancos –banqueros-, por los ricos y poderosos que, ávidos de más dinero, han sumergido a nuestras sociedades en un espejismo global cuyo embudo apunta directamente a sus cajas de caudales.

Nuestras capitaciones suponen decir un no rotundo a este robo institucionalizado y bendecido por los Estados. Construimos sociedad nueva, en el humilde germen que es la Logia. Somos personas libres, nos declaramos libres porque construimos –también con nuestras cuotas- un Taller que es metáfora de lo que ha de ser la sociedad general, en la que la implicación de todos y todas es total.

La crisis, obviamente, también se manifiesta en la dificultad y, en ocasiones, el sufrimiento de Hermanas y Hermanos a quienes les resulta difícil satisfacer sus compromisos pecuniarios.

Está previsto en un Oficio de altísimo sentido iniciático: el Hermano Hospitalario, que ha de interesarse por la situación de los Hermanos y Hermanas en dificultad, y subvenir a sus necesidades y carencias. Igualmente, existen comisiones obedienciales de solidaridad masónica.

Pagar, a veces, molesta. Como también molesta a la piedra bruta desprenderse de su esquirla. ¿No estamos para esto, para transformar la piedra en elemento de construcción?

 


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